Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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31 Enero 2017

Las estribaciones del Escambray villaclareño conocen esta historia. La han visto crecer y empinarse con ella, como lo hace el Sol de cada dí­a desde Las Calabazas, un punto situado justamente a nueve kilómetros del poblado de Gí¼iní­a de Miranda, donde Laura Linet Soto Ramos pasea sus sueños por la vida.

Ahora moldea el barro hasta lograr la figura deseada. Poco a poco configura la jarrita y una vez terminada escoge los colores a fin de vestir su obra. Nadie la presiona, ni tampoco le sugieren aquellas tonalidades a utilizar, y ante la acuarela se decide por el azul, blanco y rojo como los de su bandera cubana. Así­ desarrolla el mundo creativo bajo los instintos que mueven el timonel de la imaginación.

Laura ya tiene 15 años y celebró su anhelada fiesta. Lindas fotografí­as le acompañan y a través del tiempo ha vencido los derroteros impuestos por el destino. De sus manos surgen macramés e infinidades de objetos artesanales confeccionados a base de materiales desechables.

Tampoco es extraño que recorte o mueva las agujetas para lograr un esmerado tejido, y que guste de la danza o del baile con apreciables aptitudes.

Una historia común que pudiera resultar intrascendente; sin embargo, Laurita es de esos casos que llegan al universo con una alteración en un par de cromosomas y marcan a las criaturas bajo el Sí­ndrome de Down.

En busca del arcoí­ris

La perseverancia familiar y el aporte de muchos devienen piedras angulares en el dí­a a dí­a de la joven que sigue siendo para todos una niña mimada. Bien lo sabe Yaimara Martí­nez Sarduy, quien además de ser su tí­a funge como instructora de Artes Plásticas y ha desarrollado el proyecto Un diamante en la montaña como joya que pule su brillo.

Ella pone en práctica esa paciencia necesaria ante casos que no todos los dí­as manifiestan idéntica disposición.

También el baile constituye otra diversión gracias a las nociones de los instructores de arte. (Foto: Rogelio Mora Rojas).

«Para lograr las motivaciones utilizo el juego y las adivinanzas sin forzar comportamientos. Es increí­ble sus preferencias hacia la pintura, la elaboración de objetos o las acciones apoyadas en barro y papel maché », subraya Yaimara.  

Y dentro de ese mundo van en busca del arcoí­ris, con el aporte de otros instructores como Yuneski Martí­nez Fuentes, especialista en música, que no deja de reconocer el rápido aprendizaje de su alumna, o de Ismary Valera Ibargollí­n, la promotora de la comunidad Las Calabazas, empeñada en la búsqueda de nuevos escenarios para continuar descubriendo el universo.

La complicidad de Yaimara, Yuneski e Ismary va más allá. Todos unidos buscan un proyecto integral en el que se den la mano el teatro, la danza, y la música en perfecta fusión.

Por sus propias caracterí­sticas Laura habla poco, solo la entiende su familia, pero resulta muy cariñosa y su comportamiento no es nada agresivo. Quizás extraña mucho la escuelita José Galindez donde comenzó a transitar por esos laberintos inagotables del conocimiento gracias al sacerdocio de su maestra Margarita Bravo Rodrí­guez y de sus profesores de Educación Fí­sica y de Ajedrez.

Desde allí­ la menor limpiaba el entorno, izaba la bandera, y mostraba todo su interés en descubrir el universo hasta que un dí­a el plantel cesó debido a la reestructuración educacional.

Ahora recibe los conocimientos mediante Daisy Toscano, una maestra ambulatoria que reside muy distante de la vivienda y quien no puede llegar a diario hasta la modesta casita ubicada en Las Calabazas.

Parece un sueño pero es real. Por eso se recuerda al poeta al reafirmar que «solo el amor engendra la maravilla ». Coincide en ello Félix Marí­n Correa, el presidente del Consejo Popular de Gí¼iní­a de Miranda, quien no deja de reiterar su gratitud por estas acciones dirigidas a la reinserción de Laura a la vida social. Incluso el proyecto cultural que la convierte en protagonista lo presentan en cuantos espacios sean posible y hasta sale de los marcos de la localidad. No por gusto suma tantas distinciones y reconocimientos.

En sus 27 años de ejercicio gubernamental considera que constituye una excelente motivación para que casos similares sepan que existen ventanas abiertas porque también tienen ganado el derecho a la vida, y para demostrarlo mensualmente programan una actividad organizada por la familia, los instructores y el consejo popular en la medida de las posibilidades.

«Gracias a todos, y a una Revolución que permite dignificar la existencia lo rural crece y se viste de gala en pleno lomerí­o del Escambray », puntualiza Marí­n Correa.

Las confesiones de Ania

Los instintos maternales despiertan el caudal de las emociones en Ania Ramos Sarduy. A veces su voz se ahoga invadida por el sentimiento, a tal punto que no puede olvidar el instante en que le confirmaron el diagnóstico de su hija. A partir de entonces creó las herramientas para enfrentar la realidad contra vientos y mareas.

Confiesa que pasó meses pensando en los 15 de su hija, en cómo serí­a la fiesta, y sobre todo en el futuro, mas se impuso, y disfrutó a plenitud aquellos momentos en que Laura aprendió las vocales y pronunció las primeras sí­labas en su escuela.

«Yo trabajo precisa en la sala de Ví­deo próxima a lo que fue su centro de enseñanza. Desde allí­ la miraba y apreciaba su adelanto a diario. Nunca tuve ilusiones en volver a parir porque mi niña no constituí­a un estorbo, pero hace poco lo decidí­ mirando hacia el futuro ».

Pasaron 15 años. Ania Ramos no ocultó su temor de enfrentar otro embarazo, «pero gracias a este paí­s me hicieron múltiples exámenes y sabí­a de antemano que mi segunda descendencia vení­a sin problemas ».

Desde hace seis meses Leandy es el nuevo inquilino de Las Calabazas muy bien recibido por Laurita quien comparte con sus padres la atención a su hermanito.  

La vida en el hogar sigue su ajetreo con las vivencias de Ernani Soto Bravo, el jefe de familia orgulloso de cada integrante de su núcleo y delegado de la circunscripción por más de dos décadas, y por Enidia Sarduy Gómez, la abuela joven de Laura que desde el propio corazón de Gí¼inia abraza la esperanza.

Junto a su mamá, Ania Ramos quien 15 años después del nacimiento de su primogénita trajo al mundo a Leandy. (Fotos: Rogelio Mora Rojas).

Mientras tanto Laura Linet no deja de practicar la equitación como el mejor de los jinetes, domina la bestia sin temores, y de vez en cuando descuelga el teléfono para conocer de sus abuelos paternos residentes allá por las lejanas vegas de Vueltabajo.

«Nunca me he sentido sola. Tengo el apoyo de la familia, de los vecinos y de todos los que se han sumado a este proyecto para nutrirlo con sus buenas intenciones », precisa Ania.

La vida sigue haciendo historia. Entre capí­tulos sorprendentes y protagonistas anónimos se impregnan valores a esas realidades que reclaman de múltiples colores. Instructores de arte que piensan en grande para que los nobles proyectos traspasen puertas y toquen corazones.

Y si dedicaciones comunes se trata las hay para un Fidel que también vibra en Las Calabazas y constituye el inspirador de nuevas contiendas labradas, sobre todo, con las manos del alma.  

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