Lo mejor del central Perucho Figueredo: su gente

El ingenio encrucijadense asume el compromiso de cumplir el plan de azúcar, a pesar de las contingencias climatológicas.

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Central Perucho Figueredo, Encrucijada
(Foto: Narciso Fernández Ramírez)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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04 Abril 2019

Cada dí­a Nelson Fanjul mira al cielo para ver si hay algún atisbo de aguacero hacia la costa norte, y cada dí­a sin llover es una victoria que alcanza en aras de hacer valer la palabra empeñada de cumplir el plan de azúcar de la presente zafra.

Y como el director del «Perucho Figueredo », a las nubes miran también decenas de sus trabajadores, pues, como dicen los viejos guajiros de la zona, cada vez que orina una rana, se inunda la costa norte y resulta imposible continuar los cortes de caña.

Refiere este hombre delgado con tres zafras al frente de la UEB Perucho Figueredo que comenzaron con el pie derecho y le ganaron seis dí­as al inicio de la molienda, con una zafra chica excelente y 1475 toneladas de azúcar producidas, de las 746 planificadas; o sea, una arrancada a lo Usain Bolt.

Trabajadores del Central Perucho Figueredo, de Encrucijada
Nelson Fanjul, el director del «Perucho Figueredo », a la derecha, confí­a en sus trabajadores y ha logrado agrupar a expertos conocedores del proceso industrial del azúcar: «Hay que saber tratar a la gente, estimularla cuando hace falta y criticarla si fuera necesario ». (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

Igualmente, tuvieron un buen mes de enero, con los 31 dí­as de molienda. Pero ya en febrero comenzó la agoní­a reiterada de cada zafra y el central estuvo 15 dí­as inactivo a causa de la lluvia, y marzo tampoco les dio demasiadas posibilidades fabriles y las moliendas estuvieron bajas.

No obstante, la disposición de cumplir con las 15 442 toneladas del plan se mantiene intacta y hacia ese compromiso productivo enfocan sus esfuerzos los trabajadores del  central.

Cierto que el central posee una añeja maquinaria y piezas casi de un siglo atrás, pero los cambios tecnológicos hechos en los últimos años y, sobre todo, el empuje de su gente otorgan visos de credibilidad a la meta propuesta.

Confiado en sus trabajadores, Nelson Fanjul Orozco respondió sin titubeo: «Nosotros cumplimos, pues lo mejor del «Perucho Figueredo » es su gente y con ella contamos ».

El pailero springfield

Trabajadores del Central Perucho Figueredo, de Encrucijada
El pailero Springfield en plena faena, dando mandarria a una tuberí­a para ventilador de bagacillo. (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

Tiene el sobrenombre de un famoso fusil norteamericano, pero también le conocen por otro menos belicoso: la  Manchita. En realidad, se llama José Antonio Ruiz Sánchez y este 18 de marzo cumplió 68 años, una edad en la que muchos piensan en el retiro o disfrutan ya del merecido descanso laboral.

Pero ese no es el caso de Springfield o la Manchita, como lo llaman indistintamente sus amigos y compañeros, pues, con 47 años trabajando en centrales azucareros como pailero, dice sentirse todaví­a con fuerzas para seguir dándoles mandarria a los hierros para que el ingenio nunca pare; al menos, no por su culpa.

«Ahora mismo le estoy dando ángulo a una tuberí­a para ventilador de bagacillo. Casi siempre trabajo en la casa de calderas del central en funciones de reparación y mantenimiento, y lo hago esencialmente entre los meses de junio a diciembre para poner la fábrica a punto y comenzar la molienda en tiempo.

«Toda mi vida la he echado entre estos hierros. Provengo de las antiguas escuelas de capacitación del Minaz, ahora Azcuba, y mi principal orgullo es llegar a cincuentenario ».

Padre e hijo: Dos expertos torneros

Lo mejor del sector azucarero es la trasmisión del oficio de padres a hijos, tradición que asegura calidad y dominio de los secretos de la profesión.

Acá en el «Perucho Figueredo » nos tropezamos con dos buenos torneros padre e hijo. El veterano se nombra Ramón Guerra ílvarez, de 63 años, y el joven retoño, de 24, se llama Alexander Guerra Pérez, quien con orgullo afirma:

«Vine por mi papá y estoy acá desde los 16 años. Incluso, para poder empezar tuve que solicitar un permiso especial del órgano del trabajo ».

Trabajadores del Central Perucho Figueredo, de Encrucijada
Ramón y Alexander Guerra, padre e hijo, ejemplo de dos buenos torneros. (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

Los dos tienen la calificación de Tornero A, y según Nelson Fanjul, son realmente eficientes en el trabajo, pues dominan el oficio y laboran con calidad.

Cercano a ellos, trabajando en un torno, estaba otro joven a quien el amor por las maquinarias y los hierros le llega también por tradición familiar:

«Me llamo Yaniel Garcés de Armas, soy operador de máquinas herramientas, tengo 29 años y desde los 14 trabajo acá. Mi abuelo Alberto y mi tí­o Asbil de Armas laboran también en la industria azucarera.

Trabajadores del Central Perucho Figueredo, de Encrucijada
Yaniel  no escatima tiempo para lograr la excelencia en su trabajo, cuyas piezas se emplean en varios centrales de la provincia y la región central. (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

«Toda mi vida laboral ha estado vinculada al azúcar. Trabajar en un central tiene que gustar y estar «faja'o » con estos hierros también ».

Yaniel en ese momento estaba enfrascado en poner a punto  una pieza metálica y pudiera estar trabajándola  cuatro o cincodí­as para terminarla, si hiciera falta. «Trabajo apurado no sirve », comentó.

El regulador de la electricidad

Heriberto Rodrí­guez Hernández tiene 22 años, y se desempeña como operador de cuadro eléctrico.

A su cargo está regular la frecuencia del generador de electricidad y voltaje. Además, tiene otra no menos importante tarea: sincronizar el central con el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), lo que posibilita general energí­a para la fábrica y su excedente a la red eléctrica nacional.

Conocedor de la importancia de su trabajo, afirma: «No puedo equivocarme, si yo fallo, falla el central ».

Trabajadores del Central Perucho Figueredo, de Encrucijada
El joven Heriberto tiene la misión de regular la electricidad para el central y para el Sistema Electroenergético Nacional (SEN).  (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

Estos hombres, junto a Miriam González Olivera, al frente del Laboratorio y del control de la calidad de producto final: miel, azúcar, cachaza y bagazo, forman parte de la fuerza de trabajo de la UEB Perucho Figueredo,  en Encrucijada.

Una tropa envuelta en una  contienda tensa, donde del esfuerzo de todos dependerá cumplir los planes productivos y ayudar a Villa Clara, la provincia más azucarera de Cuba, a llegar a las 190 000 toneladas del dulce grano comprometidas con el paí­s, y a producir más azúcar si fuera posible.

Por eso, hasta mediados de mayo, Nelson Fanjul, el director del «Perucho Figueredo », seguirá mirando al cielo cada mañana y para sus adentros pedirá a San Isidro Labrador, el santo patrono de los agricultores, que quite el agua y ponga el sol.

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