Mayli Estévez Pérez
Mayli Estévez Pérez
@mestevezp
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21 Septiembre 2016

El máscara Yulexis La Rosa, debutó con el Villa Clara de béisbol hace 16 años. El quemadense tení­a muchos í­dolos en la receptorí­a y tení­a una presión adicional en su llegada al team naranja: ganarse un puesto regular en un equipo donde mandaba unos de sus grandes referentes, el máscara del Cuba, Ariel Pestano.  

Pese a sus elegantes maneras defensivas en el home, La Rosa tuvo que conformarse en muchas ocasiones con la banca. De vez en cuando se convertí­a en una especie de «cerrador » en el plato. Concluí­a el partido, cuando Pestano ya habí­a echo el resto. No obstante, su seguridad con los arreos le llevó al team nacional en varias ocasiones. La Rosa, tampoco se sentó a esperar su oportunidad, y junto a su í­dolo, intentó lucir y aprender de sus mañas de «viejo » cazador.  

«Han sido muchos años observándolo, porque para nadie es un secreto que ha sido uno de los mejores receptores de Cuba. Todos estos años a su lado me han servido para ser hoy quien soy, para jugar al béisbol como lo juego. Ha sido un ejemplo a seguir y para muchos más, tanto dentro como fuera del paí­s », declara el quemadense a Vanguardia, a propósito del retiro de su otrora coequipero.  

Muchos pensarí­an que por estar tanto tiempo y juventud a la sombra de Pestano en el equipo provincial y nacional, La Rosa tendrí­a sus reparos para con el número 13. Nada más alejado de la realidad. La Rosa aceptó su papel en esta historia, y confiesa que tendrá mucho que agradecerle. Lo llama como se llaman a los amigos, por su nombre de pila.

«Ariel para mí­, además de un í­dolo ha sido un maestro.  Escuchar su forma de ver la pelota, su forma de entregarse en el terreno, creo que me sirvió de mucho para mí­ carrera.  Pero nada, todo lo que empieza termina, le llegó ahora el retiro, como me va a llegar a mí­. Creo que debe despedirse muy satisfecho de su carrera, porque se va con muchos admiradores. Fue un gran lí­der, un gran conductor del juego. Le deseo lo mejor en sus planes futuros, sinceramente », concluye. Antes, lo habí­a estrechado en un abrazo. Caibarién era testigo.    

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