Mayli Estévez Pérez
Mayli Estévez Pérez
@mestevezp
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28 Noviembre 2016

Se hizo acompañar de la única cosa que no se le despega del brazo todos los dí­as, la jabita del pan. Salió sin refinamientos quizás no los tenga sin acomodarse el pelo. Buscó un abrigo, las madrugadas han empezado a ser frí­as en Cuba, ya diciembre toca la puerta. Es un abrigo antiguo, quizás el mismo con el que subiera al Escambray, cuando el mismo hombre que hoy sale a despedir, le pidió a esta Isla que creyera, pero que primero leyera.  

Buscó entre el polvo del viejo closet la medalla de aquella campaña, se la puso en el pecho, donde van las cosas grandes y caminó hasta el Parque Vidal como todas las mañanas. Hizo algo distinto, pidió una rosa, pidió una flor. No querí­a «verlo » con las manos vací­as. Se acomodó en la fila silenciosa…fue la tercera. Otra vez pensó que no estaba sola. Pero no habló con nadie, se limitaba a negar ciertas conversaciones internas que sostení­a con ella misma. ¿O acaso era negar esa verdad del 25?

El Himno Nacional ha vuelto a sonar… «que morir por la Patria es vivir », grita la fila. Termina y arranca la voz de Sara González por el audio de la Biblioteca Provincial Martí­, donde dos gigantografí­as de Fidel han cambiado su fachada habitual, no así­ su solemnidad. En el balcón derecho, un 6 de enero, él le habrí­a hablado a Santa Clara, aupado por una alegrí­a popular, sincera, espontánea. Esta mañana se ha trastocado el sentimiento, pero la gente sigue pareciendo sincera, espontánea.

Allí­ está ella, la tercera de la fila, que se restriega los ojos, que camina despacio con la flor en la mano, que rompe el protocolo absurdo de los dí­as donde no hay protocolo, porque nadie puede moldear el dolor. Y se sale de la fila, ya no es la tercera, es cualquiera y le pega un beso a la foto, que en su imaginario es eso, besar a Fidel.

He aprendido a seguirla cuando ya no es la tercera de la fila, ha dejado de tener un número y no ha podido decirme su nombre, solo se sabe uno: « ¿Por qué te has ido Fidel?, ¿Por qué nos has dejado? ». Grita a la pared, mientras la abrazo y pienso un poco en cómo se puede escribir de las lágrimas de otro, sin ser un poco mí­seros e insensibles. Me dice que fue alfabetizadora y mira al suelo, y saca el pañuelo de la jaba de nylon y se encamina a la casa, en donde asegura: «Voy a seguir llorando ».

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