Martí­ diverso

Un Martí­ que no es ni estatua para plaza, ni busto en un colegio, ni cuadro en la oficina, ni óleo de salón.

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Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
2277
18 Mayo 2018
Martí­
Martí­ 2004, óleo sobre lienzo, 80 x 100 cm. (Autor:  Juan Manuel Suárez Rodrí­guez. Pinar del Rí­o, 1976)

Mi Martí­ no llega de pronto, se va descubriendo.

No es libro, ni capí­tulo de un dí­a, ni tarea para una noche, ni imagen dibujada, ni foto recortada; mejor, historia habitual y renovada, no leí­da, no dictada, sino contada, con pasión de apasionados, pletórica de luces y de sombras para que adquiera volumen, tonos y matices.

Mi Martí­ no reside. Como en familia buena: habita, comparte, participa, disiente, aviene, acata, respeta.

No es adjetivo para cualificar, sino verbo de acción, que da color. No es porcelana de crisol, sino arcilla para modelar. No es fuego para quemar, sino lumbre para dorar. No es mar, que brama. Ni lago, que reposa. Ni rí­o, que desborda.

Mi Martí­ es arroyuelo que fluye continuo, persistente. Y se le oye como arrullando. O murmurando al oí­do cuitas y dolores, pasiones y entusiasmos, poemas y canciones.

No establece, funda. No es cuartel, es campamento, refugio, alojamiento. No es soldado, es gladiador.

Mi Martí­ no se dice de boca, ni se le toca con dedo. Se remonta desde la garganta, quebrada que le grita al corazón y para despertar el verso, desde donde sube el beso febril, violento, apasionado, pueril, furtivo, robado, suplicado. ¡Quién sabe!

No es efigie de hechura fabricada, ni estatua para plaza, ni busto en un colegio, ni cuadro en la ofi cina, ni óleo de salón.

Mi Martí­ no es estampa, ni medalla, ni sello, ni cita discursiva, ni oratoria de podio, ni palabra de templo, ni lema asentido, ni epigrama adecuado.

No es la casita de la calle Paula, ni el Memorial de La Habana, ni fl ores en Santa Ifigenia, ni el que nunca estuvo en Santa Clara. Ni el Colt Frontier Six Shooter de la Fragua Martiana, ni el gabán que se dice olvidó en su premura, tantas veces cambiado: del marrón al negro, del negro a carmelita, de Nueva York a Toledo, de Madrid a Nueva York.

En fin, metáfora y leyenda.

Mi Martí­ es Héroe y es Apóstol, sin forcejeos, sin imposiciones ni recetas. Creí­ble e increí­ble. Hecho a mi antojo, imagen y semejanza, sin castidades ni ensueños, viril y tierno, sombra de mis actos, luz de mis saberes, puño de mis golpes, verbo de mi verbo. El que me mantuvo y retiene.

Martí­, como él mismo, es mi misterio, es el alma y es intento.

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