Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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01 Diciembre 2016

De nuevo, como el 6 de enero de 1959, el Parque Vidal se llenó de pueblo para esperar a su Comandante. En esta ocasión los rostros no mostraban la misma alegrí­a de entonces, cuando el barbudo de 32 años, les habló desde el edificio del Gobierno Provincial. La misma edificación que hoy, 1ro de diciembre de 2016, convertida en Biblioteca Provincial Martí­, mostraba dos fotos del inclaudicable guerrero, al que solo la muerte, pudo vencer.

No era la misma alegrí­a, pero sí­ la misma devoción. Ahora Fidel no vendrí­a a hablarles y darle la bienvenida a un pueblo ansioso de ver y escuchar al hombre que habí­a derrocado la dictadura de Batista, y que prometí­a cumplir el sueño inconcluso de Martí­.

No. Ahora Santa Clara vení­a a decirle un ¡Hasta siempre! a Fidel. Al Fidel que durante algunas horas estuvo conversando con el Che en el Memorial, y que, junto al Comandante cubano-argentino, de seguro habí­a trazado nuevos planes y se habí­a propuesto nuevas metas.

Allí­ estaban esperando al jefe sus veteranos combatientes de la Sierra, la Caravana de la Libertad, Girón, Crisis de Octubre, Lucha contra Bandidos, misiones internacionalistas. Todos con sus medallas gloriosas y la bandera cubana en la mano. Y todos, con Fidel bien dentro en el corazón, ese que sienten apretujado desde que conocieron la noticia del paso a la inmortalidad del invencible Comandante en Jefe.

Estaban también sus hombres de la clandestinidad. Sus obreros, sus campesinos, sus intelectuales, sus estudiantes, sus pioneros. Toda esa masa irredenta, que el calificara como pueblo, en su histórico alegato La Historia me Absolverá.

Nadie faltó a la cita. La primera en llegar fue una mujer de 65 años. Llegó en su sillón de ruedas, pues le falta la pierna derecha. En el  regazo de la saya, una foto de Fidel Castro. Se llama Luisa Deisy Hernández Sánchez.

Estuvo esperando a su Comandante desde las 10 de la noche: “Vine a esa hora porque tuve miedo que cuando fueran a cerrar el parque no me dejaran pasar. No podí­a faltar, yo le debo mucho a él, como que no. Desde mis padres, yo, mis hijos, mis nietos, todo se lo debo. Todo“.

Al filo de las seis de la mañana, el parque Vidal estaba abarrotado. Cada cual iba ocupando el lugar asignado para el homenaje. Los niños de las escuelas primarias llevaban de su autorí­a carteles dedicados al lí­der histórico de la Revolución: “Yo soy Fidel”, “Fidel está con nosotros”, “La muerte no es verdad”, “Viva Fidel”.

Una mujer, con rostro adusto, tení­a un pullover con el rostro del Che, y en la mano, la foto de Fidel; los sonrientes, como cómplices de la misma aventura   revolucionaria.

Lágrimas, muchas lágrimas

Llegadas las  7 de la mañana, aún cientos de los pajaritos negros del Parque Vidal revoloteaban de rama en rama, y de árbol en árbol, como a la espera de lo que sobrevendrí­a.

Primero pasaron dos patrulleros. Luego se vio llegar al jeep con el jefe del Ejército Central, general de división Raúl Rodrí­guez Lobaina, sentado en el asiento delantero, al lado del chofer.

Finalmente arribó el jeep con el armón que conduce en una urna de cedro las cenizas del Comandante en Jefe. Paró frente a la Biblioteca, en el sitio en que 57 años atrás, Fidel les hablara a los santaclareños, en aquel dí­a de reyes inolvidable.

La emoción no se pudo contener más. Se desborda a raudales. Y si muchos fueron los gritos de ¡Viva Fidel! ¡Yo soy Fidel! ¡Viva la Revolución!, muchas, muchí­simas más, fueron las lágrimas derramadas.

Todos lo hicimos sin pudor, incluso hombres curtidos como los generales de brigada (r) Carlos Carballo Betancourt y Andrés Leiva Castro. Todos, absolutamente todos, lloramos.

A mi lado, dos jóvenes del Minit, integrantes del cordón organizativo, sollozaban sin parar. Más allá, estudiantes del preuniversitario Osvaldo Herrera también lo hací­an, Y lloraba Luisa Deisy, la primera en llegar, y lloraba el octogenario Higinio Cárdenas, quien vino a pie desde el Hogar de Ancianos # 3 a despedir a Fidel.

Las notas del glorioso Himno de Bayamo le pusieron mayor solemnidad, si eso fuera posible, al irrepetible momento patriótico: ¡Santa Clara, le lloraba a Fidel!, ¡Villa Clara, le lloraba a Fidel!, ¡Cuba, le lloraba a Fidel!

(Foto: Tomada de Internet).

Y en su postrer camino a la eternidad, Fidel volvió a recordarnos, aquellas palabras suyas del 6 de enero de 1959: “He venido a conversar con ustedes un rato.   Desde que el pueblo manda hay que introducir un nuevo estilo: ya no venimos nosotros a hablarle al pueblo, sino venimos a que el pueblo nos hable a nosotros (…) El que tiene que hablar de ahora en adelante, el que tiene que mandar de ahora en adelante, el que tiene que legislar de ahora en adelante, es el pueblo (…)”

Minutos después, la Caravana de la Libertad. O mejor, la Caravana de la Eternidad, siguió su paso por la calle Colón hacia la Carretera Central; y, de ahí­, rumbo a Placetas para introducirse luego en la provincia hermana de Sancti Spí­ritus.

Seguir su ejemplo

Luisa Deisy fue la primera en llegar para participar en el homenaje póstumo al Comandante en Jefe. Llegó al parque Vidal a las 10 de la noche. (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez).

Poco a poco la gente comenzó a dispersarse. Llegaron, o ya estaban, personas de otras latitudes, asombradas de lo que acababan de ser testigos.

 Muchos santaclareños, antes de irse, quisieron dejar un recuerdo imperecedero de su presencia en el homenaje póstumo y se tomaron fotos con sus teléfonos celulares ante el retrato del lí­der histórico de la Revolución.

Un niño, de la mano de su mamá, tení­a en la frente escrito el nombre de Fidel. Aún su tierna edad no le permite comprender lo vivido, pero la madre que le acompañaba se lo hará entender, y un dí­a, lo llevará para siempre en su corazón. Ojalá.

Incluso pude ver a una mujer depositar un ramo de flores rojas ante la foto del Comandante, y arrodillarse frente a él, para pedirle, quién sabe qué, pero sabedora que Fidel, nunca en vida dejó de cumplir una promesa y ayudar a los más necesitados de la tierra; de esta cubana, y la de otras latitudes, y después de muerto, quién sabe, a lo mejor, tampoco.

Una santaclareña tuvo la feliz idea de traer un cuadro con las fotos de Fidel y Raúl, hermanos de sangre y de ideales. Su simbolismo, en momentos de tanto dolor, hizo que el padre de un niño minusválido, se lo pidiera prestado para retratar a su retoño con los dos lí­deres.

En declaraciones a la prensa, el general Carballo reafirmaba la convicción de ser fieles al legado de Fidel hasta las últimas consecuencias, hasta el último suspiro, e instaba a seguir su ejemplo.

Murió el artista, pero quedó la obra. Ya las cenizas de Fidel transitan por territorio espirituano. El viernes llegarán a la cuna de la Revolución. Y el domingo, 4 de diciembre, a las 7.00 a.m. serán depositadas en tierra santiaguera, en el cementerio de Santa Ifigenia, al lado de José Martí­.

Santa Clara, dijo adiós esta mañana de jueves 1ro de diciembre a su eterno Comandante en Jefe. En el ambiente, como flotando, pero arraigadas en el corazón de cada uno de sus hijos,  las palabras finales del discurso de Fidel, aquel mediodí­a del 6 de enero de 1959:

  ¡Hay que trabajar para hoy y para mañana, para esta generación y para las generaciones venideras!   ¡Hay que sentar sobre bases firmes el futuro grandioso de la patria!

Así­ será, Comandante. Hasta la victoria siempre.

 

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