Con el escudo y con Fidel

El Comandante en Jefe siempre tuvo la claridad de que para hacer crecer al pueblo en toda su dimensión, la cultura y la educación constituí­an bases fundamentales e insustituibles.

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Fidel en obra del pintor Ernesto Rancaño.
Fidel en obra del pintor Ernesto Rancaño. (Foto: Tomada de Internet)
Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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24 Noviembre 2021

La huella de Fidel Castro en el desarrollo y crecimiento de la cultura en todos los ámbitos se mantiene indeleble. A ello puso su empeño, genio y corazón. Desde su encuentro con las más brillantes mentes del paí­s en su momento, a quienes se dirigió con total respeto y honestidad en aquel memorable discurso conocido como Palabras a los intelectuales del cual se cumplieron 60 años este 2021, el Comandante en Jefe señaló el camino a seguir.

Apenas la Revolución cubana habí­a andado un año y seis meses, y ya se comenzaba a erigir la Imprenta Nacional de Cuba , el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), las academias nacionales de Arte y de Artes Manuales, de Instructores de Arte, y disí­miles iniciativas para posibilitar el acceso a miles de niños y jóvenes de familias humildes. No habí­a tiempo para el descanso, solo para la creación.

Fidel siempre tuvo la claridad de que para hacer crecer al pueblo en toda su dimensión, la cultura y la educación constituí­an bases fundamentales e insustituibles. Exhortó a los creadores a contribuir a esa evolución espiritual colectiva a través de las obras, a ponerlas al servicio de la gente, de su apreciación y disfrute.

Instalación artí­stica en homenaje a Fidel Castro Ruz.
Instalación artí­stica dedicada a Fidel. (Foto: Tomada de Internet)

En medio de la crisis económica más profunda ante la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, no dudó el Comandante en salvaguardar la cultura antes que todo lo demás. El «escudo y la espada » con que la nación librarí­a la lucha contra la hegemoní­a ideológica imperialista y el apabullante dominio de la industria cultural del capitalismo.

Ante tan adversas circunstancias la cultura devino horcón dentro de la Batalla de Ideas, concepto bien definido, elaborado y estructurado por Fidel a raí­z de la lucha de todo el pueblo por el regreso del niño Elián González, secuestrado en Estados Unidos. En el empeño fueron surgiendo iniciativas para realzar la creación y profundizar en el desarrollo de nuestra sociedad.

Las escuelas de instructores de arte, el plan de libros de las imprentas Riso en los municipios, las ediciones de la Enciclopedia y Diccionario cubanos, bibliotecas populares y familiares, videos club juveniles, el remozamiento de los Estudios de Animación del ICAIC, el desarrollo de la escuela de San Alejandro, la décima, la enseñanza artí­stica y el Ballet de Santiago de Cuba; la atención a la Compañí­a de Ballet de Camagí¼ey, producción de tabloides y materiales impresos, inversiones en el Gran Teatro de La Habana y de Manzanillo (Granma), y la atención a personalidades de la cultura, fueron algunas de las más de 50 acciones realizadas.

A lo largo de estos años la cultura ha sostenido las ideas más profundas, y nuestros artistas han sido los embajadores y emisarios más auténticos. Hacia ellos y las instituciones se han enfilado los cañones del odio y la intolerancia desde Miami como epicentro del ataque, con la confabulación de la maquinaria mediática derechista de los medios de comunicación, en especial en Internet y redes sociales.

Y en esa batalla nos enfrascamos sin tregua ni descanso. Las agresiones y los linchamientos a los artistas que no se doblegan ni se venden han sido bestiales; la estrategia para serruchar o desmembrar todo lo relacionado con la polí­tica cultural trazada por la Revolución se ha vuelto obsesión en los obtusos enemigos.

Pero bajo la enseñanza y el legado de Fidel la cultura no se detiene en ningún rincón del archipiélago. La atención y protección a los creadores fue una de las prioridades del Gobierno desde el comienzo de la pandemia,  y se destinaron millones de pesos para el pago salarial, a pesar del cese de las actividades; muchas entidades fueron remozadas o reconstruidas, y el arte no dejó de crecer por las más diversas ví­as y medios.

Cuentan que las madres espartanas alentaban a sus hijos, antes de partir a la guerra, a llegar con el escudo que significaba la victoria o sobre él, en referencia a morir en combate sin rendición alguna.

Y así­ la cultura, con las armas del corazón y la belleza, lucha y se defiende, con sus guerreros creadores, escritores, músicos, pintores, bailarines, escultores, artistas circenses, teatristas, cineastas, artesanos, instructores de arte y profesores, quienes no cejan en el empeño de triunfar a toda costa, hasta el final y sin lugar a la rendición, para regresar siempre con el escudo y con Fidel.

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