El sistema inmune, la COVID-19 y la vacuna: lo que debe saber

Entrevista con el Dr. Frank Quintana Gómez sobre aspectos importantes del SARS-CoV-2, su relación con el sistema inmunológico y los mecanismos de actuación de las vacunas.

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Sistema inmunológico contra la COVID-19.
El sistema inmune es una especie de guardián natural con el que contamos. (Foto: Tomada de Internet)
Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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27 Mayo 2021

Desde que el cientí­fico estadounidense Michael Heidelberger demostró que los anticuerpos son proteí­nas aseveración que le valió para ser considerado el padre de la inmunologí­a moderna, no se habí­a hablado tanto del tema a escala global. El mundo continúa su lucha contra la COVID-19, y mientras la ciencia trabaja duro para doblegar el virus, circulan en internet cientos de estratagemas «milagrosas » sobre cómo evitarlo o lograr una cura definitiva. A más de un año de pandemia, el conocimiento sigue siendo un bien invaluable que nos ha permitido trazar el camino y salvaguardarnos tanto a nivel de paí­s como a escala personal.

Doctor Frank Quintana Gómez.
El Dr. Frank Quintana Gómez habla de la importancia de tener un estilo de vida saludable para mantener en forma óptima el sistema inmunológico. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

Para esclarecer puntos importantes y saber más, conversamos con el Dr. Frank Quintana Gómez, médico del hospital Pediátrico Provincial, especialista de I grado en Inmunologí­a y profesor auxiliar de la Universidad Médica villaclareña, quien ofreció una clase magistral de conocimiento y partió, justamente, por explicar qué es el sistema inmune.

Según precisó, se le llama «sistema inmunológico también conocido popularmente como sistema de defensa al conjunto de moléculas, células, tejidos y órganos cuya función fundamental es defendernos de infecciones provenientes del medio externo. Estas pueden ser bacterianas, virales, por hongos, o también por parásitos. Además, es el encargado de mantener la homeostasis   o control del medio interno. Es decir, combatir o eliminar cualquier daño que ocurra en dicho medio; por ejemplo, eliminar células dañadas por el envejecimiento, células tumorales, células que han sufrido un traumatismo o cualquier otro tipo de daño.

«Cuando tenemos el sistema inmunológico bajo o afectado, en términos médicos hablamos de una inmunodeficiencia, la cual puede ser primaria, si se trata de una enfermedad en sí­ misma, o secundaria, si existen otras causas conocidas que la originan. Por ejemplo, puede ser una inmunodeficiencia secundaria a una infección. La más famosa es el sida (sí­ndrome de inmunodeficiencia adquirida), secundario a la infección por el VIH. Aunque también puede ser secundaria a muchas otras infecciones, sobre todo virales, incluso a la mala nutrición o al uso de medicamentos inmunosupresores, como los esteroides.

¿Cómo podemos saber si tenemos inmunodeficiencia?

Su diagnóstico se realiza a partir de dos parámetros: el clí­nico y el de laboratorio. En el caso del clí­nico, existe un grupo de señales, algunas de las cuales guardan relación, por supuesto, con las infecciones. Es decir, podemos ver a una persona que sufre con mucha frecuencia de infecciones, las cuales no se curan con tratamientos especí­ficos, duran más tiempo del habitual, o son ocasionadas por gérmenes oportunistas que normalmente no debí­an hacernos daño.

«Asimismo, hay enfermedades o lesiones especí­ficas, por ejemplo, elevada frecuencia de verrugas vulgares, plantares u otras (popularmente conocidas como «ojos de pescado »), de orzuelos, forúnculos, ántrax o abscesos recidivantes que no resuelven con los tratamientos habituales. Además, la presencia de un herpes zóster (culebrilla) en una reinfección por el virus de la varicela o la persistencia del herpes simple en general. En los niños aparecen otras señales más especí­ficas, como retardo en el crecimiento, caí­da tardí­a del cordón umbilical, dismorfias cráneo-faciales, caracterí­sticas especí­ficas de la piel y el pelo, presencia frecuente de lesiones por hongos, aftas bucales y arañas vasculares, entre otras.

«En general, la primera señal tiene que ver con las infecciones, pero la confirmación se hace a través de estudios de laboratorio ».

í“rganos del sistema inmunológico.
(Foto: Tomada de Internet)

¿Por qué la COVID-19 puede pasar asintomática en unos y matar a otros? ¿Tiene que ver el sistema inmune en ello?

Son muchas y muy diversas las formas en las que puede acontecer una infección por el virus SARS-CoV-2. Estas pueden ir desde la no infección hasta la forma grave, que puede llevar a la muerte, pasando por las formas asintomáticas o con sí­ntomas leves.

«Tenemos que reconocer que sí­, que el sistema inmunológico es el responsable o, al menos, el protagonista principal en cada una de estas diversas formas. Está diseñado para protegernos; sin embargo, en algunas ocasiones, y esto no es privativo del SARS-CoV-2, el perjuicio  mayor al organismo humano lo producen los efectores de la respuesta inmune que están tratando de defendernos y sobrepasan la capacidad de tolerancia y de adaptabilidad del organismo, lo que puede provocar un daño mayor que el del propio germen.

«El organismo necesita de un sistema inmunológico fuerte, sólido, robusto, competente, para enfrentar este virus. Primero, para no infectarnos o, para si nos infecta, lograr salir de forma asintomática o con sí­ntomas leves y sin llegar a la gravedad. No obstante, cuando llegamos a la gravedad, hay que disminuir la capacidad de ese sistema inmunológico. Por ello se utilizan medicamentos inmunosupresores, con el objetivo de evitar  el daño que este causa  en su intento de protegernos.

«Creo necesario aclarar que este descontrol del sistema inmune solo ocurre en un porcentaje mí­nimo de los pacientes. En la mayorí­a, el sistema puede controlar la infección. Influye mucho la carga viral y el tiempo de exposición. Si a esto le sumamos que la persona lleve nasobuco y cumpla con las medidas sanitarias, entonces las probabilidades de que no enferme de gravedad son mucho mayores.

«Se ha demostrado que en el paciente cuyo sistema inmunológico no está preparado, el virus desencadena un grupo de mecanismos de evasión que le permiten progresar en la infección e instaurarse en los diferentes órganos y tejidos sin que sea percibido. Mientras más tiempo logre avanzar, mayores son las ventajas a favor de la infección, y mientras más rápido actúe el sistema, mayores son las ventajas para nuestro organismo. Estos perí­odos de tiempo varí­an mucho, por eso hay un margen de perí­odos de incubación. En algunos es muy corto, en otros más largo. Cuanto más se prolongue, más posibilidades tiene de replicarse y de utilizar nuestras células para hacernos daño ».

Mucho se habla de las vacunas y se han convertido en nuestra arma para ver la luz al final del túnel. ¿En qué mecanismos inmunológicos se basa el efecto de la vacunación?

El sistema inmune responde de forma diferente a cada contacto que tiene con cualquier tipo de agresión. No se comporta de la misma manera en el primer contacto con un germen que en el segundo, tercero o en los sucesivos. Esto se basa en la propiedad de «memoria inmunológica ». Siempre en el primer contacto la respuesta va a ser relativamente débil, de corta duración, poco especí­fica y, en general, poco efectiva. En esta primera vez tiene que reconocer el germen, procesarlo, generar una respuesta inmune. Todo eso lleva tiempo. Este tipo de respuesta, la primera ante un germen o agresión, se denomina primaria. No ocurre igual en los siguientes contactos con el mismo germen, porque el sistema «recuerda » que ya tuvo contacto con este. La segunda respuesta y las sucesivas se denominan secundarias, ya son mucho más rápidas, casi de manera inmediata, mucho más efectivas y de larga duración. Incluso, por lo general, los contactos posteriores conllevan la eliminación del germen sin enfermar.

«Las vacunas usan un germen controlado; es decir, un germen vivo atenuado, muerto, una partí­cula o subunidad del germen, o simplemente la toxina de este. Al inyectarla en nuestro organismo, el sistema inmunológico “gasta” su primera respuesta, la primaria, en la vacuna que no es una infección verdadera, y cuando realmente tiene contacto con el germen, ya estamos inmunizados, pues “recuerda” el o los contactos previos y se va a generar una respuesta inmune secundaria mucho más efectiva.

«Por ejemplo, nuestro candidato vacunal Abdala está constituido por una subunidad proteica del virus. Ni siquiera es el virus completo, ni atenuado, ni muerto, sino solo una subunidad que se obtuvo por ingenierí­a recombinante en células de levadura, una forma bastante barata de conseguirlo a partir de la tecnologí­a existente en Cuba. Nuestro paí­s cuenta con una infraestructura con más de tres décadas de éxito en el campo de la vacunologí­a.

«Esta subunidad, RBD recombinante la más importante en la unión del virus al receptor de las células humanas, es una simulación de la estructura de unión al receptor que tiene el verdadero virus. No estamos poniendo el virus. El sistema inmune recibe la vacuna Abdala, interpreta que está siendo agredido, capta las señales, reconoce la estructura que se le está presentando y genera una respuesta inmunológica contra esa vacuna, que es inocua. Entonces, el sistema inmunológico “gasta” su respuesta primaria, de modo que, en sucesivos contactos con el virus real, “recuerda” esa estructura y ya la respuesta inmunológica será secundaria, más rápida, efectiva, especí­fica y duradera, lo cual debe ayudarnos a que no enfermemos o, si sucede, que curse de manera asintomática o con sí­ntomas leves, o que al menos no desarrollemos la forma grave de la enfermedad.

«Esto depende de cuán efectiva sea la respuesta que logró el sistema inmunológico de la persona vacunada, lo cual se relaciona, en buena medida, con el estado del sistema inmunológico al momento de la vacunación, entre otros factores.

«En el caso de Abdala, tenemos la ventaja de que no se pone una sola dosis. Nuestro sistema inmunológico va a tener tres contactos con esa estructura. Genera una respuesta primaria en la primera dosis, luego hay un booster o segunda dosis a los 14 dí­as y una tercera de refuerzo a los 28, y así­ garantizar las condiciones para una efectiva respuesta secundaria en sucesivos contactos con la estructura viral. Cuando el virus llegue, debemos tener una respuesta inmune eficaz. Todaví­a estamos en la fase III, en la que se demuestra la eficacia de la vacuna, pero somos optimistas al respecto ».

Teniendo en cuenta la importancia del sistema inmune, ¿cómo podemos ayudar a que esté en forma óptima?

Con un buen estilo de vida. Debemos tener correctos hábitos alimentarios: consumo frecuente de frutas, verduras, vegetales. Eliminar las grasas saturadas y el exceso de azúcares. Resulta vital mantener un adecuado hábito de sueño. En la noche, cuando descansamos bien, ocurre una reiniciación del sistema para enfrentar los retos del dí­a siguiente. En los niños, sobre todo, se aconseja actualizar el esquema de vacunación, pues les ayuda a madurar su sistema inmunológico.

«También resulta importante eliminar hábitos tóxicos y realizar ejercicio fí­sico, pues está demostrado su efecto positivo. Debemos aprender a manejar el estrés. El estrés mantenido produce afectaciones. Se aconseja evitar el uso de medicamentos inmunosupresores no prescritos y mantener la salud en buen estado en sentido general. Evitar, por ejemplo, las anemias. La felicidad y la risa mejoran el sistema inmune, como mismo la depresión y la tristeza lo dañan.

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