La Tarea Ordenamiento nos puso a sacar cuentas. Si a muchos preocupa o molesta el saldo negativo de gastos contra ingresos en la economía familiar, desenredar la madeja de cálculos macroeconómicos provocaría, incluso al más ecuánime, una crisis nerviosa; máxime con un déficit fiscal de 86 744 millones de pesos.
En medio de tantas deformaciones estructurales, de una pandemia que se ríe de las crisis más severas, y de un bloqueo que «aprieta» y «ahoga», el Gobierno cubano mantuvo el principio fidelista de no dejar a nadie desamparado. Premisa tan costosa como universal, que no distingue entre quienes viven en, por y de Cuba.

Como resultado de la inédita devaluación del peso cubano, los costos de todas las importaciones se multiplican por 24 y las materias primas nacionales aumentan su valor hasta 12 veces. Sin embargo, ninguno de los 20 029 villaclareños que compran medicamentos controlados en la red de farmacias tuvo que sacar una calculadora para determinar los nuevos precios.
Tampoco lo hicieron los pacientes que necesitan tratamientos complementarios para enfermedades psiquiátricas y neurológicas, nefropatías, VIH o cáncer; ni se les añadió semejante preocupación a las personas que dependen de otros recursos gastables y técnicos, comercializados también en farmacias comunitarias.
Para mitigar el impacto de la subida de los precios sobre los bolsillos de pacientes con dietas médicas, el presupuesto del Estado subsidia la leche y la carne de res a más de 100 000 villaclareños con patologías generales; así como a más de 1000 menores de 19 años con padecimientos crónicos. Igual garantía se ofrece a las embarazadas, y los pacientes con dietas por VIH y fórmula basal. Mientras que los niños con deficiencias nutricionales continúan recibiendo un módulo alimenticio gratuito.
La asistencia social a los núcleos vulnerables en materia económica no llegó con el ordenamiento monetario; aunque el proceso «engrasó» y ajustó el sistema estatal que ayuda a pagar los servicios básicos a ancianos sin recursos y otras personas incapacitadas para trabajar.
Quienes no son física ni mentalmente capaces de generar sus propios ingresos y no cuentan con apoyo familiar reciben una prestación mínima de 1260 pesos, con un incremento de 800 pesos por cada miembro del núcleo. Pero a los que alegan la desocupación como causa de insolvencia, se les ofrece con un empleo la posibilidad de satisfacer sus propias necesidades y de producir las riquezas tan demandadas para impulsar el desarrollo económico del país.
Si seguimos calculadora en mano, concordamos en que 2707 millones de pesos destinados al Régimen de Asistencia Social en 2021 resulta una cifra considerable; mas de su uso racional depende que prime la gratitud sobre la inconformidad en el criterio de los más necesitados.
La mejor solución a la vulnerabilidad parte del núcleo familiar. Ya sea por vínculos de consanguinidad o por mera ley de la vida. El problema no solo atañe a los que comparten techo y penurias, sino también a los hijos, nietos, padres y hermanos que viven fuera de casa.
Del otro lado de la mesa se imponen sensibilidad y rapidez, porque detrás de solicitudes, expedientes, investigaciones, trámites y cheques, hay seres desesperados que, en la mayoría de los casos, no tienen a quién acudir. También corresponde a los trabajadores sociales discernir entre los que aprovechan la ayuda, y los que reciben, destruyen y vuelven a exigir. Un recurso puesto en las manos equivocadas puede dejar vacías las correctas.
Tomó diez años diseñar el reordenamiento económico. Tardaremos algunos más en ver rodar la maquinaria productiva y eficiente que necesitamos; pero complacer todas las peticiones y alcanzar la perfección demanda esfuerzos ilimitados en tiempo y espacio. Mientras tanto, toca explorar el dominio de la iniciativa, formular críticas constructivas, despejar escepticismos, reducir pretextos, multiplicar la creatividad, igualar aporte e ingresos y mantener el humanismo como factor común. De seguro, el conjunto solución será infinito.