Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
1811
17 Diciembre 2016

El miércoles 17 diciembre de 2014, el mun ­do confirmó, en voz de Barack Obama, que la polí­tica de aislamiento de Estados Unidos hacia Cuba habí­a fracasado. Al uní­sono, Raúl Castro anunciaba a los cubanos el restablecimiento de las relaciones entre ambos paí­ses.

A dos años del trascendental hecho, con un nuevo presidente a punto de ocupar la silla en el Despacho Oval, una embajada en La Habana y otra en Washington, más de 100 vuelos regulares diarios, cruceros desde Miami, incremento de turistas, visitas de congresistas y legisladores, empresarios y famosos, topes deportivos, intercambios culturales diversos, y convenios en las áreas del comercio y las comunicaciones con la isla, la vida de Liborio continúa su rumbo, en un dí­a a dí­a diligente y trabajoso, pero   tranquilo, seguro y socialmente confiado en sus derechos y certidumbres humanas.

Ilustración de Alfredo Martirena sobre cambio de gobierno en EE.UU. y polí­tica hacia Cuba.
(Ilustración: Alfredo Martirena)

Pasados 24 meses del suceso, con nuestros Cinco Héroes en Cuba, tras el dolor por la pérdida fí­sica del lí­der histórico de la Revolución, luego de la derrota demócrata y el retorno republicano a la Casa Blanca, las conversaciones continúan de manera programada y en un ambiente recí­proco favorable, aunque la instrumentación de los acuerdos ha ido a un ritmo amortiguado y cauteloso de ambas partes, sin el gesto definitivo de levantar el bloqueo ni devolver la base naval de Guantánamo.

Y era de esperar que luego de tantos años de antagónico divorcio la «reconciliación » no llegara de ahora para ahorita por obra y gracia del amor y la pasión que en un tiempo se tuvieron, sino por conveniencia de ambos, gestiones de terceros y, en última instancia, por ese sentido común que dictaba sentarse a la mesa para negociar situaciones e intereses comunes, en un contexto de unidad latinoamericana y de desacato al imperio a nivel mundial

Históricamente las cosas prescribí­an no apurarse y guiarse por cabeza propia. Bien sabido el cambio de método de la gran nación a ver si los «nuevos » daban mejores resultados, y ¡al fin! caí­a la fruta madura, y la posición intransigente de la atravesada islita no habí­a variado. Empecinada en mantener su independencia y soberaní­a, puso condiciones sobre la base del respeto mutuo y el Derecho Internacional.

Conocidos los resortes del sistema que acaba de llevar a la presidencia a alguien poco común dadas sus excentricidades, histrionismos y supuestos desquicies durante una campaña electoral sin precedentes, el   camino hacia la normalización se presagia tan empedrado o más que antes de Obama, al margen de la voluntad invariable de la dirección cubana de promover una convivencia pací­fica con nuestro vecino, a sabiendas de las divergencias ideológicas y de disí­mil tipo entre sistemas polí­ticos fundados con fines cardinales diferentes.

No tengo una bola de cristal delante ni tampoco el don de los zahorí­es para detectar con una ramita en forma de «Y » por dónde fluye el agua subterránea, pero de acuerdo con lo que piensan historiadores, sociólogos, economistas y politólogos muy bien orientados e informados, hay que agilizar lo emprendido con Obama, que no es poco si tenemos en cuenta el largo pasado de desencuentros y la intolerancia de la clase dominante estadounidense, algunos sectores de la comunidad cubanoamericana y ciertos lobbies o grupos de poder.

Sin embargo, y a pesar de que Trump no ha hecho declaraciones puntuales con respecto a las relaciones con Cuba, ya sienta grises precedentes. Me refiero a un tuit con su primera reacción tras la muerte de Fidel,   y a un comunicado posterior en la misma red social donde expresó que se uní­a a los cubanoestadounidenses que lo respaldaron durante su cruzada presidencial, «incluyendo la Asociación de Veteranos Brigada 2506 que me dio su apoyo, con la esperanza de que un dí­a pronto veamos una Cuba libre ».

Bien sabemos a qué libertad se refiere y de qué veteraní­a mercenaria se trata, por lo que resulta oportuno recordarle a Trump que la invasión por Playa Girón pasó a la historia de la humanidad como la primera gran derrota del imperialismo en América Latina.

Y aunque para algunos resulte una más de sus «trumpulencias » en oposición a lo expresado por la mayorí­a de los polí­ticos del mundo, muchos de su propio paí­s, incluso el propio Obama, viniendo de donde vienen las absurdas e hirientes palabras, las irreverentes declaraciones, pudiéramos esperar una polí­tica hacia Cuba no menos belicosa que la del 43. º presidente de Estados Unidos (entre 2001 y 2009).

Me refiero al singular engendro llamado George W. Bush, que «no escuchaba ni a diplomáticos ni a generales » y «tomaba decisiones sobre lo que creí­a correcto para Estados Unidos » basado en sus «principios », sin importarle «un comino las urnas ». El hombre que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 ordenó la invasión a Irak, «[…] la peor decisión de polí­tica internacional que haya tomado un presidente estadounidense », como apunta Jean Edward Smith, autor de una biografí­a del empresario tejano, citada por The New York Times.

Fue la administración republicana de Bush la que incluyó a Cuba en la lista de naciones terroristas, restringió la categorí­a de personas autorizadas a viajar a la isla y anuló la mayor parte de las reformas ejecutadas por Carter, quien habí­a modificado algunas de las sanciones económicas aplicadas y habí­a autorizado a las subsidiarias estadounidenses instaladas fuera del territorio nacional a que tuvieran relaciones comerciales con La Habana.

De continuar la lí­nea dura ¿recalcitrante? republicana   conocida y sufrida de muchas y dolorosas maneras por los cubanos de una y otra parte, el proceso de normalización entre las dos naciones se ralentizarí­a o, lo que es peor, se paralizarí­a, lo cual harí­a resurgir décadas de desencuentro y enfrentamientos entre dos gobiernos en conflicto ideológico. Algo que no merecen los cubanos, en particular las generaciones más jóvenes, llamadas a mejor vivir, pero también a mantener y defender la dignidad, resistencia, altruismo del pueblo y legitimidad del gobierno revolucionario, y ¿por qué no?, de todas las fuerzas progresistas del planeta.

Imposible decir a ciencia cierta lo que hará Trump. Nunca ha tenido un cargo público y hasta ahora solo ha mostrado un conocimiento o interés limitado en asuntos exteriores. Rodeado de un gabinete multimillonario, su   fórmula de gobierno ya genera polémicas. (Hasta el momento la nómina gubernamental anunciada la integran seis multimillonarios, tres generales, dos mujeres y tres conservadores; de ellos, cinco cubanoamericanos de ideologí­a reaccionaria).

El próximo 20 de enero de 2017 será la toma de posesión del presidente electo de Estados Unidos. Y aunque existen elementos para suponer que Trump revertirá o intentará revertir la apertura hacia la isla, es difí­cil que pueda o quiera regresar a un escenario de Guerra Frí­a. Dar marcha atrás resultarí­a «increí­blemente dañino » para EE. UU. y para los cubanos, además de «impopular », según opinión de Ben Rhodes. Volver a cerrar las puertas con Cuba perjudicarí­a las relaciones de Estados Unidos en Latinoamérica advirtió este martes el asesor de Seguridad Na ­cional de Obama, en una conferencia tele ­fónica con periodistas.

Dice el refrán que el que no escucha consejos, no llega a viejo. Y aunque es el caso de un adulto mayor, imagino sus deseos de una longevidad que alcance por lo menos el 2020, tiempo de mandato que dirá si aceleró la ruina de su paí­s como aseguró hace unos dí­as Johan Galtung,   sociólogo noruego con alma de Nostradamus o devolvió «a Estados Unidos su grandeza », como prometió durante su campaña el «formidable animal polí­tico » y «millonario héroe improbable de la clase trabajadora », llamado de ese modo en los circuitos del poder mediático. Un hombre cuyas osadas decisiones y estrategias hicieron crecer la empresa heredada de su padre hasta acumular una fortuna calculada en 4000 millones de dólares.

Bien sabemos que durante su campaña electoral se atrevió a decir de todo. Todo lo que le vino a la cabeza. Con fiera energí­a e ilimitado ego, el magnate republicano de 70 años desafió pronósticos y «desarticuló » a la experimentada Hillary Clinton. Denunció un sistema polí­tico «manipulado », acusó a funcionarios de «corruptos » y se defendió de sus múltiples escándalos, que englobaron desde la evasión de impuestos hasta el ataque sexual a mujeres.

Suceda lo que suceda y no es un secreto para nadie, la administración Obama ha marcado el principal punto de inflexión dentro de la clásica polí­tica hostil de EE. UU. contra Cuba. Obama retomó el camino que antes habí­a trazado el presidente James Carter (1977-1981) en la polí­tica hacia la isla y lo llevó más lejos de lo que realmente imaginábamos antes de los históricos anuncios del 17 de diciembre de 2014, tal como analiza el   académico cubano Elier Ramí­rez Cañedo, coautor del libro De la confrontación a los intentos de normalización. La polí­tica de los Estados Unidos hacia Cuba.

Para el Dr. en Ciencias Históricas, el mérito de Obama radica en «la habilidad de lograr los objetivos de la polí­tica exterior de los Estados Unidos a través de la atracción más que por la coerción y la amenaza », y enumera una serie de acontecimientos inéditos en las relaciones Cuba-EE. UU. desde la ruptura diplomática de enero de 1961. Entre ellos el haber firmado con Cuba, en apenas dos años, tantos acuerdos de cooperación en áreas de interés común y haber abierto, a la vez, diferentes espacios para el diálogo bilateral.

Pero a Obama le restan solo dí­as en el poder. Se va y viene Trump. Y aunque en polí­tica lo real es lo que no se ve decí­a José   Martí­, y los hechos aparentemente aislados suelen guardar cierta relación, tal vez Obama tenga en mente extender aún más y sin violar la ley la relación económica con Cuba, «lo cual se avendrí­a muy bien a su discurso y directiva presidencial » firmada el pasado 14 de octubre, de hacer irreversible el proceso que inició en 2014. Coinciden muchos analistas en que ello dejarí­a una herencia mucho más promisoria para las relaciones entre ambas naciones, aunque seamos conscientes de que en su esencia, la normalidad a la que aspiran nuestros vecinos del Norte se contrapone al modelo polí­tico socialista cubano, el cual ha quedado muy claro no está sobre la mesa de negociaciones.

Sobre el tema y sus protagonistas me quedan varias ideas por escribir, y más, por comentar entre colegas de lenguas filosas y afeitadas, en tertulias informales de pasillo y redacción. Sobre todo relacionadas con Donald Trump, sobre quien pensé como Ramí­rez Cañedo que, acostumbrado a tomar decisiones sobre la base de costos y beneficios, tendrí­a posiciones más juiciosas y pragmáticas en la polí­tica hacia Cuba luego de terminada la contienda por la Casa Blanca.

Del serial Cuba-Estados Unidos apenas estamos en los comienzos. De Obama el «bueno » sabemos bastante; de Trump el «malo », lo conocido: trayectoria empresarial, biografí­a, chistes, videos verdes, bufonadas, y supuestos planes y programas signados por su pragmatismo.

A lo mejor, caminando en sentido contrario a toda lógica, a contrapelo de pronósticos racionales de sabios y eruditos, un dí­a también como Barack, sus santidades Juan Pablo, Benedicto y Francisco, y el patriarca Kiril  Donald Trump aterriza en La Habana o nos propone construir una de sus torres-hoteles en algún espacio ruinoso del Vedado.

De cualquier manera, los cubanos tenemos bien delimitada y señalizada la ruta. Solo quienes nos ignoran, desconocen, vilipendian y menosprecian por odios, rencores u otras razones, lo ponen en duda y salen a festejar lutos patrimoniales con la esperanza de un gran festí­n pos Fidel Castro.

El largo y prolongado conflicto entre Cuba y Estados Unidos tiene raí­ces históricas y geopolí­ticas, y se resolverá como se resuelven todos los conflictos: con diplomacia, alianzas, tiempo, respeto y buena voluntad; avanzando por aquí­ y tropezando por allá. Se sabe que la meta es antagónica, pero en el camino hacia ella no dejan de existir senderos en los que ambos pueblos se encuentran y benefician.

Ojalá el nuevo presidente lo entienda de ese modo.

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