
En su centenario, Raúl Ferrer emerge en una injusta condición de poeta olvidado. Olvidado por la XXIV Feria Internacional del Libro, que apenas lo ha mencionado en esta edición. Olvidado por el público, poco conmovido ante la convocatoria de un panel sobre su legado. Olvidado por las editoriales del centro de Cuba, indiferentes a la reedición de los textos del espirituano.
El libro Viajero sin retorno, de Raúl Ferrer, resultó punto de evocación y análisis para los panelistas, en «un acto de amor a la persona y al intelectual que conocimos », como expresara Norberto Codina (a la derecha), director de la revista literaria La Gaceta de Cuba. (Foto: Laura Lyanet Blanco)
Por eso, el panel «Raúl Ferrer, su justa trascendencia », que sesionó en el cine Camilo Cienfuegos, de Santa Clara, se propuso rescatarlo de los libros escolares y las biografías gélidas. Reivindicarlo con el mismo espíritu que entregó el poeta al defender a sus amigos negros, víctimas del racismo asolador de los bateyes espirituanos, donde ofició como maestro en las décadas del 30 y el 40 del siglo pasado.
Al conversatorio comparecieron el escritor Ricardo Riverón, en calidad de moderador; como panelistas, la ensayista Cira Romero y el editor Norberto Codina; todos admiradores de la obra ferreriana, de esa literatura genial en el lenguaje de las décimas, e igualmente cautivadora en el terreno de los versos alejandrinos, como destacara Riverón.
Merecedor de recuerdo y estudio, el autor de Romance de la niña mala resultó enaltecido como «poeta espontáneo » y «persona entrañable ». Su poesía fue aclamada y declamada, como firme evidencia de su «fuerza elegíaca », y por constituir un canto a la vida común. Como tal ha de ser recordado el maestro rural, el promotor cultural que fue Raúl Ferrer, y devuelto a su modesto predio de poeta del retorno.