El impacto psicosocial de la pandemia ha convocado a la comunidad científica mundial a buscar no solo una solución médica, sino también a encontrar desde las ciencias sociales —en este caso, la psicología— formas de hacer más llevaderos los días en casa, disminuir las tensiones en su seno y preservar la armonía doméstica.
Se afirma que el estado de confinamiento en que viven millones de seres humanos a escala global debido al nuevo coronavirus marcará un antes y un después en la convivencia hogareña.
Las condiciones de aislamiento pueden llevarnos a experimentar episodios de rabia, ira, desasosiego. De ahí que muchas de las afecciones psicológicas y derivaciones psicosomáticas que hoy nos afectan tengan su origen en el estrés sostenido, la frustración y la desestabilidad económica. Así lo explica el «Estudio de resiliencia familiar en tiempos de COVID-19», realizado por un equipo de investigación de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, bajo la tutoría de la Lic. Lorena Rojas Ricardo.

Desde esta perspectiva, la realidad de las familias villaclareñas deviene fenómeno cotidiano de intercambio de vivencias, y en correspondencia con ello se establecen vínculos interpersonales a partir de los intereses individuales de cada miembro, sus necesidades afectivas y los roles que desempeñan en la vivienda compartida.
Asumamos que la convivencia es la capacidad de vivir juntos con cánones de respeto y normas que regulan las dinámicas. Pero, ¿qué sucede en un núcleo donde conviven varias generaciones?, ¿cómo enfrentan la rutina cuando hay niños y ancianos de por medio?
Aprender a convivir promueve la solución de conflictos de forma no violenta y la aceptación de opiniones, compromiso y cooperación.
Por ello la crianza de un niño que nunca había pasado tanto tiempo en casa puede convertirse en un dolor de cabeza. Los abuelos, acostumbrados por lo general a un estado de paz y tranquilidad, también experimentan sentimientos de agobio, y los adolescentes y jóvenes, con sus «Estoy aburrido», «No veo la hora de salir de esta casa» y «Ya no puedo más», tensan la cuerda de la estabilidad familiar.
En situaciones de crisis aumenta la inquietud de los adultos por la reserva de alimentos. Entre otros factores, el tema pasa a ser recurrente en los hogares, y genera malestar y ansiedad. La mayoría de las veces, uno de los adultos de la casa asume el rol de líder, lo cual hace que su carga emocional sea aún mayor. Satisfacer las necesidades del resto de los miembros de la familia es parte de su día a día.
Las investigadoras Lourdes María Ibarra Mustelier y Marta Valeria López León, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, definieron una serie de pautas para ayudar a manejar la nueva realidad de los cubanos. Explican la necesidad de que todos en el hogar —incluso los más pequeños— conozcan los peligros de contraer el virus, y las medidas higiénico-sanitarias y de comportamiento social establecidas.
Se recomienda, además, crear horarios y rutinas dentro de la casa, especialmente dirigidas a los más jóvenes; el establecimiento y negociación de un calendario de actividades es un punto a favor de la estabilidad hogareña. Ante la ambivalencia emocional que pueden estar sufriendo una o varias personas dentro de una misma residencia, se hace necesario aprovechar las oportunidades de humor y alegría, en aras de crear un clima de confianza y seguridad.
La organización familiar también ocupa un significativo lugar desde el punto de vista psicológico; hay que respetar los tiempos y los espacios personales de cada integrante de la familia. Estos tiempos pueden destinarse a la práctica de ejercicio físico, la recreación y el entretenimiento promovido por el uso de tecnologías o juegos de mesa, tareas de teletrabajo y otras domésticas, por solo citar algunos ejemplos.
La colaboración de todos en las labores del hogar, además del apoyo al familiar que funge como líder, contribuyen a preservar la armonía y garantizan un entorno agradable para nuestros mayores, quienes también deben ser incluidos en esta rutina.
Asimismo, los investigadores concuerdan en que el mayor remedio para sobrellevar el aislamiento es mantener una comunicación efectiva. Decir qué ocupa nuestro pensamiento y entre todos contribuir a solucionar las problemáticas que nos afectan. La batalla contra el nuevo coronavirus hay que librarla en todas las trincheras.