Basura nuestra de cada dí­a

Falta de fuerza de trabajo en Comunales e indisciplinas sociales se conjugan para que Santa Clara ya no sea la ciudad más limpia del paí­s.

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Laura Rodrí­guez Fuentes
Laura Rodrí­guez Fuentes
1880
10 Febrero 2017

De vez en cuando una señora que conozco sale a la calle y entra a la sala maldiciendo. Ha pasado una semana desde que recortó las hojas del platanal. Con cuidado y organización, para no incomodar a los vecinos, dispuso los troncos al lado del poste de la acera donde se amontona la basura diaria de las casas adyacentes. Ha pasado una semana y el carro solo ha recogido los latones y las bolsas de nailon.

Caricatura de Alfredo Martirena sobre basureros en Santa Clara.
(Ilustración: Alfredo Martirena)

« ¿Por qué tú no llamas a Abel Falcón?, casi   que me ordena. Y es que para ella, Abel es la solución a cualquier queja, a esos problemas dilatados sin aparente respuesta inmediata. A menudo la señora invoca a Abel, pues no es la primera vez que les ha implorado a los trabajadores de Comunales que se lleven los tallos cortados.

Pero lo que la señora desconoce, es que esos trabajadores encargados de acopiar los desechos sólidos que provienen de las viviendas, no tienen la obligación de cargar en los camiones ningún tipo de árbol talado. Para dicha diligencia están habilitadas las llamadas camas Ampliroll en cada consejo popular. Son esos y no otros los sitios para depositarlos.

Sin embargo, la pregunta que muchos pueden hacerse: ¿qué ocurre cuando las camas están muy alejadas de las casas? Pero   resulta que algunos vecinos han protestado precisamente por la cercaní­a de estas. La respuesta de Servicios Comunales es simple: el dueño es el responsable de darle el destino final a este tipo de desperdicio, y quien acumule tales residuos forestales en las calles o las aceras, puede recibir una multa por indisciplina social.

Servicios Comunales tampoco tiene el deber de recoger animales en descomposición ni desechos de los mercados de viandas conocidas como placitas ni sanear los rí­os y las ví­as férreas.

Estas y otras infracciones trascendieron en un reciente recorrido del sector por diferentes áreas de la ciudad.   El caso de los sacos de escombros constructivos fue otra de las temáticas analizadas por las autoridades durante el periplo. Quizá pocos lo conozcan, pero el sistema de zonas comunales brinda el servicio de acopio para dichos materiales sobrantes «en el menor plazo posible con solo una llamada al puesto de mando », según explicó Lina Torres Villavicencio, subdirectora municipal de Higiene y Necrologí­a.

El costo de medio saco asciende al monto simbólico de 4 pesos, pero no deben ubicarse en las calles, aceras o en habitaciones alejadas de la puerta de la vivienda. Tampoco está estipulado que los trabajadores devuelvan el recipiente una vez recibido.

Aunque algunos visitantes comparan a Santa Clara con otras regiones y afirman con total convicción que no califica como una de las más pulcras de la isla, no hay que negar que en los últimos tiempos ha mejorado con creces su situación higiénico-sanitaria, sobre todo tras el establecimiento de 200 tanques plásticos en las avenidas principales.

No obstante, hay quien pasa por alto su existencia y prefiere lanzar la basura fuera de los zupiaderos o colocarla a propósito en cualquier sitio del perí­metro. ¿Será muy complicado levantar las tapas de los tanques y echarla dentro?

Si a veces la ciudad amanece despejada de inmundicias, otras hay que practicar saltos para esquivar los montones de jabitas hediondas acumuladas por dí­as en las esquinas. En ocasiones, los carros han demorado en pasar por diferentes zonas, casi siempre «por razones técnicas », asegura la subdirectora.

Lo cierto es que una parte de la población obvia los itinerarios de recogida, diurno y nocturno indistintamente, y saca a la calle los desechos a cualquier hora del dí­a; así­, cuando los camiones fallan, se crean microvertederos imposibles de tolerar.

Por otra parte, el crecimiento de los paladares y los negocios por cuenta propia ha sido directamente proporcional al apogeo de cartones, latas y vasos desechables en la ví­a pública. Actualmente, la ciudad no presenta una situación favorable con los barrenderos, pues ha fluctuado la presencia de personal para dicha faena y no se ha logrado completar la plantilla necesaria.

Algo similar ocurre con los parques, pues tras el reordenamiento del sector se suprimió la plaza de guardaparque, y han aumentado los robos de rejas, bombillos, maderos e indisciplinas como grafitis, destrucción de áreas verdes y de monumentos históricos.

Si Servicios Comunales no puede redoblar sus esfuerzos por ausencia de personal, si existen carencias insuperables por el momento, y mientras la población no asimile la necesidad de proteger sus calles más allá de la individualidad del hogar, nadaremos entre la suciedad y crecerán los montones de basura como aquel icónico personaje de los Fraggle Rock.  

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