Última actualización: jueves, 28 de marzo de 2024, 19:40
En vísperas del Granma, respondió Santa Clara
En Santa Clara se organizaron acciones para apoyar el desembarco del Granma, a partir de las instrucciones del propio Frank País, quien visitó la ciudad semanas antes del alzamiento del 30 de noviembre.
En vísperas del desembarco del yate Granma también se hicieron acciones revolucionarias en Santa Clara. (Foto: Archivo)
Benito Cuadrado Silva
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03 Diciembre 2020
03 Diciembre 2020
hace 3 años
Miles de combatientes, escribió Fidel a mediados de los años 50, se agrupaban en torno al 26 de julio, organizados a través de la isla en células obreras, grupos de combate y cuadros juveniles, de los que han dado prueba patente todos los actos públicos celebrados en todas las provincias, donde las consignas de nuestra hueste joven y vibrante fueron las consignas de la masa.
Casi un año más tarde, el 30 de noviembre de 1956, muchos de estos hombres y mujeres protagonizaron el levantamiento armado de Santiago de Cuba para apoyar el arribo del yate Granma a las costas orientales, donde en pie de guerra desembarcaron horas más tarde los expedicionarios, haciendo valedero el compromiso suscrito por el jefe de la Revolución, de que «en el 56 seremos libres o mártires ».
Santa Clara, de sostenida tradición patriótica, no amaneció ajena a los hechos. Frank País la visitó unas semanas antes para impartir las instrucciones dirigidas a secundar la insurrección en ciernes. Así, el 28 de noviembre se recibió acá un cable desde México con la señal para iniciar las acciones, en cuya organización tuvieron destacado protagonismo los principales dirigentes del Movimiento villareño, entre ellos Margot Machado, Allan Rosell y Guillermo Rodríguez, en tanto que en el frente juvenil actuaban Rodolfo de las Casas, Quintín Pino Machado, quien dio la orden de acuartelamiento en la noche del 29, además de otros esforzados combatientes.
Uno de los grupos rebeldes se ubicó en la confluencia de las calles Martí y Lorda. Lo componían el propio Quintín, Efraín Alfonso, Rodolfo de las Casas y Gladys García (Marel). Mientras esperaban por las armas, que nunca llegaron, preparaban cocteles molotov y proclamas subversivas.
Al no contar con el armamento necesario los jóvenes también emprendieron operaciones de sabotajes en distintos puntos de la ciudad. En la Vigía la gente de Raúl Nieves se dedicó a la interrupción del tránsito en la Carretera Central, en franco desafío a la fuerza policial. De igual modo se procedió en el populoso barrio Condado, en la zona de la Pastora y otros sitios en los cuales los amotinados regaron puntillas en las vías y forzaron el cierre de establecimientos públicos.
Con dos compañeros en un auto, Rodolfo de las Casas lanzó volantes en diferentes locaciones de la ciudad, mientras otros incendiaban algunos vehículos en las proximidades de garajes y servicentros. Esa noche la capital provincial permaneció a oscuras debido a los cortes de la red eléctrica, provocados por el grupo de José Ramón Acosta (Dinamo), asesinado unos días más tarde por la policía en plena vía pública, cerca del cuartel de los Bomberos.
La carencia de armas determinó el paulatino repliegue de los sublevados, ante la imposibilidad de continuar manteniendo en jaque a los representantes del régimen. De todas formas, los combatientes de esta urbe demostraron en las calles su disposición combativa, a la vez que supieron responder con valor a la convocatoria de respaldo a los hombres llegados en el Granma aquel 2 de diciembre para obrar en pocos meses la liberación de la patria.