
Dice Yunier Mena Benavidez que el combustible para alimentar la poesía no es el mismo que el de una carrera académica. Y lo dice por experiencia propia, porque obnubilado como se descubre a veces, al borde de la desconcentración, es como único encuentra la musas para engendrar los poemas que ahora mismo le dan sentido a su vida.
Yunier Mena Benavidez obtuvo mención en la reciente entrega del premio David de poesía que convoca la UNEAC. (Foto: Luis Orlando León Carpio)
«Me crea en ocasiones algunos conflictos con la universidad, pero trato de enmendarlo organizándome el tiempo de manera que no me afecte mi rendimiento académico, pero es que esto de la poesía va más en serio de lo que creí », refiere.
Muy en serio. Tanto que ni siquiera recuerda con exactitud cuando el acto de zambullirse entre papeles, mezclar palabras y hacer arte, le dejó un sabor a perpetuidad del que no puede desprenderse ahora, cuando se sabe merecedor del primero de los reconocimientos que lo avalan, a sus 22 años, como un poeta en ciernes: una mención en el premio David de poesía, que cada año convoca la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
«Hay grandes y excelentes libros que no tienen premios. Eso quiere decir que un premio no define la calidad de la obra por completo. Yo mandé mi libro al David para no quedarme con la insatisfacción de no haber hecho nada con él, y porque un premio ayuda a promocionarte y en ciertas etiquetas que te aseguran público (aunque si el libro no es bueno el público dará su veredicto) ».
Quizás, cuando supo que su nombre fue mencionado en la sala Rubén Martínez Villena de la sede Nacional de la Uneac, pensó que su esfuerzo no había sido en vano todos estos años, tras dedicarse de lleno a entender la poesía desde que andaba y desandaba montes y guardarrayas en la CPA Aramís Pérez, en Cabaiguán.
Todos los predios se titula el libro con que este joven estudiante universitario decidió empujar su obra hacia los senderos intelectuales cubanos. Hondas reflexiones sobre las disquisiciones del ser humano frente a los obstáculos de la vida y la existencia afloran en sus poemas, con un oficio evidente para su corta edad que pudo enamorar un jurado integrado por los escritores Caridad Atencio, Daniel Díaz Mantilla y Leonardo Sarría.
«El sujeto frente a cada inconveniente. Ese es el concepto de libro. Y quizás es el sujeto el principal inconveniente de sí mismo. Por ahí va lo que pretendo buscar, lo que ahora mismo me interesa reflejar en páginas. Me gusta que mi libro sea una unidad artística, que el poema no quepa en una hoja, sino que haya que leer la obra completa para entender qué deseo expresar ».
¿Algún poema con el que te sientas identificado?
Con el que escribí más recientemente. Se llama Fricción. Te lo leo: Guárdome en un palacio de viento donde la luz no entra/ Palacio salvado de la luz y el polvo./ Dilúyome en la vastedad de la fruta jugosa que es el mundo./ Hay un agua tan fría a mi alrededor!/ Y quiere que olvide mi forma y la acompañe.
Noto cierto alejamiento de lo terrenal, de lo cotidiano, en tus poemas. Tienden a parecer surrealistas, como oníricos. Como si así quisieras alejarte tú también de ellos...
No es que yo no esté presente. Dice Fayad Jamís que cada cual escribe sobre el momento de la vida que transita. Pero siempre he creído que un buen ejercicio poético es tratar de alejar al escritor del sujeto lírico. Te da más control sobre lo que quieres expresar. Por eso no se puede encontrar, al menos explícitamente, elementos autobiográficos en mi obra.
Yunier dedica su tiempo libre a la lectura de autores como el chileno Gonzalo Rojas, el norteamericano William Carlos William y el cubano Eliseo Diego. (Foto: Luis Orlando León Carpio)
La vida de Yunier transcurre por todos los predios universitarios como un alumno normal, mientras dedica horas extras a la lectura de autores como el chileno Gonzalo Rojas, el norteamericano William Carlos William, el cubano Eliseo Diego; y coterráneos de la talla de íngel Martínez Niubó, Dalila León Meneses y Rigoberto Rodríguez Entenza. De aquí de Villa Clara a Arístides Vega Chapú.
«También me gusta asistir al siempre intenso ambiente cultural que hay en Santa Clara: lecturas de poesías, conferencias, talleres; eventos que me han ampliado el horizonte de la literatura. Hay muchas peñas en el café literario o en la AHS, y siempre que la universidad me da tiempo estoy por ahí nutriéndome de nuevas ideas ».
¿Principales derroteros tras alcanzar este reconocimiento?
Vendría publicar el libro, pero me voy a demorar. No está en mis planes ir tras la cacería de una editorial interesada. Espero graduarme y trabajar en algo relacionado con la filología y, en el lugar que esté, continuar leyendo y escribiendo poesía. Cuando aparezca la publicación, seguir siendo consecuente conmigo y no rendirme ante el mercado bajo ningún concepto.