Mientras el mundo ve pasar con alegría los últimos días de la administración Trump, Cuba vive un diciembre diferente y expectante. Finalmente llegó el Día Cero, que no podía ser otro mejor que el 1ro. de enero, la fecha que a partir de 1959 renovó las esperanzas del pueblo y que ahora marcará el inicio de la Tarea Ordenamiento.
Pocas veces, en la historia reciente de la isla, una noticia ha impactado tanto. Comparable, quizás, con aquella del 17 de diciembre de 2014, cuando Raúl informó al mundo el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y la liberación de Gerardo, Antonio y Ramón, tres de los Cinco Héroes que aún permanecían en cárceles norteamericanas.

Sin temor a equivocarme, considero que la nueva medida provocará una revolución dentro de la Revolución y, como toda decisión trascendente, no estará exenta de riesgos ni incomprensiones: se trata de uno los retos más arduos que en el orden económico ha enfrentado el país. Complejidad acrecentada, tal y como afirmara el presidente Miguel Díaz-Canel « (…) por los efectos del bloqueo recrudecido, la situación de la pandemia de COVID-19, la crisis económica internacional y los impactos que han ocasionado a la economía nacional».
Apenas ha pasado poco más de una semana desde el anuncio y ya suman millones los cubanos que han desempolvado sus conocimientos matemáticos, y cuentas van y cuentas vienen para saber a ciencia exacta o, al menos, aproximada, si el salario da o no; preocupan, fundamentalmente, las tarifas eléctricas, pues a pesar del subsidio estatal, las cuantías a pagar no son desdeñables.
Claro, nada de eso puede desvirtuar la esencia de la medida. De lo que se trata es de promover el interés y la motivación por el trabajo. Hacer que los que producen las riquezas materiales y espirituales de la sociedad tengan una mejor calidad de vida, y garantizar para todos mayor equidad de oportunidades, derechos y justicia social, pero desterrando para siempre el igualitarismo, un camino ya transitado sin muchos resultados, aunque con sobradas distorsiones.
No habrá terapias de choque, nadie quedará desamparado, pero hay que trabajar. Dejar de vivir del invento. No podemos seguir sobrecargando al Estado de lastres ya imposibles de llevar sobre los hombros. Todo se hará, como afirmó Díaz-Canel, formando el consenso a favor de la unidad de la nación, pero sin el paternalismo que tanto daño nos ha causado.
La información brindada en estos días ha ido esclareciendo dudas, y mientras nos vayamos adentrando en las transformaciones que generará la unificación monetaria y cambiaria se irán despejando otras. La práctica, como criterio valorativo de la verdad, será quien diga la última palabra y, como siempre, habrá receptividad a los criterios de la población para atender cualquier problema que pueda surgir en su ejecución.
Esta importante decisión no puede verse aislada. Tampoco será la solución mágica, cual panacea, de todos nuestras dificultades, que sabemos no son pocas, pero sí ayudará a la economía del país para avanzar con pasos más sólidos y elevará la productividad del trabajo y la calidad de vida del pueblo.
En ese camino, los precios serán un reto enorme a enfrentar. No el único, aunque sí el más visible y discordante, pues han tenido una subida escandalosa en los últimos tiempos, con una tendencia alcista desenfrenada a la que habrá que ponerle coto: de ello dependerá en buena medida el éxito de la Tarea Ordenamiento.
Deberá evitarse a toda costa que la inflación supere lo previsto. De ahí, la indicación dada por el propio presidente de no permitir los «precios abusivos y especulativos», los que se enfrentarán socialmente, tal y como indicó, «con medidas de contención y severas sanciones a los incumplidores».
Tarea titánica, pero no imposible. Si hemos sido capaces de desafiar por más de 60 años el férreo bloqueo norteamericano y desarmar los desesperados intentos de la disidencia para subvertir la Revolución, también lo seremos para salir airosos en ese frente de combate, que realmente constituye una guerra sin cuartel contra los que especulan y se enriquecen a costa de las necesidades de la mayoría.
Las sesiones de nuestro Parlamento, con discusiones profundas de todos estos asuntos, han ido conformando un escenario más propicio para las vitales transformaciones económicas que implica la Tarea Ordenamiento. Incluso, a partir de los criterios emitidos por la población, como afirmó Marino Murillo Jorge, al frente de la Comisión de Implementación de los Lineamientos, se estudia cada opinión y se modificará lo que fuere necesario.
Los precios también han sido ampliamente debatidos, ratificándole a los gobiernos provinciales y municipales las prerrogativas constitucionales para poner precios máximos a los productos y enfrentar con energía la especulación y el engaño a los consumidores, que no solo se da en establecimientos particulares, sino también en los estatales.
Una necesidad impostergable que exige no solo voluntad política, que existe, sino, ante todo, control, seguimiento y mucha exigencia, pues no puede continuar contemplándose pasivamente el fenómeno.
En realidad, ha sido un diciembre diferente, en un 2020 tan atípico como difícil; de hecho, el propio mandatario cubano ha afirmado que «hemos vivido en este año de pandemia, quizás, el más duro de la Revolución en las últimas décadas».
No obstante, también lo ha sido para probar nuestra capacidad de resistencia ante las adversidades. Trump se va y la Revolución se queda, con sus imperfecciones, pero se queda. Nos toca a los villaclareños trabajar con voluntad y optimismo, con el mismo espíritu de victorias que acompañó al Che en la liberación de nuestros pueblos en aquel otro diciembre de 1958, para así arribar a un 1ro. de enero de 2021 que, sin duda, marcará un hito en nuestras vidas.