
Si las almas tuvieran algún olor, César quisiera que el de la suya fuera a batey: polvo vivo y camisas caladas por el sudor; cuero de jornaleros que no creen ni en soles bravos ni en santanicas rabiosas; guano en la cabeza y bagazo en la nariz, aguardientes tan duros como patada de mulo.
No se me ocurre preguntarle si es un hombre de fe, pero la historia de su vida prácticamente constituye una «conspiración ». De las felices, aclaro.
Vino al mundo en septiembre de 1976, justo el día que Cuba celebra a su virgen mambisa. Un muchachito más en la comunidad de Rodrigo, en Santo Domingo, donde casi todos sus coterráneos laboraban en el sector industrial.
El abuelo materno era el jefe de maquinaria del Carlos Baliñoantiguamente conocido como el Ulacia, y César no recuerda con claridad si fue que en algún momento lo convidó a acompañarlo o si él lo siguió porque sí hasta el central, pero mucho antes de saberse el abecedario ya andaba aprendiendo entre hierros, preguntando demasiado, creyéndose hombre.
«Los franceses y los sudamericanos saben de uvas y vinos. Los cubanos, de caña de azúcar. Está en el ADN de la nación, y quienes crecimos tan cerca de los cañaverales y la industria azucarera, valoramos, quizás como otros no pueden hacerlo, cada fase de la producción, en la que los derivados como el ron ocupan un puesto de preferencia. En este aspecto el conocimiento resulta determinante, pero si no le ponemos amor, no se obtiene nada memorable.
«Tantos años viviendo próximo a un central me enseñaron a decodificar el significado cultural y social del guarapo, del aguardiente de caña, de los olores diferentes e indescriptibles que solo se respiran en un batey. Allí todo es único, hasta las personas, y ese vínculo prácticamente filial que establece la gente con el ingenio, desarrolla no solo un determinado ritmo de coexistencia, sino también sus propios sabores ».
¿Qué no puede faltarles a quiénes se dedican a preservar y optimizar la memoria alcoholera de la isla?
Si no hay una intimidad con el entorno que rodea la producción ronera, entonces no lo conocerás a plenitud ni lo querrás como merece. Y quien no ama al ron cubano, nunca podrá representarlo y entenderlo en su dimensión total, lo cual traicionaría una de las tradiciones más hermosas de la historia nacional.
¿Y si hubieras nacido en la ciudad, o en cualquier otro sitio alejado de los campos de caña y el silbatazo de un central? ¿Crees que te dedicarías a lo mismo?
Lo más probable es que no, pues si no lo vives, no lo sientes. No imagino cuál profesión estaría ejerciendo hoy, pero dudo que me colmase tanto como mi trabajo. Cada día le agradezco a la vida por colocarme en este camino.
Desde el 2009, César Augusto Martí Marcelo se convirtió en el Maestro del Ron Cubano más joven en edad del país, condición que mantiene hasta hoy, a pesar de que ya se realizaron otros dos nombramientos.
Sin embargo, la decisión de la máxima dirección de la Corporación Cuba Ron S. A. resultó cualquier cosa menos precipitada: en el momento en que recibió la categoría apenas tenía 32 años cumplidos, pero casi toda su etapa estudiantil y laboral habían transcurrido en la Ronera Central «Agustín Rodríguez Mena », en Santo Domingo.
La alquimia de un Maestro
«Me licencié en el 2000, en la especialidad de Ingeniería Química, en la Universidad Central de Las Villas, y luego de graduarme tuve la gran suerte de comenzar a trabajar como tecnólogo de la Ronera Central. No obstante, no me sentí como un novato que llega a sondear terreno desconocido, pues durante los cinco años de la carrera realicé allí las prácticas laborales.
«En aquel entonces, el MSc. Carlos Rafael Soto Castellón, actualmente vicepresidente primero de Cuba Ron S.A., laboraba como tecnólogo de la “Agustín Rodríguez Mena†y me dedicó su tiempo y su pericia, junto a otros muchos trabajadores con décadas de saber práctico, para transmitirme algunas de las claves y conocimientos esenciales en este mundo ».
¿Qué lo motiva más como Maestro del Ron Cubano: mantener la tradición o promover la innovación del producto?
Creo que las personas y experiencias de las que pude aprehenderme, primero como alumno y luego mientras transcurría la etapa inicial dentro de la Ronera Central, resultaron definitorias para mi filosofía profesional. Ahí surgió una de las mayores pasiones de mi vida; un amor intenso, inexpresable, por lo que mi objetivo no ha sido otro que el de imbricarme de a lleno en la preservación, custodio, el enriquecimiento y la defensa del ron cubano del centro de la isla como una expresión cultural de la región.

César habla de la «Agustín Rodríguez Mena » y de la marca Cubay y tal parece que se tratase de una fábrica de sueños. Los suyos reposan en barricas de madera noble o en botellas para el asombro; se sorben de a poco, como quien se lleva un milagro a la boca.
Numerosos especialistas aseveran que Cubay ya sentó raíces en la cúspide de los rones cubanos, y en una industria tan competitiva, tal afirmación debe sostenerse con evidencias más que probadas.
La marca nació en 1993 con apenas dos surtidos: el Añejo y el Carta Blanca, pero a partir del 2000 inició el despegue, por lo que podemos hablar de un antes y un después en la calidad y variedad de sus propuestas. En esa fecha ya teníamos un producto en gama tradicional de calidad extra, y después me encargaron un nuevo diseño para la cadena de tiendas españolas El Corte Inglés el Cubay Carta Dorada que se unió al Cubay Añejo Suave. Sin embargo, durante los últimos cinco años pudimos atestiguar que se daban pasos cada vez más sólidos hacia la plena madurez, lo cual hoy constituye una realidad irrefutable.
«Actualmente, Cubay cuenta con el Carta Dorada, que resulta un producto muy interesante dentro de la marca ya que delimita la transición de los rones blancos a los añejos. La clase emblemática de estos posee dos productos: el Cubay Añejo suave y el Cubay Añejo, pertenecientes a la misma tipología, pero con aromas, sabores y texturas completamente diferentes, y en la gama tradicional tenemos la Reserva Especial 10 Años, bebida insigne de la empresa ».
Sin embargo, era obvio que las potencialidades de la marca alcanzaban para mucho más.

En los últimos tres años incorporamos una gama de lujo con dos nuevos rones: el Cubay Carta Blanca Extra Viejo, que constituye la máxima expresión de los rones blancos cubanos, y el Cubay Extra Añejo 1870. Este último contiene el sentido tributo que se propusieron realizarle la «Agustín Rodríguez Mena » y la marca a la fecha fundacional de la primera ronera de la zona central, el Alambique El Infierno, en Sagua la Grande, considerada en su época como la más importante de toda América.
Según parece, la historia patria le ha dado cuerpo a lo mejor del ron cubano producido en el centro del país.
Sin duda alguna. Durante la celebración, el pasado mes de mayo, de la Feria Internacional de Turismo FitCuba 2018, lanzamos el Cubay Extra Añejo Remedios 500, que resulta el top indiscutible de la marca. Hablamos de una reserva especial y de una producción muy limitada apenas 1000 botellas al año, ya que se trata de un ron exclusivo en cuyas pruebas de preferencia los degustadores más especializados quedan prácticamente enloquecidos por la calidad y los matices que encierra.
¿Cómo se concibe en una sola bebida el gusto de una villa de medio milenio?
Esta industria es un arte, y de la misma manera que un escultor talla la madera para darle forma de acuerdo a un concepto o sentimiento, o cuando el pintor deja el alma sobre el lienzo, nosotros creamos las mezclas para lograr reflejar, a través de esta bebida, el carácter alegre, multicolor, hospitalario y culto de los remedianos.
«El Remedios 500 es un ron memoria, pues existen trazas en dicho proyecto de la llamada "tecnología exquisita" desarrollada décadas atrás en el centro del país. Lo mismo sucede con el "1870", ya que constituye el resultado de rones y aguardientes que han sido envejecidos por varias generaciones de maestros de la Ronera Central, lo cual los convierte en reservas históricas de la región ».
¿Y cuál sería entonces el sabor líquido de lo cubano?
Esta isla es demasiado espléndida para embotellarla como una bebida única. Por ello, continuamos trabajando, moviéndonos, atreviéndonos, pero todo pensado en el respeto a la tradición madre de nuestros rones.
«Cada nuevo producto contiene el trabajo articulado de cientos de maestros y obreros que, durante más de 150 años, le han dado sabor a esta nación desde su corazón mismo ».
