
Lograr un juego perfecto es el máximo sueño de un lanzador. Hace 45 años, el 30 de junio de 1972, el cubano Andrés Ayón Brown tuvo la suerte de registrar un partido de esta naturaleza en la Liga Mexicana de Béisbol frente a los Sultanes de Monterrey, en un choque que duró 7 entradas.

Ayón, con quien tuvimos la oportunidad de compartir recientemente aquí en Santa Clara en un homenaje que se le rindió a Don Martín Dihigo y a Mike Cuéllar el único cubano ganador del premio Cy Young en las Grandes Ligas, fue uno los serpentineros más brillantes en la pelota azteca.
En ese béisbol ganó 169 desafíos ante 98 reveses y registró un magnífico promedio de carreras limpias de 3.15. En tres ocasiones archivó la respetable cifra de 20 o más sonrisas.
La labor en México de este hombre que en octubre pasado arribó a los 80 años de vida, no pasó inadvertida. En 1997 fue exaltado al Salón de la Fama de ese país junto a Alfonso Araujo, Maximino León y Víctor Saíz.
En nuestras series nacionales se le recuerda como mánager del equipo Industriales en el decenio de los 80, cuando tomó las riendas del conjunto azul durante tres temporadas, y acumuló en esa responsabilidad 124 sonrisas y 72 derrotas.
Otro monticulista criollo, Diego Seguí, también protagonizó un juego perfecto en la Liga Mexicana en 7 capítulos, cuando no permitió que ninguno de los bateadores de Tecolotes de Nuevo Laredo le llegara a primera base, el 21 de junio de 1978.