
Quizás sea un sentimiento de nacionalismo, pero pocos himnos en el mundo tienen estrofas tan vibrantes y musicalidad tan hermosa como el Himno Nacional de Cuba.
Lo innegable es que eriza la piel, conmueve y moviliza resortes insospechados de patriotismo. Miles de cubanos han dado su vida inspirados en ese imperativo de que morir por la Patria es vivir, y otros miles estamos dispuestos a darla si fuera necesario.
Nuestra Bayamesa surgió en plena efervescencia conspirativa contra España. Su autor fue el patriota bayamés Pedro Figueredo, Perucho, quien primero compuso su música y luego, al año siguiente, un 20 de octubre de 1868, a lomos de su caballo Pajarito, le puso letra.
Sobre la música se conoce el día en que a instancias del patriota Pedro Maceo Osorio, Perucho Figueredo, en la sala de su casa, compuso nuestra Marsellesa. La solicitud le fue hecha el 13 de agosto de 1867, durante una reunión del Comité Revolucionario de Bayamo, y ya el día 16, la encomienda estuvo cumplida.
El 8 de Mayo de 1868, Figueredo le solicita al músico Manuel Muñoz Cedeño la orquestación de aquella marcha, canto épico e himno de guerra y de victoria que debía llamar al combate y exaltar el sentimiento patrio. El 11 de junio de 1868 logró se tocase en la Iglesia Parroquial de Bayamo. Comenzó entonces a popularizarse y se silbaba por las calles de Bayamo. Catorce meses después, le incluye la letra.
Inicialmente contó con seis estrofas, pero la ausencia de las partituras originales, quemadas durante el incendio de la ciudad, el 11 de enero de 1869, y tal vez la propia extensión, hizo que se quedara finalmente con las primeras dos, las que cantamos con tanta devoción desde niños.
De la letra del himno original, quedaron excluidas estas cuatro estrofas:

No temáis; los feroces iberos
son cobardes cual todo tirano
no resiste al brazo cubano
para siempre su imperio cayó.
Cuba libre; ya España murió
su poder y orgullo do es ido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!
Contemplad nuestras huestes triunfantes
contempladlos a ellos caídos,
por cobardes huyeron vencidos
por valientes supimos triunfar.
¡Cuba libre! Podemos gritar
del cañón al terrible estampido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!
José Martí, en 1892, publicó en Patria el himno de combate, como vía para su divulgación entre los emigrados cubanos que se aprestaban para la nueva contienda. Lo hizo con las dos primeras estrofas, indicativo de la aceptación popular que ya entonces tenía.
La primera edición masiva del himno 100 000 ejemplares se realizó en diciembre de 1900, a instancias del superintendente de escuelas de Cuba. La publicación de la letra se acompañó de una carta, que se repartió en los centros educativos, en la cual se hacía constar el propósito de que «el primer día de este nuevo siglo (…) en todas partes de la isla se escuche el Himno Nacional »
Con el tiempo, y al no contar con la partitura original, la melodía sufrió alteraciones. Incluso, recibió dos versiones de armonización e introducción, una de Antonio Rodríguez Ferrer y la otra de José Marín Varona. Finalmente se obtuvo el original, de puño y letra de Figueredo, lo que provocó varios análisis y discusiones, hasta que se acordó mantener la versión de Rodríguez Ferrer, aunque la misma seguía recibiendo diversas interpretaciones.
Al respecto de la partitura original, se sabe que en el propio 1869, encontrándose ya Pedro Figueredo refugiado en los campos de la provincia de Camagí¼ey, en la Finca Santa María de Morell, reescribe el manuscrito de su himno a solicitud de una de las hijas del propietario, la señorita Adela Morell, quien 43 años después donó la partitura al Museo Nacional, comisionando para su entrega a Fernando Figueredo, sobrino de Perucho.
No fue hasta 1983, que el investigador y musicólogo Odilio Urfé presentó una ponencia a la Asamblea Nacional del Poder Popular con la versión definitiva del Himno Nacional, la que fue aprobada. De inmediato se procedió a la edición en partitura y fonograma para conocimiento público.
La primera de las constituciones cubanas que lo refrendó de manera oficial como símbolo de la Nación fue la de 1940, pues de manera inexplicable no lo hizo la Carta Magna aprobada en 1901, aunque esto no fue obstáculo para que se escuchara el 20 de mayo de 1902 en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales.
La Constitución Socialista de 1976 en su artículo 4 considera al Himno de Bayamo, junto a la Bandera de la estrella solitaria y al Escudo de la palma real, como símbolo de la nación cubana, por ser: «los que han presidido por más de cien años las luchas cubanas por la independencia, por los derechos del pueblo y por el progreso social »
Luego, el 22 de agosto de 1980 mediante el Decreto 74 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros se normaron los usos del Himno Nacional y sus prohibiciones.
José Martí, el 25 de junio de 1892, reproduce en Patria La Bayamesa, el «Himno de Figueredo », y en hermosas palabras dice de nuestro himno de combate: «Patria publica hoy, para que lo entonen todos los labios y lo guarden todos los hogares; para que corran de pena y de amor, las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez. Para que espolee la sangre en las venas juveniles, el himno a cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres. ¡Todavía se tiembla de recordar aquella escena maravillosa! »