Osvaldo Rojas Garay
Osvaldo Rojas Garay
1489
02 Diciembre 2016

Singular torneo aquel Capablanca in Memóriam de 1965, uno de los más tensos e interesantes certámenes ajedrecí­sticos realizados en nuestro paí­s en el periodo revolucionario, con la participación del ex campeón mundial Vassily Smislov y el genial Robert Fischer, quien disfrutó igual gloria entre 1972 y 1975.

A Fischer el Departamento de Estado norteamericano le habí­a rechazado su solicitud de autorización para venir a Cuba a participar en la justa consagrada al tercer monarca del orbe en el juego ciencia.

Pero el superdotado trebejista fallecido en 2008 no cedió en su empeño, decidió jugar por teléfono y teletipo como señaló un cable fechado en Nueva York, el 9 de agosto.

Cuando las cosas iban por buen camino surgió entonces algo inesperado: haciéndose eco de informaciones publicadas en Nueva York, el 11 de agosto Fischer envió un cable a nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, amenazando con retirarse del torneo.

En el texto Bobby expresaba: «Me opongo a sus manifestaciones publicadas hoy en el «New York Times » proclamando una victoria propagandí­stica, y por este acto me retiro del Torneo Capablanca. Solamente volverá a entrar en el torneo si enví­a un cable asegurándome que usted y su gobierno no buscan beneficios polí­ticos de mi participación, y que no se producirán en el futuro más comentarios polí­ticos por parte de usted en relación con mi participación ».

Al dí­a siguiente el lí­der de la Revolución Cubana daba contundente respuesta al trebejista estadounidense:

«Acabo de recibir su cable. Me sorprende que usted me atribuya algún tipo de manifestación referente a su participación en el torneo. «A este respecto no he dicho ni hablado una sola palabra con nadie. Sólo tengo sobre ello noticias que he leí­do en cables de agencias norteamericanas. Nuestro paí­s no tiene necesidad de tan efí­mera propaganda. Es suyo el problema de participar o no en dicho torneo. Sus palabras son, por tanto, injustas. Si usted se ha asustado y arrepentido de su decisión inicial, serí­a mejor que idease otro pretexto y tuviese el valor de ser honesto ».

Finalmente, Fischer ratificó su decisión de intervenir en la justa. Así­, el 25 de agosto de 1965, sentado frente a una silla solitaria en una pequeña habitación del Marshall Chess Club, de Nueva York, a mil 350 millas de distancia del Salón de Embajadores del Hotel Habana Libre –escenario de la competencia- inició frente al MI alemán Heinz Lehmann su histórica participación en el IV Capablanca.

El certamen terminó con la victoria de Smislov, quien acumuló 15.5 puntos. Del segundo al cuarto con media unidad menos concluyeron empatados Borislav Ivkov, Efim Gueller y Fischer.

Como escribió el fallecido árbitro internacional José Luis Barreras, ¡el disparo del State Departament, le salió por la culata!

Un año después, en la inauguración de la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez celebrada en La Habana, entre octubre y noviembre de 1966, Fidel y Fischer estrecharon sus manos en señal de amistad.

El estadounidense le entregó a nuestro lí­der un libro suyo autografiado y luego al lado del mexicano Filiberto Terrazas sostuvo   la famosa partida en consulta contra Fidel y Tigran Petrosian, entonces campeón mundial.

Dí­as después, en la jornada de   clausura, en animado diálogo con varios de los participantes en la magna confrontación, Fidel comentó en broma que estaba preparándose para convertirse en un buen jugador, que habí­a leí­do la mitad del libro que le obsequió Fischer y riéndose expresó: «â€¦Aunque debo leerlo de nuevo para atrás ».

Dirigiéndose a Fischer, afirmó: «Pero no hay que tener miedo, no voy a estar en la próxima Olimpiada entre los grandes maestros ».    

 

 

 

 

Comentar