Un Primero de todos, unidos

Santa Clara, en representación de todos los habitantes de Villa Clara, demostró la fortaleza de la clase obrera y de su pueblo.

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Banderas cubanas en el Primero de Mayo
(Foto: Ramón Barreras).
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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01 Mayo 2017
Al término de la marcha Ulises Rosales del Toro dejó sus valoraciones acerca de lo apreciado. «Un desfile extraordinario. Resaltó la presencia de la juventud, así­ como la organización, la disciplina y la imagen que ha dado Santa Clara ». (Fotos: Ramón Barreras).

De nuevo la Plaza Ernesto Che Guevara convocó al primer dí­a de mayo, y desde su pedestal el Guerrillero observaba a hombres y mujeres inspirados y comprometidos.

Más aún cuando Santa Clara está envuelta en conmemoraciones por los 50 años de su caí­da en combate en tierras bolivianas y las dos décadas del retorno a esta ciudad que le debe buena parte de su historia.

Así­ desfiló la gente de una urbe en el primer mayo en que los trabajadores multiplican a Fidel y prosiguen la cabalgata junto a su lí­der de siempre.

Nada mejor para iniciarla que un bloque de 10 mil jóvenes como representantes del futuro y designados para llevar las banderas de la continuidad histórica.

Después se sumó la columna del pueblo agrupado en sus sindicatos. Protagonistas de la fábrica, el taller, la escuela, la campiña o el hospital, a fin de reafirmar que la hora de los hornos llama siempre a los nuevos combates.

Y entre la mezcla de tantas edades estaban los niños como la esperanza del mundo.

Por su parte Carlos Rafael Miranda destacó la belleza de lo vivido. «Aquí­ se defendieron postulados importantes porque Fidel sí­ sigue estando entre nosotros. Su foto y el grado de Comandante estaban multiplicados, al igual que las imágenes del Che y Chávez, por lo que se impone la felicitación ante esta magní­fica demostración que refuerza la unidad de todo un pueblo ».

Unos cargados en los hombros de sus padres, otros imitando el paso de los adultos por la ancha avenida, y algunos en sus coches ajenos a lo que ocurrí­a.

En manos de quienes desfilaron estaban las efigies de Raúl, de Lázaro Peña como capitán de la clase obrera, de Jesús Menéndez, de Bolí­var y de Martí­, ese maestro inigualable, único e irrepetible.

A la cita concurrieron también los combatientes de todas las épocas, los internacionalistas que no conocen fronteras, ni sacrificios personales, para entregar talento y corazón a los miles del mundo necesitados de buenas acciones.  

Dos horas justas en medio de una fiesta compartida y abierta a las evocaciones, hacia un sur gigante impregnado por el legado chavista que se ve amenazado por los aires turbios de la derecha.

Junto a todos, las delegaciones extranjeras que siempre comparten la alegrí­a de este primer dí­a de mayo desde el centro de Cuba, en una ciudad a la que no le importó que un sol mañanero se escondiera por instantes porque Santa Clara brilló con la luz de sus trabajadores y familiares a su paso por la Plaza.

Poco a poco el sitio retornó a su silencio, y desde el alto del pedestal el Che y su Destacamento confiaron más en su pueblo, en esos humanos plenos de derechos que mostraron las proezas de una Patria digna.

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