La última zancada de una era

Shelly-Ann Fraser-Pryce se despide en Tokio 2025 tras una carrera histórica.

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Shelly-Ann Fraser-Pryce, atleta de Jamaica, en el Mundial de Tokio 2025.
Shelly-Ann Fraser-Pryce, la estrella de Jamaica que se despide en el Mundial de Tokio 2025. (Foto: Tomada de Internet)
Anisbel Luis Reyes
Anisbel Luis Reyes
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17 Septiembre 2025

Tokio 2025 fue testigo de un momento que trasciende el cronómetro. Shelly-Ann Fraser-Pryce, la velocista jamaicana que durante dos décadas desafió el tiempo y los límites, corrió sus últimos 100 metros en un Campeonato Mundial. Lo hizo en 11.03 segundos, lejos de sus mejores marcas, pero con la misma determinación que la convirtió en leyenda.

A sus 38 años, la Pocket Rocket se despide con una colección de medallas que impresiona: ocho olímpicas, dieciséis mundiales —diez de ellas de oro— y un título bajo techo. Pero su legado no se mide en podios. Se mide en la forma en que transformó el atletismo femenino, en cómo desafió estereotipos, en cómo volvió a lo más alto tras ser madre en 2017, en cómo nunca dejó de creer en sí misma.

«Cada vez que estoy en la pista es para ganar», dijo antes de la competencia a NBC Sports, reafirmando una filosofía que la sostuvo, incluso, cuando las marcas ya no la favorecían. Llegó a Tokio con el decimocuarto mejor tiempo del año (10.91), pero con la convicción intacta.

Fraser-Pryce no solo fue una atleta excepcional. Fue una mujer que corrió con el alma, que hizo del tartán su territorio de lucha y dignidad. En sus palabras, el retiro no es una renuncia, sino una transición: «Ahora quiero dedicarme a mi familia. Mi hijo ha sido mi mayor inspiración», declaró a  World Athletics  en 2023.

Su historia es también la de una niña criada en Waterhouse —uno de los barrios más humildes de Kingston— que encontró en el atletismo una vía de escape y luego un camino de gloria. Su irrupción en Pekín 2008, con aquel oro inesperado en los 100 metros, marcó el inicio de una era. Desde entonces, cada Mundial, cada relevo, cada final fue una reafirmación de su lugar en la historia.

En juegos olímpicos, fue campeona en los 100 metros en Pekín 2008 y Londres 2012, y en el relevo 4x100 en Tokio 2020. Sumó, además, cuatro medallas de plata —en los 200 metros y en relevos— y un bronce en Río de Janeiro 2016. En campeonatos mundiales, ganó cinco oros en los 100 metros (Berlín 2009, Moscú 2013, Pekín 2015, Doha 2019, Eugene 2022), uno en los 200 metros (Moscú 2013) y cuatro en el relevo 4x100. Completan su palmarés mundial cuatro platas y un bronce. En pista cubierta, fue campeona mundial de los 60 metros en Sopot 2014.

Pero lo más valioso que deja Shelly-Ann no está en los récords. Está en el ejemplo. En la resiliencia. En la forma en que mostró que ser madre no es un obstáculo, que la edad no es un límite, que la grandeza también se construye desde la constancia.

El atletismo despide a una de sus figuras más queridas. Y lo hace con gratitud. Porque Shelly-Ann Fraser-Pryce no solo corrió rápido, corrió con propósito, corrió para dejar huella.

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