La promesa de ser libres o mártires

A 61 años de los sucesos del 30 de noviembre de 1956, Vanguardia acude al testimonio de uno de sus participantes.

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José Rodríguez González, Pepe, combatiente del 30 de noviembre de 1956.
José Rodríguez González, Pepe, combatiente del 30 de noviembre de 1956. También participó en la batalla de Santa Clara. Después del triunfo de la Revolución dirigió la Electroquímica de Sagua la Grande y fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y vicepresidente del Gobierno en Santa Clara, en 1978. (Foto: Narciso Fernández Ramírez)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
1667
30 Noviembre 2017

El 30 de noviembre de 1956 hubo levantamientos armados en apoyo al desembarco del yate Granma en varios lugares de la Isla. El más importante resultó el protagonizado por Frank Paí­s y sus compañeros en Santiago de Cuba.

En Santa Clara, los revolucionarios se acuartelaron en varios lugares de la ciudad y salieron a las calles a enfrentar a la soldadesca batistiana. Fue el cumplimiento del compromiso contraí­do de distraer a las fuerzas represivas para que el yate Granma pudiera llegar a Cuba con sus 82 expedicionarios e iniciar así­ la lucha armada en la Sierra Maestra.

Pasadas seis décadas de los acontecimientos,  Vanguardia  acude a la memoria privilegiada del combatiente José Rodrí­guez González,  Pepe, quien hilvana sus recuerdos de aquel viernes de 1956 y se apoya en valiosos documentos atesorados a lo largo de su vida.

En el caso de Villa Clara, los enfrentamientos al tirano no solo se circunscribieron  al dí­a 30. Cuatro dí­as antes, el 26 de noviembre de 1956, Ví­ctor Bordón Machado se habí­a levantado en armas en su Quemado de Gí¼ines natal, para dar lugar al primer foco guerrillero en los llanos de la antigua provincia de Las Villas.

Y el 27, en recordación a los ocho estudiantes de Medicina fusilados por la metrópoli española, las Brigadas Juveniles del M-26-7 protagonizaron una marcha de protesta contra el régimen de facto.

A estos acontecimientos, sirvió de colofón el asesinato del joven José Ramón León Acosta,  Dinamo, primer mártir de la clandestinidad en la región central de Cuba, ocurrido el 6 de diciembre del propio 1956, el año en que Fidel Castro habí­a prometido ser Libres o Mártires.

Ví­speras  del levantamiento

El 15 de mayo de 1955 se creó en la provincia de Las Villas el M-26-7. Uno de sus artí­fices fue el santaclareño Guillermo Rodrí­guez del Pozo, conocido como  Gallo Ronco, con Santiago Riera como su primer coordinador.

Llegada la segunda quincena de noviembre de 1956, y ante la inminencia de los sucesos, Santiago Riera marchó hacia Santiago de Cuba para reunirse con Frank Paí­s, quien dirigí­a desde la clandestinidad la lucha revolucionaria en el Llano. Uno de sus propósitos era comprar un alijo de armas en la Base Naval de Guantánamo, mediante la recaudación previa de unos 10 000 pesos.

Ví­ctor Bordón junto a Ernesto Che Guevara en Cabaiguán.
Ví­ctor Bordón junto a Ernesto Che Guevara en Cabaiguán, en diciembre de 1958. (Foto: Tomada de Internet)

Y cuando el yate Granma habí­a puesto ya su proa hacia Cuba y navegaba por las aguas del Golfo de México, un guajiro quemadense quien gozaba de fama de hombre valiente se alzó en armas contra Batista. Sucedió el lunes 26 de noviembre de 1956. Su nombre era Ví­ctor Bordón Machado, y llegarí­a a ostentar el grado de Comandante del Ejército Rebelde.

Sobre aquella decisión, el propio Bordón en el libro  El nombre de mis ideas, del periodista y escritor José Antonio Fulgueiras, cuenta:   «No podí­a seguir en la clandestinidad, pues me habí­an cogido varias veces preso y golpeado. En La Habana también me detuvieron por participar en sabotajes y asaltos. Entonces, decidí­ irme para el monte e hicimos el campamento en la finca Santa Marí­a, de Juancito Martí­nez, cerca de Sevilla, donde nací­ ».

Al siguiente dí­a, martes 27 de noviembre, los revolucionarios santaclareños agrupados en las Brigadas Juveniles del 26 de Julio, dirigidos por Quintí­n Pino Machado, salieron a las calles a protestar contra la tiraní­a que usurpaba el poder desde el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

La represión policial no se hizo esperar, y los manifestantes fueron interceptados y dispersados en el propio Parque Vidal y Luis Estévez. Como respuesta a la bestialidad policial, los miembros de las brigadas contraatacaron y lanzaron varios cocteles Molotov en medio de la oscuridad de la noche.

Llegada del telegrama y acuartelamiento

Cinco cablegramas habí­an sido enviados desde México para avisar de la salida del yate Granma. Todos tení­an el mismo texto en clave: «Obra pedida, agotada ». El objetivo era asegurar la mayor simultaneidad posible para apoyar el desembarco con levantamientos armados en varios sitios del paí­s.

José Rodrí­guez,  Pepe, nos cuenta cómo llegó el telegrama a la capital de la antigua provincia de Las Villas: «A Santa Clara llega el dí­a 28. Lo recibió Haydée Leal Dí­az, quien viví­a en la calle Nazareno, esquina a Cuba ».

Este veterano combatiente, conserva por escrito un valioso testimonio que diera la propia Haydée: «El cable lo recibí­ en mi casa, pues vení­a a nombre mí­o, el de Santiago de Cuba iba a nombre de Arturo Duque de Estrada, yo tengo entendido que Aldo Santamarí­a recibió otro en La Habana, y que Raúl Garcí­a Peláez lo recibió en Camagí¼ey, y José Antonio Echeverrí­a también lo recibió.

«Ese dí­a 28 de noviembre estaba lloviendo torrencialmente. Entonces mi mamá va a casa de Margot (se refiere a Margot Machado) para avisarle, pues en ese momento solo estábamos prácticamente las mujeres. No estaban Santiago Riera, que era el coordinador, ni tampoco Cheché Alfonso (Ifraí­n Alfonso Liriano), Quintí­n Pino, y Gallo Ronco (Guillermo Rodrí­guez del Pozo). Tampoco se encontraba Carlitos Martí­nez, quien andaba por Vega Alta ».

Pepe, de igual manera, ha conservado para la posteridad los recuerdos escritos de Guillermo Rodrí­guez del Pozo, quien falleciera con el grado de general de división (r), en julio de 2016:

«Precisamente, cuando recibimos el cable de México anunciando la cercana llegada del “Granma” […] Riera estaba en Santiago de Cuba gestionando con Frank Paí­s la obtención de las armas, para lo que ya no quedaba tiempo. Entonces  me llamó para que lo fuera a esperar al aeropuerto de Camagí¼ey, ya que no existí­an vuelos directos a Santa Clara, lo recogí­ por el mediodí­a del 29 de noviembre, y llegamos a Santa Clara por la tarde.

Participantes en las acciones revolucionarias del 30 de noviembre de 1956.
Combatientes del 30 de noviembre de 1956, en un acto celebrado en Santiago de Cuba en 1981. El tercero de izquierda a derecha es nuestro entrevistado, José Rodrí­guez González. En el extremo izquierdo el Dr. Serafí­n Ruiz de Zárate Ruiz.

«Nos reunimos en la casa de Juan Fernández con la dirección provincial, donde analizamos las posibles acciones a realizar: citar de inmediato a los responsables de zonas y los municipios principales para la noche en la casa de Osvaldo Rodrí­guez (miembro de la dirección provincial del M-26-7) con el fin de darles las misiones a todos y tratar de obtener algunas armas, para lo que Quintí­n (Pino Machado, Jefe de las Brigadas Juveniles) propuso asaltar la casa de un profesor universitario que era cazador y tení­a varias escopetas.

«Cheché (Ifraí­n Alfonso Liriano, jefe de Acción y Sabotaje) saldrí­a de inmediato para ordenar el acuartelamiento de las milicias en los lugares previstos y mandar a hacer cocteles Molotov. Yo salí­ a buscar al dueño de la cantera El Capiro […] que habí­a prometido entregar una caja de dinamita, pero no apareció ».

Acciones   en Santa Clara

José, Pepe, Rodrí­guez González, conocido como Texaco en la clandestinidad por administrar entonces una gasolinera propiedad de la empresa norteamericana de ese nombre, relata que fueron varios los lugares de acuartelamiento la noche del 29 de noviembre de 1956, y más de un centenar los revolucionarios concentrados:    

«El cuartel general estaba en la casa de un compañero llamado Juan Fernández Allí­ se reunieron Guillermo Rodrí­guez del Pozo, Santiago Riera,   Osvaldo Rodrí­guez Ayala, Pepe Medina, Juan Fernández, Cheché Alfonso, Carlos Martí­nez Reyes y Quintí­n Pino Machado. Mientras, en una casa del reparto Vigí­a, estaban, entre otros, Raúl Nieves Mestre, quien fuera capitán del Directorio Revolucionario13 de Marzo y participante en la batalla de Santa Clara; y José Ramón León Acosta, Dinamo.

Combatiente José Rodrí­guez González.
José Rodrí­guez González se considerá solo un soldado que participó en las acciones revolucionarias del 30 de noviembre de 1956. (Foto: Narciso Fernández Ramí­rez)

«Hubo ocho combatientes agrupados en una casa ubicada en Rodrigo y Toscano; otra, con 20 hombres, sita en la Carretera de Maleza, número 52. Mientras, en la trastienda del establecimiento de la  Casa Toda Honda, sita en la calle Marta Abreu, estuvo acuartelado Rodolfo de las Casas, Casitas, persona sumamente temeraria, luego capitán del Ejército Rebelde.

«De igual manera, hubo jóvenes agrupados en la emisora Radio Tiempo, situada en los altos de la farmacia de Colón y Candelaria ».

Al referirse a su participación personal en el levantamiento, Pepe afirma: «Mi misión estaba concretada al garaje Texaco. Éramos seis o siete los compañeros. Allí­ nos concentramos hasta el amanecer del 30.

«Era un lugar muy significado por la policí­a, por lo que hubo un patrullaje constante durante toda la madrugada. Estuvimos esperando unas armas que nunca llegaron. Solo pudimos dispersar algunas grampas en la Carretera Central para obstaculizar el tránsito de vehí­culos, pero aquello fue poco efectivo.

«En otros sitios de la ciudad hubo acciones, aunque dispersas. En la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas el grupo dirigido por Antonio Larralde puso a funcionar la imprenta para imprimir las proclamas exhortando al pueblo a respaldar las acciones y dando a conocer el cumplimiento de la promesa hecha por Fidel.

«Y en la Vigí­a, las Brigadas Juveniles al mando de Raúl Nieves interrumpieron el tránsito en la Carretera Central. Además hubo mí­tines relámpagos para atraer hacia esos lugares a las fuerzas represivas del régimen.

«En tanto, el grupo de Rodolfo de las Casas, Casitas, fue el más activo de todos. Salieron a la calle con unos 50 cocteles Molotov y en la calle Maceo quemaron dos camiones e incendiaron el Servicentro de la Carretera Central. Por la noche realizaron otras acciones aisladas; fue tiroteada la posta del Hospital y se quemó el garaje de Carretera a Sagua y Maleza ».

6 de diciembre de 1956: Asesinato de Dinamo

Después de los sucesos del 30 de noviembre, la dictadura arreció la represión en todo el paí­s. El 2 de diciembre, con dos dí­as de retraso, desembarcó el yate Granma por Los Cayuelos, en Las Coloradas.

Una semana después, el 6 de diciembre de 1956, resultó asesinado uno de los participantes de las acciones del dí­a 30: José Ramón León Acosta, Dinamo, quien fuera reconocido en el Parque Vidal, mientras esperaba un compañero, y conducido a un jeep del ejército.

Dinamo logró darse a la fuga, pero en el tiroteo recibió un tiro en el cuello y cayó gravemente herido en la calle Maceo esquina a Gloria. Horas después,   fallecí­a, para convertirse en el primer mártir villaclareño de la clandestinidad.

Seis décadas después, ahora con 88 años cumplidos, Pepe mantiene intactos en su mente estos recuerdos. En su casa, marcada con el número 11 en la calle 1.a entre C y Rí­o, reparto Santa Catalina,  conserva la misma convicción de lucha e intacta la  disposición que tuvo aquel 30 de noviembre de 1956.

Del trascendente hecho, se considera un participante más. Un soldado. Solo eso.

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