Laura Lyanet Blanco Betancourt
Laura L. Blanco Betancourt
@lauralyanet
2811
19 Abril 2018

No es ahora que los ojos del mundo están puestos en Miguel Dí­az-Canel Bermúdez. Desde que Raúl Castro informara en 2015 que se retirarí­a del cargo en las elecciones de este año, muchos barajaron el nombre del villaclareño como posible candidato a presidente e, incluso, lo dieron por asegurado en el puesto.

Por una cuestión de renuevo generacional, se imponí­a la sucesión polí­tica de quienes hicieron historia desde las entrañas de la Sierra Maestra. Y Dí­az-Canel, con un recorrido polí­tico activo desde la década de los 80 del pasado siglo, y una inteligencia y estilo de trabajo de probada efectividad en los espacios profesionales en que se desempeñó, se presentaba entre las opciones concretas para sustituir en el cargo al presidente saliente.

Pero quien fuera hasta hace poco el primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros genera empatí­as más allá de su ascendente carrera polí­tica.

Puntos a su favor resultan su calidad moral, vocación de servicio, y talento para convocar y aglutinar a quienes lo rodean. Así­ lo corroboran personas que lo conocieron mucho antes de convertirse en la prominente figura polí­tica de la actualidad.

Cuando Dí­az-Canel era apenas «Migue »

Visto en retrospectiva, Francisco López Cala (Paquití­n) y Juan Bautista de León Bení­tez (Juanba) jamás habrí­an imaginado a Dí­az-Canel como presidente de Cuba.    

Inteligencia le sobraba, según reconocen ambos. «En los grupos o en las escuelas siempre hay uno que es el más destacado en deportes, o el más sobresaliente en el estudio, o el más bullero…. Migue que así­ le decí­amos en ese entonces no », asegura Paquití­n, quien estudió en un año inferior a Dí­az-Canel en el Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC) Jesús Menéndez, de Santa Clara conocido popularmente como Yabú 4, fue compañero suyo de prácticas deportivas y compartió aula con la primera esposa de Dí­az-Canel.

«Él podí­a ser el más destacado en casi todo; sin embargo, no se hací­a notar mucho, creo que era demasiado modesto como para eso. De cualquier modo llamaba la atención porque era muy inteligente, muy maduro para su edad, siempre con tremenda disposición a ayudar a los otros. Cuando Iliana, su novia, le pedí­a que nos aclarara alguna duda, él vení­a y explicaba las cosas como si fuera un profesor, porque sabí­a mucho, mucho ».

Juan Bautista de León, compañero de estudios de Miguel Dí­az-Canel.
«Lo conozco como amigo de los amigos », dice Juan Bautista de su antiguo compañero de clases, Miguel Dí­az-Canel Bermúdez.    (Foto: SMB)

«Sí­ fue siempre un ejemplo para nosotros por su tremenda calidad como ser humano », afirma Juan Bautista. «Era ejemplo hasta por la forma en que llevaba la relación con su novia. Todo el mundo lo respetaba, y no era un respeto ganado “a la cañona”, sino por su inteligencia, su humildad… por ese ejemplo », argumenta el profesor universitario, compañero de aula de Dí­az-Canel en los años de estudio en Yabú 4 y la primera etapa de la carrera universitaria.  

«Yo matriculé Ingenierí­a Quí­mica, y él, Eléctrica, pero los dos primeros años de las carreras eran curriculares, y por eso coincidimos también en la universidad.

«En esa época, varios compañeros de clases nos reuní­amos en mi casa para estudiar. Realmente, a él no le hací­a falta, pero creo que vení­a por pena con nosotros o porque no querí­a sobresalir.

«Esa modestia le sacó los colores más de una vez recuerda Juanba. Cuando nos tocó hacer el primer examen final de Fí­sica en la carrera el cual se decidió fuera de forma oral ese año, llegamos tempranito al aula. El profesor lo vio y le preguntó: “ ¿Usted a qué viene?”; él le respondió que a examinarse, y el profesor le dijo “No, váyase, que usted tiene 10, casi puede examinarme a mí­â€. ¡Las orejas se le pusieron rooooojas de la pena! », rí­e Juan Bautista al rememorar aquella reacción.

«Un tipo de 5 en to’ »      

No se trata de describir a Dí­az-Canel como un héroe inalcanzable, de los que pudieran conservarse en vitrina, coinciden Paquití­n y Juanba. No escapó de las bromas propias de la edad, aunque no puede decirse que participó de las más atrevidas.

Su propio carácter de chico sosegado y juicioso lo limitó en las jugarretas de corretear los caballos de los guajiros que viví­an cerca de la escuela, regar pica-pica en los colchones de los albergues o romancear con varias muchachas. Pero, como muchos jóvenes se dejó llevar por la moda de los «melenudos » o se deleitó en secreto con la música de The Beatles, sintonizada por la antena improvisada de un radio Philips, en alguna emisora «prohibida » de la época.

Fuera de estos «pecados generacionales », el Dí­az-Canel muchacho es recordado casi por la misma imagen que muestra en la actualidad: sereno para hablar, reflexivo, de intervenciones escasas, concisas y efectivas. Quizá la única «excentricidad » que se permitió y que recuerden sus compañeros fue la de usar el reloj en la mano derecha, como las personas zurdas, siendo él diestro.

«No sabí­a que iba a llegar tan lejos », repite Juan Bautista. «Pero el orgullo que siento por él es tremendo, porque lo conozco como amigo de los amigos, modesto, inteligente, y aun cuando ha escalado mucho, nuuuunnnnca se le ha subido el cargo pa’ la cabeza. Él es, como se dice en buen cubano, un tipo de 5 en to’ ».

El lí­der: «la Revolución es más que nosotros »

No pocos aseguran que una de las razones por las que Dí­az-Canel ganó la confianza de Fidel y la cercaní­a a la máxima dirección del paí­s fue aquella movilización popular que logró de un dí­a para otro ya como primer secretario del Partido Comunista en Villa Claraen septiembre de 1996, para que el Comandante en Jefe les hablara a los santaclareños desde la Plaza de la Revolución de la capital provincial.

Fermí­n Valdés, compañero de Miguel Dí­az-Canel en la Juventud de Villa Clara.
«Su estilo de trabajo dio confianza a la gente, que veí­an la voluntad polí­tica de transformar las cosas aun cuando no hubiera casi recursos para hacerlo », recuerda Fermí­n Martí­n sobre la dirección de Dí­az-Canel en el PCC provincial, donde también coincidieron. (Foto: SMB)

«Esa virtud de comprometer a la gente le ha permitido triunfar en el trabajo; incluso sabe convocar e involucrar a aquellos que otros desestiman por no considerarlos suficientemente capaces para determinadas tareas », explica Fermí­n Valdés Montesino, quien compartió experiencias con el actual presidente cubano en el Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Villa Clara, a finales de los años 80 del pasado siglo.

«Además, Dí­az-Canel tiene una cultura profesional enorme. Recuerdo que le gustaba colegiar mucho las ideas y preguntar bastante, porque es inteligente, pero no se lo ha creí­do nunca », asegura el jefe de despacho del actual primer secretario del PCC en Villa Clara.

«En esos años (1988-1990) habí­a una efervescencia tremenda en la Juventud, que hizo que nos involucráramos en muchas tareas de choque, como el pedraplén al Cayo Santa Marí­a o los contingentes agrí­colas.

Jesús Boffill, compañero de Miguel Dí­az-Canel en la Juventud de Villa Clara.
esús Boffill Soa reconoce en el actual presidente una mezcla acertada de confianza, empatí­a y exigencia en la relación con sus subordinados. (Foto: SMB)

«Recuerdo que la dirección del PCC en la provincia nos dio la tarea de atender de forma permanente un contingente llamado El Destino, ubicado en Corralillo, para apoyar la producción de alimentos en el perí­odo especial. Tení­amos que permanecer allí­ 15 dí­as como mí­nimo, cada grupo, y el primero que se fue al Contingente fue él.

«En esa época, la relación de la UJC con el PCC era dura, sin paternalismos. Nos llamaban al Partido para darnos responsabilidades, reclamarnos, analizar problemas; pocas veces lo hicieron para reconocernos. Y eso nos curtió, nos educó en la disciplina, en la rigurosidad, en la cultura del detalle y la exigencia ».

Otro de los compañeros de Dí­az-Canel en sus años como dirigente en la Juventud Comunista de la provincia, Jesús Boffill Soa, agrega: «Sabí­a exactamente lo que debí­a decir para que asumieras determinada responsabilidad. A mí­ llegó a vincularme a tareas relacionadas con la agricultura, de las que yo conocí­a muy poco. Pero decí­a “hay que hacerlo porque el paí­s lo necesita”, “tenemos que estar donde podamos ayudar mejor”, “la Revolución es más que nosotros”… y nos convencí­a, además, porque daba el ejemplo ».

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