Enelio González López tiene una experiencia de 14 vegas y en su casa de curar tabaco hay acopiados unos 50 quintales de hojas de primera calidad. (Foto: Narciso Fernández Ramírez)
Narciso Fernández Ramírez
@narfernandez
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20 Marzo 2019
20 Marzo 2019
hace 4 años
Transcurría la Jornada por el Día de la Prensa Cubana cuando un grupo de reporteros y trabajadores de Vanguardia marchamos hacia el poblado de General Carrillo, en específico, hacia la Cooperativa de Crédito y Servicios Armando González, dirigida por José Raúl Denis Hernández, un hombre que dejó el aula para regresar a sus orígenes campesinos.
«Nos honra recibir a tan reconocido grupo de periodistas en fecha tan significativa. Siéntanse como en su casa », fueron las palabras de bienvenida de Denis, mientras el ómnibus tipo Girón desandaba kilómetros por la polvorienta carretera.
De ahí en adelante, y de finca en finca, pudimos conocer de la laboriosidad del campesino carrillense y, también, de su consabida hospitalidad hacia al visitante.
Y aunque no hubo tiempo para ver cuanto deseaban mostrarnos, sí nos alcanzó para conocer a una familia de apicultores; apreciar el fomento de la cría de ovinos y recorrer de punta a punta una casa de curar tabaco.
Ya en el local de la CCS Armando González, pudimos también compartir un rato con las féminas de la cooperativa, en la actividad que les había sido preparada por el Día Internacional de la Mujer.
Las colmenas de los Almenares
Las abejas tienen una de las mejores y más complejas organizaciones del mundo animal. Existen unas 20 000 especies, siendo la más conocida la abeja doméstica (Apis mellífera).
Sobresalen por su laboriosidad, y requieren de atenciones especiales. Desarrollar la apicultura es consagrarse a una profesión que exige entrega total los siete días de la semana y los 365 del año.
En nuestro recorrido por la «Armando González » tuvimos el privilegio de conocer a una familia dedicada en cuerpo y alma a tan exigente labor: los Almenares.
La encabeza el patriarca Ramón Felipe Almenares y la integran sus dos hijos, José Ramón e Idania; Javier Domínguez, su yerno, y la nieta Yudit. Sin olvidar a Marina Peña Rosales, la esposa de Ramón Felipe, quien se ocupa de las imprescindibles labores domésticas.
El viejo Ramón no solo ha resultado un buen colmenero, sino que recibió la condición de Mejor de Cuba en la obtención del propóleo. La recolección de ese producto de las abejas tan útil para la salud humana exige de un esfuerzo adicional, en aras de no perderlo.
Dueño de 330 colmenas, su sapiencia es tan grande como su humildad. Por eso, no se envanece cuando, obligado por la presencia reporteril, enseña el cuadro que así lo acredita: «No hacemos nada excepcional, solo dedicarnos por entero a las abejas y proponernos no desperdiciar el propóleo. El pasado año logramos 14,5 toneladas de miel, de un plan de 11, y en el caso del propóleo acopiamos 17,8 kilogramos. Considero al premio obtenido como el resultado de muchos años dedicados a este trabajo ».
Pero donde realmente el experimentado abejero saca a relucir el orgullo que todo ser humano lleva dentro, es cuando habla de la nieta Yudit: «Esa muchachita si es brava de verdad y nunca le ha tenido miedo a las abejas. Desde bien pequeña empezó a ir con nosotros a los colmenares y de entonces acá ha aprendido todo lo necesario del mundo de esos animalitos. Es nuestra heredera en el oficio ».
Yudit, la niña de los ojos de la casa, tiene 14 años y se acerca a la edad soñada de los 15, que cumplirá el 6 de mayo. Cursa el noveno grado en la secundaria básica del poblado y no se siente héroe de esta historia:
«Para nada tengo miedo. Desde los siete años comencé a trabajar las colmenas. Trabajo en cualquier cosa, pero mi labor principal consiste en desellar; o sea, quitarle el sello de cera que cubre las celdas de los panales y también centrifugar, dos procesos importantes en la extracción de la miel. Las abejas me pican a veces, pero no soy cobarde ».
Con los Almenares fuimos hacia las colmenas, distantes a unos dos kilómetros de la vivienda familiar. José Ramón, el hijo, hizo una rápida fogata y preparó el ahumador, instrumento indispensable para castrar los panales, pues el humo adormece a las abejas.
Varios de nosotros, con la avidez reporteril de atrapar en fotos el momento, seguimos sus pasos a prudente distancia. Las abejas revoloteaban a nuestro alrededor, pero ninguno sufrió sus dolorosas picadas. Vivimos una experiencia excepcional.
Con Arbelio y su esposa en El Manacal
Allí la visita resultó breve. El sol apretaba y los carneros ya necesitaban salir a pastar.
Frente a la casa de madera y tejas de fibrocemento, nos recibieron los dueños de la finca El Manacal: «Me llamo Arbelio Hernández Ruiz, y ella, Bárbara Martínez Cortés, mi esposa. Están en su casa »
Arbelio es un guajiro corpulento, de andar algo lento, mientras Bárbara es delgada y de rápidas reacciones, lo que demuestra al arrear el rebaño de más de 80 carneros.
También en El Manacal hay crías de vacas, cerdos y otras producciones: «Ahora en tiempo de seca entregamos cada día más de ochenta litros de leche a la bodega, pero en primavera acopiamos entre cuatro mil y cinco mil litros cada mes » nos dice Arbelio.
En tanto, su hijo Yordán, quien le ayuda en todas las labores, hace referencia a unos tres «cafetalitos » que hay en la finca, y a la aspiración de sembrar un cuarto.
Finalmente pasado el mediodía partimos para Carrillo, donde tras almorzar se compartió en la fiesta por el Día Internacional de la Mujer.
En ese lapso, Denis aprovechó para ratificarnos que su cooperativa se incluye entre las mayores productoras de maíz y frijoles de Villa Clara. Sin descuidar, refiere, otros renglones como el tabaco, café, leche y miel de abejas, en los que alcanzan, igualmente, buenos resultados.
Ya en la despedida, el presidente de la CCS Armando González nos reveló su filosofía de trabajo: «Para nosotros los récords constituyen retos. Así que en este año 2019, los resultados serán mejores ».