Los servicios necrológicos en Santa Clara… ¿están para morirse? (+Galerí­a)

La cuestión no puede limitarse a reconocer las deficiencias: hacen falta soluciones. Las entidades pertenecientes a los servicios necrológicos adolecen de falta de iniciativas y pésima proyección.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Foto: Carlos D. Quiroga Morejón, estudiante de Periodismo)
Chábeli Rodrí­guez Garcí­a, Samuel E. Viamonte Sardiñas y Carlos D. Quiroga Morejón, estudiantes de Periodismo
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31 Enero 2020

La muerte, esa constante aterradora, no deja de sorprendernos en los momentos más inesperados. La pérdida de un ser querido siempre supone un golpe devastador, pero si a este suceso le sumamos una atención mejorable por parte de los servicios necrológicos, se hace del hecho una experiencia donde el menos afectado aparentemente es el difunto.

La población santaclareña conoce de estos dramas y comparte sus experiencias agridulces. Obstáculos no faltan en el camino de quien desea dar una digna despedida a un familiar o de aquel que visita y mantiene la tumba de alguien allegado. El panorama actual de los centros funerarios resulta aún más triste de lo que debiera.

Duelo entre percances

Por desgracia, la funeraria Las Villas es un lugar muy frecuentado. Todo el que llega lo hace por causas trágicas; sin embargo, allí­ donde el servicio debiera ser lo mejor posible en pos de atenuar una experiencia traumática, muchos han sufrido una mala atención.

Según la directora provincial de Servicios Comunales, Nilka Ramos Méndez, recientemente el Micons se encargó de realizar una reparación integral de la funeraria, y aunque dicha acción trajo buenos resultados, la antigí¼edad del edificio propició la aparición de fisuras.

Orlando Jiménez López, administrador de «Las Villas », expresó: «Quedaron cosas pendientes. Las paredes de los baños se humedecen porque las tuberí­as presentan roturas ».

Para llevar a cabo una reparación total del sistema de plomerí­a serí­a necesario romper parte de lo construido por el Micons. ¿La conclusión?, trabajo y recursos derrochados producto de una mala planificación por parte de la Empresa Municipal de Servicios Comunales y la entidad ejecutora. Ambas conocí­an del deterioro de las tuberí­as y aun así­ optaron por no sustituirlas en su totalidad.

Por otro lado, resalta la dificultad para la transportación de los familiares hasta el cementerio. Para ello, la funeraria cuenta con el apoyo de í“mnibus Escolares, que debe garantizar una guagua cada dos horas; sin embargo, ello resulta insuficiente. Eduardo Ruiz Fariñas, especialista en transporte automotor en dicha entidad, explicó: «Aseguramos el traslado hacia el cementerio; pero, en ocasiones, por la situación del combustible o la falta de vehí­culos, no hemos podido garantizarlo ».

El problema del transporte figura entre las dificultades que acarrea esta funeraria desde hace mucho tiempo. A pesar de que Comunales y la propia entidad conocen bien esta situación, el inmovilismo al respecto continúa.

Sin embargo, si tiempo atrás los maltratos proferidos por trabajadores constituí­an problemas mayúsculos, hoy, felizmente, ello no supone una dificultad extendida. Antes, dicen, el motivo de la mala atención radicaba en lo poco atractivo del trabajo o en el bajo salario. No obstante, al ser una unidad presupuestada, hoy los empleados de la funeraria gozan de un aumento salarial.

Si antes la limpieza del local pecaba de insuficiente, la funeraria Las Villas muestra en la actualidad una mejor imagen. Según Orlando Jiménez, los trabajadores del centro tienen mayor sentido de pertenencia, y aunque la plantilla está incompleta, las tareas se distribuyen de forma tal que la higiene no esté comprometida.

¿En paz descansen?

El cementerio parece «tierra de nadie », un lugar abandonado. Flores y coronas marchitas, basura y escombros complementan un paisaje ya de por sí­ lúgubre. Uno de los trabajadores del centro reposa plácidamente sobre una tumba, mientras otro de ellos quema ¡restos de ataúdes!, no muy lejos de un osario abierto que exhibe los huesos de algún santaclareño.

Según el administrador del cementerio, las flores son cambiadas cada 72 horas. (Foto:  Carlos D. Quiroga Morejón, estudiante de Periodismo)

Las familias están inquietas por la falta de espacio dónde depositar los restos, al mismo tiempo que califican de inadecuado el trato de quienes allí­ laboran. Al parecer, los 38 empleados de los 43 necesarios para completar la plantilla no dan abasto para mantener la higiene mí­nima que requiere el camposanto.

«Las áreas sin chapear y otros problemas de higiene son responsabilidad mí­a aseveró Gustavo Fuentes Regalado, administrador del cementerio municipal, así­ como organizar a los ayudantes del enterrador de forma tal que lo hagan todo a la vez. Aquí­ necesitamos una mayor sistematicidad, y como la planificación actual requiere más obreros, solicité a la empresa un incremento en la plantilla ».

Sin embargo, una organización mí­nima evitarí­a la acumulación de grandes cantidades de basura o hierba alta; es decir, la disposición certera del trabajo queda como asignatura pendiente para la administración del lugar.

En una esquina del cementerio son incinerados los ataúdes después de exhumados los cadáveres. El humo producido por esta actividad constituye una preocupación permanente para los vecinos por obvias cuestiones sanitarias. Fuentes Regalado mencionó la necesidad de realizar la quema dentro del perí­metro del centro, al no estar autorizada en otra zona de la ciudad.

La directora provincial de Servicios Comunales explicó que ya está en planes la construcción de un incinerador para el cementerio, «pero por cuestiones subjetivas, la puesta en marcha de ese proyecto se ha postergado ». Por ahora, y hasta que el burocratismo lo permita, los hogares más próximos a la necrópolis santaclareña no tendrán más remedio que convivir bajo riesgo.

A la población le preocupa también la inundación en los panteones. Al ocurrir esto, los propios empleados retiran el agua acumulada con cubos, lo cual retrasa los entierros. «El problema con las inundaciones es permanente y tampoco tenemos una turbina que alivie la situación, a pesar de haberla pedido al municipio », aclaró Fuentes Regalado.

Existen muchos sepulcros en el cementerio de Santa Clara con una arquitectura y diseño encomiable; de hecho, algunos de estos fueron construidos en la primera mitad del siglo xx. Por eso, resulta penoso el estado crí­tico de muchas de dichas estructuras.

Panteones con gran valor patrimonial se deterioran con el paso del tiempo en el cementerio. (Foto:  Carlos D. Quiroga Morejón, estudiante de Periodismo)

«Tratamos de reparar los panteones estatales, pero en el caso de los particulares, los dueños deben efectuar el mantenimiento. Nosotros solo podemos informarles a las familias sobre las condiciones de su propiedad, y de no existir descendientes vivos, entonces pasan a manos del Estado », aclaró el directivo.

Dentro de varios sepulcros descansan restos de personas que no pertenecen a las familias propietarias de estos espacios. La carencia de osarios y bóvedas motivan tales soluciones. Según Nilka Ramos, en el 2019 faltaron 42 bóvedas por construir, y aunque fueron completados 900 osarios, esta cifra no cambia todaví­a el panorama, y hace de la ocupación de panteones un problema crí­tico.

Gustavo Fuentes mencionó la pésima calidad de los osarios y cómo su reparación serí­a en vano; de ahí­ la necesidad de erigir más de estos depósitos. Con todas las dificultades que atraviesa, el cementerio resalta como la entidad más preocupante de los servicios necrológicos en Santa Clara.

Donde la eficiencia no arde

Son muchos los ciudadanos que coinciden con la opinión de que la incineradora de cadáveres resulta hoy el centro santaclareño de servicios fúnebres con mejores condiciones. La población posee pocas quejas referidas al crematorio, algunos solo mencionan la larga espera para la incineración del difunto o la falta de servicios gastronómicos allí­.

«Es cierto que existen insatisfacciones con respecto a la demora, pero este proceso es complejo y necesita de un tiempo prudencial para su realización. Además, está el hecho de que los equipos puedan sufrir algún desperfecto ocasional », precisa Arelys Ramí­rez Hernández, administradora de la incineradora, quien informa además que el precio de los servicios es de 340 CUP, con el ánfora incluida.

El crematorio corre con mejor suerte que el resto de los servicios necrológicos del municipio. La atención a la población es eficiente y sus trabajadores muestran un alto grado de compromiso.

«En cuanto a la ausencia de una cafeterí­a, se debe a las condiciones inherentes al centro. Por cuestiones de higiene y salud no se deben, ni pueden, elaborar alimentos aquí­ », aseveró Ramí­rez Hernández.

La cremación podrí­a resultar una alternativa viable ante el déficit de capacidades en el cementerio, por lo que se necesita una mejor divulgación acerca de este servicio.

La luz al final del túnel

La situación de los servicios fúnebres no pasa desapercibida. Comunales, como entidad rectora, admite sus fallos e imprecisiones, al mismo tiempo que busca implementar medidas.

La cuestión no puede limitarse a reconocer las deficiencias: hacen falta soluciones. Las entidades pertenecientes a los servicios necrológicos adolecen de falta de iniciativas y pésima proyección.

Inconvenientes tales como los problemas de transportación para las funerarias, o la necesidad de una reestructuración integral del cementerio, bien podrí­an solucionarse a través de terceros. Si esta alternativa ha funcionado para otras empresas, los servicios necrológicos no tendrí­an por qué ser la excepción.

Los problemas no se resuelven por arte de magia. A pesar de lo complejo del proceso, ¿realmente el burocratismo justifica el descuido de tantos panteones de valor patrimonial? Solo es necesario un poco de sentido común para sortear los mayores obstáculos.

Sin embargo, la solución de todos los problemas no puede quedar solo en manos de Comunales. El cliente también puede contribuir al mantenimiento de estos centros: actos reprochables como arrojar desechos en el suelo del cementerio o destruir el mobiliario de la funeraria son culpa nuestra.

Hacer de la vista gorda ante lo mal hecho solamente lo agrava y convierte el mal servicio en algo cotidiano. Despidámosle el duelo a mentalidades obsoletas para poder recibir fuerzas renovadas en los servicios necrológicos.

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