
Nadie pondría en dudas que el cubano se le escapó al diablo. Y puede que, en esa fuga peligrosa, haya salido corriendo del infierno al paraíso para «redimirse » del pecado. Desde ese entonces, creyentes y no creyentes, perturbando la tranquilidad celestial, llevan en la boca a ciertas deidades lingí¼ísticas, que en las buenas y en las malas acompañan nuestro discurso coloquial.

Apelemos a la memoria colectiva. Ahí descubriremos «patronos » del santoral católico convertidos en fraseologismos populares que tarareamos día a día. Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos reprochado que Fulanita o Menganita se acuerde de Santa Bárbara cuando truena? ¿Por qué, con sentimiento de autocomplacencia, decimos: «al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga »?
Lo cierto es que en el campo o la ciudad estos dicharachos ruedan de boca en boca, y quizá hasta el más pequeño de casa los mencione para sorpresa nuestra. Si alguien nos colma la paciencia, ¿a quién llamamos, con las dos manos levitando y un gesto de misericordia? ¡Al «pobre » san Apapucio!
A propósito del tema, recuerdo con mucho cariño cuando abuela, atosigada por tanto reguero infantil, perdía sus espejuelos. «Amarraba » a san Dimas en cualquier rincón de la casa y suplicaba a la piedad divina la famosa aparición. Sus memorias regresan a mí sobre todo a inicios de primavera porque, cansada de tanto aguacero, con una sugerencia humorística, solía invocar a san Isidro Labrador, que «quita el agua y pone el sol ».
También, he escuchado murmullos de algunas damas que andan sedientas de un san Juan alumbra’o (milagro), aunque luego por malas «devotas » estén en capilla ardiente. Se suman a este revolico de santos, que nos sirven lingí¼ísticamente, las expresiones que aluden al Dios todopoderoso.
Dicen por ahí que Dios le da barba al que no tiene quijá. Pero recuerde que usted siempre tiene un chance, porque al que madruga él lo ayuda. No obstante, no deje todo a la gracia celestial: a Dios rogando y con el mazo dando.
Por eso, «san Lingí¼ístico », si estás en Cuba, alumbra a los lectores de Tengo la palabra para juntos enriquecer y develar los hermosos misterios de esta lengua cubana.