En ví­speras del Granma, respondió Santa Clara

En Santa Clara se organizaron acciones para apoyar el desembarco del Granma, a partir de las instrucciones del propio Frank Paí­s, quien visitó la ciudad semanas antes del alzamiento del 30 de noviembre. 

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Yate Granma.
En vísperas del desembarco del yate Granma también se hicieron acciones revolucionarias en Santa Clara. (Foto: Archivo)
Benito Cuadrado Silva
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03 Diciembre 2020

Miles de combatientes, escribió Fidel a mediados de los años 50, se agrupaban en torno al 26 de julio, organizados a través de la isla en células obreras, grupos de combate y cuadros juveniles, de los que han dado prueba patente todos los actos públicos celebrados en todas las provincias, donde las consignas de nuestra hueste joven y vibrante fueron las consignas de la masa.

Casi un año más tarde, el 30 de noviembre de 1956, muchos de estos hombres y mujeres protagonizaron el levantamiento armado de Santiago de Cuba para apoyar el arribo del yate Granma a las costas orientales, donde en pie de guerra desembarcaron horas más tarde los expedicionarios, haciendo valedero el compromiso suscrito por el jefe de la Revolución, de que «en el 56 seremos libres o mártires ».

Quintí­n Pino Machado, combatiente revolucionario santaclareño.
Quintí­n Pino Machado dio la orden de acuartelamiento en la noche del 29 de noviembre. (Foto: Archivo de Vanguardia)

Santa Clara, de sostenida tradición patriótica, no amaneció ajena a los hechos. Frank Paí­s la visitó unas semanas antes para impartir las instrucciones dirigidas a secundar la insurrección en ciernes. Así­, el 28 de noviembre se recibió acá un cable desde México con la señal para iniciar las acciones, en cuya organización tuvieron destacado protagonismo los principales dirigentes del Movimiento villareño, entre ellos Margot Machado, Allan Rosell y Guillermo Rodrí­guez, en tanto que en el frente juvenil actuaban Rodolfo de las Casas, Quintí­n Pino Machado, quien dio la orden de acuartelamiento en la noche del 29, además de otros esforzados combatientes.

Uno de los grupos rebeldes se ubicó en la confluencia de las calles Martí­ y Lorda. Lo componí­an el propio Quintí­n, Efraí­n Alfonso, Rodolfo de las Casas y Gladys Garcí­a (Marel). Mientras esperaban por las armas, que nunca llegaron, preparaban cocteles molotov y proclamas subversivas.

Al no contar con el armamento necesario los jóvenes también emprendieron operaciones de sabotajes en distintos puntos de la ciudad. En la Vigí­a la gente de Raúl Nieves se dedicó a la interrupción del tránsito en la Carretera Central, en franco desafí­o a la fuerza policial. De igual modo se procedió en el populoso barrio Condado, en la zona de la Pastora y otros sitios en los cuales los amotinados regaron puntillas en las ví­as y forzaron el cierre de establecimientos públicos.

Con dos compañeros en un auto, Rodolfo de las Casas lanzó volantes en diferentes locaciones de la ciudad, mientras otros incendiaban algunos vehí­culos en las proximidades de garajes y servicentros. Esa noche la capital provincial permaneció a oscuras debido a los cortes de la red eléctrica, provocados por el grupo de José Ramón Acosta (Dinamo), asesinado unos dí­as más tarde por la policí­a en plena ví­a pública, cerca del cuartel de los Bomberos.

La carencia de armas determinó el paulatino repliegue de los sublevados, ante la imposibilidad de continuar manteniendo en jaque a los representantes del régimen. De todas formas, los combatientes de esta urbe demostraron en las calles su disposición combativa, a la vez que supieron responder con valor a la convocatoria de respaldo a los hombres llegados en el Granma aquel 2 de diciembre para obrar en pocos meses la liberación de la patria.

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