Los optimistas empedernidos creyendo que con el año nuevo quedan atrás las peores preocupaciones, y el 2021 mirándonos con sorna y afilándose los colmillos. Pocos han sido los días de este enero en el que la pandemia arrojó su atarraya sobre Cuba, mientras la gente dedica sus más profundas introspecciones al melodrama de los precios estatales y privados, desbocados loma arriba. Sin embargo, ni las tarifas por corregir de la Tarea Ordenamiento ni la crisis sanitaria que en Villa Clara se contonea como matrona en su zona de confort, son los únicos problemas que les preocupan y ocupan a nuestros ciudadanos.
En la primera edición del 2021 publicaremos los mensajes que nos enviaron dos santaclareños motivados por un objetivo común: el intento de asegurar el bienestar de sus madres ancianas. El primer remitente, Julio Antonio Martell Roque, reside en la calle Cuarta # 75, entre A y C, Reparto Libertad. «El pasado tres de diciembre mi querida madre cumplió 88 cumpleaños. Como se podrán imaginar, ya tiene algo de demencia propia de la edad, es hipertensa, diabética, presenta dificultades en la locomoción y problemas nerviosos que se han agravado con el encierro por la COVID-19. Tuve que dejar de trabajar para cuidarla porque soy hijo único, así que nos visitó una trabajadora social que se llevó todos los datos del caso y, a los pocos días, yo personalmente fui a la oficina de Bienestar Social y me informaron que me habían incluido dentro del grupo vulnerable y que, llegada la “hora 0”, me pedirían un resumen de historia clínica de ella y me darían una ayuda económica.
«El 22 de diciembre la trabajadora social me informó que mi solicitud no fue aprobada, pues mi mamá aún no está encamada y yo estoy en edad laboral. Créanme, esto para mí resulta penoso. No le tengo miedo al trabajo, de hecho, acumulo 23 años de vida laboral, pero la sin razón me indigna. Creo que existen casos y casos, y la trabajadora social debió hacer una investigación más profunda para no dañar a personas que en verdad son vulnerables. Mis vecinos todos me pueden servir de testigo. No tengo quién se ocupe de mi mamá y, a la vez, me pregunto qué centro laboral me va a permitir salir temprano, llegar tarde o no poder asistir porque se siente mal. A veces se despierta y ni siquiera puede caminar, días atrás tuve que ir a la cola del pollo y se quemó en el fogón queriéndome ayudar, pues yo demoraba.
«¿Tiene mi madre que estar completamente inhabilitada para que podamos recibir alguna ayuda? Nuestro presidente dijo que ningún ciudadano quedará desamparado. En su palabra confío».
El ingeniero Jorge Leonardo Morales Aguiar, trabajador de la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería de Villa Clara (EMPROY) también reclama ayuda para un caso que lo lastima y que, además, afecta a otras seis familias.
«Me dirijo a ustedes con el propósito de informarles sobre la situación de un subsidio colectivo perteneciente al Proyecto Hábitat "Viviendas La Laguna”, en el municipio de Sagua la Grande. Actualmente, la construcción de las siete viviendas que conforman dicho programa lleva más de un año detenida, sin que por ello los organismos responsables les hayan ofrecido alguna explicación a los futuros moradores que, en su mayoría, son personas de la tercera edad, entre ellos, mi madre, quien en estos momentos se encuentra conviviendo con mi hermana. Los demás afectados también permanecen agregados en casas de familiares y amigos, pues les habían dicho que la construcción concluiría en menos de seis meses a partir de la demolición de sus viviendas, plazo que, evidentemente, no se cumplió.
«Lo último que supimos es que la brigada contratada para la obra cometió errores en la fundición de los cimientos, labor que debió ser verificada por el arquitecto designado por los especialistas del Proyecto Hábitat, quien no estuvo presente en el momento de la realización de ese trabajo. Solo aspiramos a que este asunto se conozca donde corresponde para que se cumpla una tarea que ha sido priorizada por el Estado cubano. Muchos cubanos necesitados están esperando».