
En el borde de los 90 años, Adalberto Suárez mueve el lápiz indeteniblemente sobre la cartulina. Delinea, compone, crea «seres que no existen », en el silencio de su casa. El mundo de criaturas plásticas que ha contribuido a poblar el artista santaclareño, sigue siendo delicado, minucioso, detallista, sensual. Junto a todos los dibujantes nucleados alrededor de la revista Signos, Adalberto también contribuyó a crear el universo mítico de la pintura popular en la región central de Cuba.
Según su propia esposa, la pintora Aida Ida Morales, hay que atender la textura, los movimientos, la fuerza que este artista autodidacta concede a sus dibujos. Sin dudas, a lo largo de una vida profesional muy laboriosa hay que exaltar la re-creación de seres mitológicos inspirados no solo en los mitos campesinos villareños sino también en el panorama social cubano. Además, una parte de la obra de Adalberto se distingue por la elaboración minuciosa de ornamentos plásticos: sus polímitas, por ejemplo, aluden aunque sea de manera inconsciente a la antigua obsesión del artista por superar la obra naturaleza o, en todo caso, por remedarla.
En realidad, toda la vida creativa de Adalberto Suárez ha estado signada por la provocación con que Samuel Feijóo impulsaba a los dibujantes populares en la década del 70: «Pinten lo que no existe para que exista », les decía el folclorista y poeta a los incipientes dibujantes de Signos.
«Un día, después que le entregué mis trabajos a Samuel cuenta Aida Ida, él vio que yo tenía otro dibujo en la mano ».
¿Qué traes ahí?, preguntó.
Ah, yo invité a mi esposo a que hiciera algo. Le expliqué más o menos lo que usted quería, y creo que él entendió.
¡A ver! ¿Dónde está ese loco?
«Entonces Feijóo rememora el propio Adalberto me dijo que pintara unos monstruos. Yo me senté enseguida e hice unos muñecos de lo más raros. A él le gustó mucho la forma esa de inventar. Decía que teníamos que crear algo que no existiera, para que entonces existiera ».
¿Pero usted había dibujado antes, alguna vez?
Sí, desde muchacho yo dibujaba. Lo que pasa es que no pasábamos escuela porque no había las oportunidades que hay hoy. Con Samuel comenzó la furia del dibujo. Él inyectó una necesidad de crear en mí. Me empezó a entusiasmar, a entusiasmar, y seguí hasta hoy.
«En aquel tiempo yo me ponía a dibujar, pero no me gustaba lo que salía. Hasta que hice las madres de agua, nacidas de la casualidad. Mientras yo trabajaba en la construcción, desde Matanzas hasta Camagí¼ey, y me relacionaba con los campesinos de la zona, conocí los mitos de la madre de agua, del gí¼ije, de la luz en el camino... »
Entonces publicaste por primera vez en Signos…
Sí. Aquello fue una sorpresa. Yo no pensé nunca que me fueran a publicar en revistas, ni en nada. Eso me entusiasmó más. Entonces hice madres de agua billeteras, venduteras… para Signos.
¿Después de una vida dedicada al dibujo, podemos decir que sigues considerándote autodidacta?
Yo soy autodidacta. La gente dice que pinto como un profesional, pero es obvio: el trabajo que uno hace a diario te dota de habilidades. Fíjate, yo lo mismo te hago una madre de agua que un retrato.
Sí… Pero imagino que, tan intranquilo como eres, todavía quieras pintar algo más, algo que no has hecho antes.
Chico, no sé qué me falta por pintar. Puede ser un paisaje. No, ya hice paisajes, flores, madres de agua; pinté a José Martí, al Che, a Mariana Grajales… con «la nueva forma », como decía Samuel. Entonces, no sé si me faltará algo. ¿Satisfecho, satisfecho? Te voy a decir que no, porque uno siempre está buscando algo más, crear algo más.