Con la sombra convertida en luz

«Irma» dejó huellas en muchos cubanos, pero un grupo de mujeres de la avicultura en Camajuaní­ se alzó ante los destrozos y desterró las ruinas.

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Marilín Guevara, trabajadora de la granja avícola de La Quinta, Camajuaní.
Marilín Guevara Jiménez reconoce que los animales se adaptan a quienes los cuidan. En cambio, entra un personal ajeno y se excitan sobremanera, por lo que el cuidado extremo y la vigilancia resultan primordiales. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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06 Marzo 2018

Septiembre transcurrí­a apacible, y Marilí­n Guevara Jiménez disfrutaba de los resultados palpables en la granja aví­cola Ricardo López Castro, ubicada en la comunidad camajuanense de La Quinta. Sin embargo, ya se alzaban ciertos rumores sobre la proximidad de un temible huracán.

«Irma » arrasaba por donde pasaba, y aquel 9 de septiembre mostró su rostro para ensañarse con Villa Clara.

La casa le resultaba pequeña, pero sabí­a que un grupo de hombres, entre ellos, su director, Rafael Flores Torres, quedó en la unidad. Fue la noche más larga de su vida, y con los claros del dí­a la representante sindical partió hacia la granja. El impacto de lo que allí­ encontró le parece tan cercano que aún le cuesta relatarlo. La nave número 1, de las seis existentes, apenas se reconocí­a. Igual las otras. Huevos rotos, animales muertos, desolación, panorama desgarrador.

Rachas de viento sostenidas por espacio de 12 horas los obligaron a refugiarse, cuenta Rafael.

«Marchamos hacia un cuarto de placa disponible en aquellos momentos. Nadie pegó un ojo, y sentí­amos cómo las cubiertas de zinc surcaban el aire.

«Cuando amaneció nos golpeó la realidad: los techos de las seis naves eran historia pasada. Cayeron a más de un kilómetro. Perdimos también las estructuras de fibrocemento, los seis silos de pienso quebraron junto a las dependencias administrativas y el taller de mecanización quedó sin cobija ».      

Marilí­n y sus compañeras se miraban sin consuelo, hasta que Rafael reunió a todo el colectivo para comenzar las acciones de una recuperación inmediata.  

Un torbellino diferente  

Si algo resultó destacable tras el paso del fenómeno fue la asistencia general de los trabajadores. A Marí­a Delia íguila Camacho, secretaria del núcleo del Partido y operaria de la nave 2, algo le decí­a que, a pesar del destrozo, saldrí­an adelante.  

Delia íguila Camacho, navera de la granja aví­cola de La Quinta, Camajuaní­.
«Todo me parece como una pesadilla », reafirma Marí­a Delia íguila Camacho, una de las naveras que lloró al ver cómo quedó su granja tras el azote del huracán Irma. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

«Llevo 30 años en la unidad y conozco a mi fuerza laboral. Aquí­ estamos haciendo historia. El desastre nos hizo trizas, pero de momento se formó una especie de torbellino en la reconstrucción.

Tres décadas en un centro de trabajo constituye una vida. ¿Y no ha pensado en cambiar de labor?

A pesar de que se gana muy bien, no es fácil convivir con la fetidez que desprende el ambiente. Claro, hasta que te acostumbres. Y si algo caracteriza al trabajador aví­cola es que no constituye una fuerza fluctuante. Por eso, y por amor a lo que hago,   continúo aquí­.

Después de «Irma » comenzaron a llegar visitas de todos los niveles. Marí­a Delia escuchó que el propósito era recuperar todo el gallinero en apenas un mes y aquello le pareció algo de ciencia ficción. Incluso, dudó de si habí­a oí­do bien. El propio director confiesa que se estremeció cuando le dijeron que en 30 dí­as debí­a quedar todo listo.  

Lo que sobrevivió  

La plantilla de la granja totaliza 68 trabajadores; de ellos, 32 mujeres casi el 50 %, pero todos realizaron trabajos duros. De los 18 000 animales que quedaban en espera del reemplazo, debido a la vejez o poca productividad por el tiempo de puesta, se perdieron cerca de 5000. Con el esfuerzo colectivo, pudieron salvar unos 13 000 para la venta en el mercado.

 

Trabajadores de la granja aví­cola de La Quinta, en Camajuaní­.
La «Ricardo López », en Camajuaní­, resultó la unidad más afectada y la primera en obtener la condición de recuperada en Villa Clara. Ahora sus trabajadores, entre ellos, su director, Rafael Flores (en el centro), caminan por los nuevos viales que el huracán obligó a construir. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Hubo que recoger excretas mojadas que incrementaban el mal olor, así­ como animales muertos y en estado de descomposición, en medio de tanto escombro y de la lluvia incesante que dejó «Irma ». Bajo estas condiciones extremas, el personal no dejó de cumplir con las medidas sanitarias.    

«Las gallinas sobrevivientes se empaparon al no tener techos. Padecí­an de un estrés marcado y las pudimos alimentar porque como el establecimiento es pequeño existí­a una reserva de agua, que resultó indispensable », precisa Rafael.

¿Y qué dice Ramona González Cruz con sus 27 años de trabajo? Nunca habí­a visto ni vivido algo similar. Todaví­a siente la angustia al ver que de su nave solo quedó el recuerdo.  

Memorándum

♦ Las gallinas Leghorn constituyen la raza prevaleciente en las granjas destinadas a la producción de huevos. Necesitan poco espacio para vivir y llegan a producir más de 300 posturas por año.

♦ En una nave conviven más de 5000 animales que deben recibir extremo cuidado y observación, pues teniendo agua y alimento cada gallina pone un huevo diario.

♦ A pesar de todos los contratiempos, el 26 de diciembre pasado la granja cumplió su plan técnico-económico para 2017, y se ubicó entre las tres unidades ponedoras de la provincia de las siete destinadas a estas funciones que llegó a la meta, junto a dos de Santa Clara.

♦La unidad dispone de su módulo para garantizar el autoconsumo.

«Yo estaba de vacaciones y cuando llegué habí­a pasado la avalancha de la recogida. Me enviaron para El Bosque, que es otra pollera cercana, y me reinserté a la recuperación. Hay que destacar que las viviendas de algunos de nuestros trabajadores quedaron sin techo o con derrumbe total. Oí­game, ¿usted sabe lo que es perder algo tan vital? Yo los veí­a y decí­a: ¡cómo es posible!, porque dejaron a un lado los problemas personales para apoyar a la granja.  

El primer camión  

A escasos dí­as del huracán divisaron un vehí­culo por el camino que conduce al establecimiento: comenzaban a llegar los materiales, gracias al total apoyo del municipio y la provincia. Representantes del Partido, el Gobierno, de las empresas de Camajuaní­, de la Agricultura y diferentes brigadas contribuyeron de manera increí­ble. También el Consejo de Dirección de la Empresa Aví­cola participó sobremanera.

Poco a poco aquel panorama fue cambiando. Aún bajo lluvia prosiguió el trabajo en extenuantes jornadas de más de 15 horas. Muchos no podí­an creer aquella vorágine constructiva que, paradójicamente, benefició el huracán.

Hoy la granja es nueva: todas sus naves, las cubiertas, la cerca perimetral, la iluminación general, el mobiliario, la cocina y el comedor, el taller de mantenimiento, así­ como los viales internos y externos. La dependencia volvió a recuperar la cultura del detalle que el meteoro derribó.

Ahora Marilí­n Guevara mira atrás: «El ciclón pasó el 9 de septiembre y ya el 12 de octubre tení­amos gallinas en las naves ».

Con las 60 000 ponedoras sobrecumplen el plan mensual, al tiempo que aportan unas 5000 posturas diarias por encima de lo estipulado, pues cada centenar de animales debe propiciar unos 730 huevos.  

La ciencia y el entorno  

El mundo animal tiene sus caracterí­sticas y se hace imprescindible preservar el medio ambiente. El propio médico veterinario Adrián Martí­n ílvarez asevera que las gallinas padecen de estrés motivado por la intensidad de los vientos, el cambio de temperatura, la inestabilidad del personal en la nave y la variabilidad del horario en el consumo alimentario, factores altamente influyentes en la puesta.  

Lissety Inerarity Ariosa, jefa de producción, y el médico veterinario Adrián Martí­n ílvarez.
La jefa de producción de la unidad, Lissety Inerarity Ariosa, junto al médico veterinario Adrián Martí­n ílvarez, examina una de las aves. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Por tal razón, Lissety Inerarity Ariosa, devenida jefa de Producción, exige el cumplimiento de las normas técnicas y los requisitos del trabajo en la nave. De ello dependen la producción y los resultados salariales, que en un mes pueden sobrepasar los 1000 pesos, además de la estimulación.

Contrastes

El panorama de las mujeres dedicadas a la avicultura resulta triste en gran parte del mundo. Salarios muy por debajo al de los hombres, a pesar de realizar tareas similares y hasta más complejas. Resulta espeluznante un video publicado en España que da cuenta de la existencia de gallinas muertas y en estado de descomposición conviviendo con otras sanas en la misma jaula, sin que ocurriese en ese paí­s ningún desastre natural.

Dicen que resulta algo común, pero las imágenes son más duras. Ejemplares arrancando plumas u otras aves enfermas ya agonizando abandonadas en un rincón de la nave.

Una de cada seis gallinas morirá debido a enfermedades propias del hacinamiento. ¿Y quién se preocupa por la salud de esas mujeres que conviven gran parte del dí­a en medio de la putrefacción y la insalubridad?

Son seres humanos, que no se olvide.

¿Tenemos o no nuestras Razones?

Y aunque le corresponde tener su lápiz bien afilado, como mujer no deja de mostrar su lado sensible al declarar que luego de la tragedia, «aquí­ se lloró en masa ».

Sin embargo, un mes después saltaron lágrimas, pero de alegrí­a.

«Vimos que surgí­a una unidad nueva asegura su director, mejor que la anterior. Nos dimos cuenta de que era posible siempre que la voluntad y el espí­ritu de sacrificio acompañen. Ahí­ está un resultado de Villa Clara con todos, una obra que bien puede dedicárseles a nuestras compañeras como regalo por este 8 de Marzo », agrega.

Para nadie es secreto que en el sector aví­cola prevalecen las mujeres. Rafael Flores lleva años al frente de la actividad y constituye una especie de cátedra en la materia.

¿Y si le dijeran que reemplazarán todas las féminas del centro por fuerza masculina?

(Su rostro experimenta un cambio drástico).

Negativo, que me disculpen los hombres, pero son ellas quienes saben, las que ofrecen la ternura que requieren los animales, las más disciplinadas, voluntariosas y con deseos de trabajar. Tengo algunos hombres en funciones que no son malos ni incompetentes, pero me quedo con las mujeres.  

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