
«Los hombres de hoy en día han perdido hasta los escrúpulos ». Lo pensó, pero no se atrevió a decirlo. Sabe que si esa idea se le escapa de la cabeza y se convierte en sonido, podría liarse en una discusión interminable.
Manolo es más promiscuo que un teléfono público, apesta a ceniza y rezuma, con proporciones idénticas de acidez, sudores y prejuicios.
Ven acá, ¿y ese chamaco sabe que ella fue novia de un «niche »?
Sí Manolo, lo sabe, y evidentemente que no le importó, porque llevan juntos un montón de años y hasta tienen un niño.
No, si yo me alegro por ella, que pudo salir del «bache ». Lo que me extraña es que el blanquito aceptara ese antecedente: la que se empata con un «chardo » queda marcá de por vida.
Igual que la que se enredan con mujeriegos. Mira a tu ex, como sufrió y perdió tiempo contigo…
¡Pero le queda la tranquilidad de que jamás la engañé con una prieta!
Sí, claro, eso marca una gran diferencia…
Manolo, el ácido, no peina pasas. Con sus ojos verdes, no podría ser «negrero ». Los respeta, dice, «pero ellos por su lado y yo por el mío ».
Como pedradas sintió las palpitaciones en las sienes y el pecho cuando vio a su única hija «zorreando con el jabaito de la esquina ». Si de algo se arrepintió luego, no fue de los dos manoplazos que le estampó en la espalda cuando regresó a la casa, sino por no haberle advertido, con suficiente antelación, que «esa gente no es igual a nosotros ».
Manolo, el ácido. Ex esposo de una docena. A veces le duele el pecho, pero no tiene a quién contarle. Abuelo ausente y anulado de un jabaito de ojos verdes.
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Apenas había cumplido 22 y ya se le hinchaban los dedos por exprimir frazadas de piso y sábanas ajenas durante ocho horas diarias. Y a ella, bella entre las bellas, no la criaron para eso. «Pida por esa boca, que usted nació para ser reina ».
Se lo dijeron a los cinco años, cuando le estrenaron una trusita malva cosida por la abuela, y no quedó ser en la playa que no volteara para mirar al pequeño milagro de líneas perfectas y labios redondeados.
Lo repitieron a los 10. Ya era más alta que la madre y, de niña, solo le quedaban las cejas espesas, las piernas sin depilar y la mirada libre de quien sueña con tocar a un delfín. Cuando le preguntaban su nombre, siempre respondía lo mismo: «Rocío, y no soy mulata, sino café con leche ».
A los 17 era un escándalo indisimulable con uniforme. Algunas compañeras la odiaban con admiración. Profesores y alumnos tragaban en seco antes de hablarle.
Tony, su primer novio, sintió un frío de hielo en las entrañas cuando la vio desvestirse, sonriente y callada. ¡Él!, un negrito sin más linaje ni gloria que el de un presunto tatarabuelo mambí, haciéndole el amor a Rocío, el milagro de líneas perfectas y labios redondeados. «Hija, resérvate para algo mejor. Sé selectiva. Tú puedes elegir lo que quieras ».
Cuatro de las amigas de Rocío ya habían escogido. Rusia, España, Suiza y Dinamarca. Todas, mulatas hermosas; ninguna como ella. Fue a parar a un hostal porque la Informática no le cumplió ni uno solo de sus sueños. Mucama de lunes a sábado. Los domingos debía escoger con quién saldría: mínimo, recibía tres o cuatro invitaciones diarias de clientes.
Ya Rocío no acomoda almohadas de otros ni tiene que sonreír sin ganas. Kurt la mima, la idolatra. Alto, guapo y serio, le habla con voz suave, en su idioma áspero, como quien teme romper un sueño. El invierno de Hamburgo la deprime horriblemente, pero se siente inquebrantable cuando patina sobre el hielo y compra con una tarjeta platinada.
«Su majestad » Rocío vive de acuerdo al plan y ya visitó cada país de la Unión Europea. En sus viajes pudo comprobar dos cosas: 1) ante una mujer hermosa, todos los hombres, sin importar la cultura, ponen cara de cachorros adoloridos; 2) nadie ni siquiera Kurt la ha vuelto a mirar con los mismos ojos de Tony, el tataranieto del mambí.
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Si lo suyo se termina ya sea mañana, en 30 años o cuando uno de los dos cierre los ojos, será porque ambos coincidieron en que así debía ser. No porque muchos los vean con expresión de azoro. Menos aún por los repetidos vaticinios de niños traumatizados
«que no podrán entender por qué no son ni blancos como papá ni negros como mamá ».
Roxana y Alexander aún no piensan en embarazarse. Solo saben que se aman, que los murmuradores suelen ser personas opacas y que sería una cobardía imperdonable dejar-se abrumar por lo que otros decidieron no aceptar.
« ¿Tú sabes lo difícil que es encontrar a alguien y decir: ya, no necesito buscar más? Con el paso del tiempo y los golpes con que te sorprende la vida, uno aprende que las oportunidades de enamorarse y recibir el mismo sentimiento son cada vez menos probables. No sé cómo la gente puede justificar estereotipos y prejuicios horrorosos, pero rechazan algo tan puro como el amor ».
Y Alexander sabe de lo que habla. Le tomó más de un año que varios de sus «amigos » cayeran en cuenta de que lo suyo con Roxana no era una fase «de experimentación ».Hoy, ambos ríen de buena gana cuando comparten esos recuerdos. Sin embargo, aunque las personas de su entorno ya se habituaron al «contraste » de su unión, cada día se topan con sorprendidos, violentos y censuradores. No siempre lo dicen, aunque lo hacen notar.
« ¿Disgusto yo? En absoluto. Triste sería morirse sin tener nunca algo como lo nuestro. Es una pena que, ante este tipo de relaciones, algunos insistan en verle solo un lado oscuro que ellos mismos se inventaron ».
Racismo y razones
«La raza no existe. Es una construcción social, una dinámica útil para las intenciones de concentración y manipulación del poder, por parte de las élites explotadoras, en los marcos de la inevitable confrontación de clase. Sin embargo, esta se materializa a cada paso, nos persigue y nos perseguirá aún por mucho tiempo ». Así inicia uno de los capítulos del libro La problemática racial en Cuba. Algunos de sus desafíos, del sociólogo e investigador antillano Dr.C Esteban Morales Domínguez.

En resumen, la existencia de determinados indicadores abiertamente discriminatorios, no resulta más que una invención socioclasista que acomoda las expectativas y necesidades de un grupo «superior » y, por ende, fija las opciones que van quedando para el resto. Sin embargo, el autor no se refiere en su texto a las condicionantes de vida de blancos, negros y mulatos en la Cuba pre-revolucionaria, sino a las expresiones de racismo en apariencias zanjadas sobrevivientes tras las transformaciones humanistas del gobierno de los barbudos y que se recrudecen hoy, al amparo de desigualdades económicas cada vez más cotidianas.
En el artículo «Raza y Revolución: parejas interraciales y cambio generacional », publicado en el número 70 de la revista Temas por la profesora Nadine Fernández, de la Universidad de New York, la autora expresaba que «la llegada del período especial y el arribo de turistas a Cuba a partir del decenio de los 90 conmocionaron el marco de igualdad existente. Otras ideas acerca de las razas y las relaciones raciales, que siempre habían estado latentes, pasaron a ocupar un primer plano. El racismo hervía a fuego lento en las conversaciones, retumbaba por viviendas y espacios públicos, y se trasmitía a las futuras generaciones en el seno familiar.
«[...] Para las parejas cubanas, la endogamia racial sigue siendo la norma, y los investigadores cubanos han descubierto que continúa siendo fortísima entre blancos cultos, particularmente entre quienes trabajan en los sectores de la economía de reciente creación, donde el objetivo no es el avance colectivo, sino la movilidad social personal. La mayoría de las parejas interraciales sigue “viniendo de abajoâ€; es decir, son más frecuentes entre las clases más corrientes en los barrios de composición racial mixta ».
El Dr. C. Esteban Morales Domínguez plantea una hipótesis similar en otro de sus trabajos: «Cuba, color de la piel: Nación, identidad y cultura. Racismo que sobrevive. ¿Un desafío contemporáneo? »:
«[...] El racismo y la discriminación, apoyándose en los estereotipos negativos sobre los negros, y las formas de supervivencia de estos prejuicios, dentro de algunas instituciones, espacios de la conciencia individual, la sociedad cubana y la familia, aún sobreviven. Ayudados, a partir de los años noventa, por las profundas consecuencias de una crisis económica, con atisbos de crisis social, que apenas comienza a ser superada. Propinándoles así una “paliza descomunal†a todos los que idealistamente consideraron que el problema del racismo en Cuba ya estaba resuelto ».
Para 1995, algunos de los resultados más elocuentes de una investigación realizada por el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias de Cuba revelaron que el 58 % de la población blanca pensaba que los negros son menos inteligentes, el 65 % los consideraban inferiores en cuanto a su decencia y valores personales, y el 68 % se oponía al matrimonio interracial.
Sin embargo, aun cuando las estadísticas arrojadas por el último Censo de Población y Vivienda (2012) establecieron que el 64.1 % de los cubanos son blancos, el 9.3 % negros y el 26.6 % mulatos o mestizos, el mayor índice de fecundidad del país lo tiene este último grupo, donde se incluye a los descendientes de miles de parejas interraciales. O sea, el gran ajiaco que es esta nación continúa cociéndose, a fuego lento, pero estable.
¿Racista yo?

«Pelo malo, ¡pero malo! ». « ¿Y cuando tus hijos empiecen a reclamarte? ». «El día que pruebes a un/a negro/a, más nunca viras para atrás ». «Cada oveja con su pareja ».
Preocupación, si nos toca de cerca, o simple cotilleo; pero el tema siempre está ahí, a dos palmos de nuestras narices. No obstante, creo que en Cuba hemos llegado a un momento en que las personas retomaron el control y unen sus vidas a quienes aman, por lo que toparse a diario con decenas de parejas interraciales resulta cada vez menos extraordinario.
Sin embargo, la simetría entre realidades y asimilación social no llega ni creo que lo haga a concretarse en ningún escenario. De tolerantes a medias y racistas en cuclillas nos rodeamos a diario. Nadie se reconoce como tal, pero casi todos tienen una opinión que demuestra las contradicciones «insalvables » en las relaciones de otros.
Medio milenio de historia nacional y rezagos culturales que se reproducen, de generación en generación, en una sociedad multirracial, imponen desafíos durísimos para quienes solo buscan amar bajo leyes propias. Mi consejo: enfóquense en eso, en amar, y ya veremos de cuántos colores se les llenará el alma. En esos, aunque sean los más valiosos, muy pocos se concentran.