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Razones

Una carta (de) Cuba

La cartacuba constituye una de las tres joyas de la ornitologí­a nacional. Es un ave endémica, y según cuentan, demuestra fidelidad a su pareja.

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Cartacuba, ave endémica de Cuba.
Este ejemplar habita en la finca integral La Yaya, un sitio que, por sus propias características, insiste y defiende la diversidad de la flora y la fauna, por lo que mantiene un sistema de vigilancia para evitar la entrada de depredadores con armas de fuego. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
3494
06 Febrero 2017

Imagine que usted vive esta aventura en tiempo real y figura como protagonista de un equipo deseoso de conocer las andanzas de un ave tan pequeña que apenas alcanza unos 10,6 cm de longitud.

Ahora está posada sobre la rama de un árbol como para concederle a nuestro colega Ramón Barreras el tiempo justo, a fin de que capte su belleza y la deje plasmada en fotografí­a. Siempre desplazándonos con pasos muy lentos y entre el mayor silencio por parte de todos para no provocar su partida. Aun así­, al pájaro se le ve nervioso, mirando continuamente a su alrededor como temeroso del peligro. En medio de las circunstancias emite su canto caracterí­stico hasta que levanta el vuelo y se marcha porque tampoco permite un acercamiento total.

Memorándum

♦ La cartacuba adquiere su nombre de la región oriental, de donde es oriunda, aunque resulta común en todo el archipiélago. Junto al to ­co ­roro y el zunzuncito, está considerada entre las joyas de la ornitologí­a en el paí­s.

♦ Su denominación común de pedorrera la toma del sonido peculiar que emiten las alas al volar, quizás como táctica para ahuyentar a los insectos próximos al nido y poder capturarlos para la alimentación.

♦ En su coloración predomina el verde en la región dorsal, mientras combina el rojo en su garganta con el blanco gris, y algunas plumas rosadas en el vientre que aportan un toque único a la especie.

♦ Existen otras cuatro variedades muy similares por otros lares, mas la diferencia predominante radica en que la nuestra dispone de unas man ­chas azules a ambos lados del cuello.

Así­ nos adentramos a los caprichos de la cartacuba o pedorrera (Todus multicolor), cuya acuarela en el plumaje ofrece un panorama que resulta impresionante para quienes tienen el privilegio de tenerla relativamente próxima. De ella sobresale su pico, algo des ­pro ­por ­cional al resto del cuerpo, mientras los ojos muestran una mezcla de azul grisáceo que los hacen peculiares.

Ante todo… mucha paciencia. Esa que tiene José Ramón Ortega Caraballoso, al frente de la finca integral La Yaya, cercana a Santa Clara. Con él andamos y desandamos las brechas de esa área bendecida por la propia Naturaleza, cuyo objetivo esencial es fomentar la diversidad de la flora y la fauna.

Nadie mejor que el propio Ramón para mostrarnos su Bosque Martiano. Él sabe que allí­ es el refugio preferido de la cartacuba, y explica las particularidades de sus nidos.

«Construye pequeños orificios en los declives de los terrenos, pudiéramos decir, muy próximos al suelo blando. También en troncos de árboles que cuentan con algunos agujeros o utilizan cavidades naturales existentes en las piedras. La profundidad de los agujeros no excede los 25 cm. Por suerte, se reproducen y permanecen en el área para enriquecer la belleza del lugar », afirma este protector del entorno.

Como en La Yaya también se preserva y reproduce el tocororo dentro de un hábitat natural, el finquero reconoce que se multiplica en mayor cantidad nuestra ave nacional que la propia cartacuba, a pesar de que no dejan de resultar aves carismáticas y dotadas de gracia.

Entre verde, rojo, azul, gris y blanco

De pronto uno de los ejemplares abandona el nido. Es tan rápido el movimiento que resulta casi imperceptible. Si bien se caracteriza por su belleza, rápido vuelo y sonido peculiar, no puede soslayarse que reclama extrema tranquilidad debido a su pequeño porte y por la propia nobleza que reina en la especie.

Ave cartacuba en la finca La Yaya, Villa Clara.
A pesar de su diminuto tamaño, que le sigue al del zunzún, la cartacuba está considerada entre las especies más bellas de la avifauna cubana y vive en bosques con barrancos. Una de sus curiosidades resulta la convivencia junto a los tocororos. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Poco a poco nos acercamos al nido, aunque es imposible observar dentro porque siempre permanece uno de los integrantes en su interior. La hembra pone de dos a tres huevos, mientras que el proceso total de incubación oscila entre 13 y 17 dí­as.  

Por sus propias dimensiones estas aves no pueden realizar vuelos a largas distancias, y antes de entrar al nido corroboran la no existencia de extraños en las proximidades para preservar sus huevos y los pichones.

Si algo hay cierto es que entre el tocororo, la cartacuba y el zunzuncito se disputan la primací­a, pero cada uno tiene sus encantos y caracterí­sticas. La cartacuba está considerada un ave endémica en un archipiélago estimado entre los de mayor exclusividad de plantas y animales propios, según estudios del Instituto de Recursos Mundiales, que le otorga el lugar 15 a nuestra Isla al valorarse más de 200 naciones.

La propia entidad ubica a Cuba entre los primeros 25 paí­ses que atesoran dicho patrimonio en el caso de los anfibios, reptiles y aves, motivado por las caracterí­sticas geográficas de un paí­s rodeado de mar y sus condiciones climáticas, que han beneficiado a las zonas montañosas.

En cuanto al endemismo ocupa el sitio preferencial la región oriental, seguido por la occidental y, por último, la central; aunque las poblaciones de cartacuba se reportan en toda la nación y en la Isla de la Juventud, mas prefieren un entorno que les facilite las áreas boscosas, sin descartar los barrancos y farallones.

Nido de cartacuba en un árbol.
Observe que utiliza los orificios existentes en troncos de árboles para acondicionar sus nidos. La hembra deposita de dos a tres huevos, mientras que el proceso de incubación oscila entre 13 y 17 dí­as. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Cartacuba en su nido.
También sitúan sus huevos en sitios próximos a la tierra expuestos más al peligro del resto de los animales que buscan su supervivencia. (Foto: Internet)

Todo lo que empieza debe concluir. Después de largas horas descubriendo las interioridades de la flora y la fauna en la finca La Yaya, se impone la partida luego de haber escuchado una diversidad de cantares y sonidos.

Muchas veces llaman la atención los diferentes trinos existentes en la avifauna. Por las propias conclusiones a las que arriban quie ­nes pasan gran parte de su vida junto a ella, resulta evidente que la principal radica en el signo de identificación de cada especie, y la otra, en establecer y dejar delimitado su territorio. También, como aviso de alimentación a los retoños y para demostrar las cualidades amorosas remarcadas en este febrero, cuando las parejas de esa especie comprueben la fidelidad que le propicia su car ­tacuba.

Contrastes

♦ Todaví­a la necesidad de proteger el Planeta no es comprendida por muchos que, en afán personal, colocan trampas de captura destinadas a especies necesitadas de vivir en libertad para su supervivencia.

♦ En el caso de la cartacuba, aparece en la lista de las que no admiten el cautiverio debido a que su alimentación resulta, exclusivamente, a base de insectos, por lo que un encierro ocasionarí­a la muerte del ejemplar.

♦ Y si a ello sumamos los propios depredadores naturales, como las bayoyas, que aprovechan la proliferación de nidos en sitios bajos para comer sus huevos, o las hormigas, que atacan a los frágiles pichones, se pone en peligro el hábitat; a lo que se suma la existencia de regiones que sobresalen por el hecho de tener una planta o animal de distribución única o limitada en sus ecosistemas.

♦ Próximo a celebrarse el Dí­a del Amor y la Amistad, la reflexión puede extenderse a un sentido más amplio porque amar y proteger a la Naturaleza, en lo concerniente a las actitudes humanas, es también preservar el patrimonio nacional y hacer por la vida.

¿Tenemos o no nuestras Razones?

 

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