Aquel dí­a en Santiago

La historia que el importante politólogo Ignacio Ramonet relató sobre su viaje a Santiago de Cuba con el Comandante, mientras escribí­a el libro Cien Horas con Fidel.

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Ignacio Ramonet
(Foto: Ramón Barreras Valdés).
Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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29 Noviembre 2017

« ¿Cómo?, ¡Fidel! », exclamó la señora que al abrir la puerta de su casa, al amanecer de un dí­a cualquiera, encontró al Comandante.

«â€œDisculpe le dijo, ¿no molestamos?, es que tengo un amigo aquí­ francés al que quiero enseñarle la casa” ».

Así­ contó Ignacio Ramonet, frente a un teatro lleno de profesores y estudiantes de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas que se reunieron para escucharlo. Con atención los asistentes disfrutaron de la anécdota de su viaje con Fidel a Santiago de Cuba en el 2003, la última vez que el Comandante visitó su tierra natal.

«Eran las elecciones y él iba a votar rememoró. De paso, querí­a enseñarme el Moncada, y describirme en el sitio cómo habí­a sido el asalto, dónde estaban situados los diferentes grupos.

«Llegamos por la mañana, muy temprano, probablemente un viernes y el voto era el domingo. Querí­a que fuéramos a la misma hora del asalto, al amanecer. Fuimos primero al Cementerio Santa Ifigenia, ahí­ están enterrados los moncadistas, los que vinieron en el Granma y Frank Paí­s.

«Me dijo: “te voy a llevar a la casita del hambre”.

«Como saben, habí­a nacido en Birán. Ahí­ su padre tení­a una escuela pública y una oficina de correo. Su maestra, que describí­a como encantadora, era de origen haitiano.

«Cuando creció tuvo que seguir sus estudios en Santiago de Cuba y se fue a vivir con la hermana de su profesora de Birán. Era una casa muy modesta y aunque sus padres pagaban, le daban muy poco de comer. Me comentó: “yo creí­a que era apetito y en realidad tení­a un hambre de loco. Estaba creciendo y me comí­a hasta el último granito de arroz”.

«Querí­a enseñarme esa casa. íbamos casi sin protección en su viejo Mercedes blindado. Todo muy discreto. Llegamos ahí­, y afirmó: “esta es la casa porque han hecho un museo, pero aquí­ se mudaron cuando enriquecieron. Vamos a ir a donde yo estaba de verdad.

«Eso no estaba previsto en el programa. Nadie estaba avisado. Fidel llamó a la puerta y abrió una señora, eran como las 6 y 30 de la mañana.

«La familia estaba despertándose. Habí­a una salita, un pasillito, un tanque de agua lleno, un viejo televisor de la época de cuando se inició la televisión.

«Fidel llegó y comenzó a hacer preguntas: “ ¿cómo están ustedes?, ¿cuántos hijos tienen? Mi cama estaba en ese pasilloseñaló, desde ahí­ veí­a la bahí­a.

«La familia estaba totalmente conmovida. Cuando nos vamos le preguntó: “ ¿ustedes necesitan algo?, yo tengo un poco de influenciabromeaba, les puedo ayudar.

«La señora, muy educada le respondió: “no, no nos hace falta nada. ¡Qué honor tenerlos aquí­!

«Fidel le replicó: “Veo que el televisor de ustedes está un poco maduro, veterano… ¿No quieren renovarlo?” Entonces prometió que les mandarí­a uno nuevo.

«Cuando entramos a la casa no habí­a nadie y al salir, muchas personas lo esperaban. Habí­an llegado de todas las calles. No se anunció, no estaba ni en el programa secreto. El pueblo lo rodeaba. Todo eso sin guardaespaldas. Nos subimos al auto y nos marchamos. Nadie me lo contó. Yo estaba ahí­ », concluyó Ramonet y un teatro lleno, emocionado, aplaudí­a.

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