
«Yo no sabía que ser maestro iba a ser mi segunda profesión », dice jocosamente el papá de Ale. Si el niño no puede ir a la escuela, el sexto grado vendrá a la casa. Y ahora, Orlando Ruano, el cerrajero de la Vigía, tiene metas escolares que ayudar a cumplir:
Una materia cada día. Paquetes de ejercicios para hacer toda la semana. El compromiso de que llueva, truene o relampaguee las clases televisivas tienen que estar grabadas para repetirlas cuando sea necesario.
«El día más duro fue el del apagón. Suerte para nosotros que a las 5:00 p.m. las retransmitieron y pudimos capturar esos contenidos », dice orgulloso. Mientras cuenta sus hazañas pedagógicas, revela que tiene todas las clases atesoradas en la computadora, disponibles para quien las necesite.
«Desde que yo estudié hasta hoy ha habido muchos cambios en la enseñanza que a veces me frustran », admite Orlando. Por eso, acude a Vilma Rodríguez, el oráculo del barrio, la directora de la escuela primaria Rubén Carrillo Sánchez, a quien todos admiran por su experiencia.

«A veces voy llegando en la tarde y me vocifera desde la placa: “Vilma, dime de la simplificación de fracciones…†». La profe, confiada, explica a grandes rasgos cómo solucionar los problemas de contenido que ahora mismo reparten equitativos dolores de cabeza a las familias cubanas.
Eso, cuando termina sus labores como voluntaria, pues en tiempos de la COVID-19 esta mujer maravilla emula con el hombre orquesta.
Hace algunos días entró como voluntaria a realizar labores de limpieza en el centro de aislamiento de la Escuela Pedagógica. También ayuda al Sistema de Atención a la Familia (SAF) para que los ancianos beneficiados almuercen en tiempo y trabaja como activista para la entrega de medicamentos por el CDR.
Una vez concluidas las encomiendas diarias, la maestra entonces dedica tiempo a los alumnos. «Esta etapa ha sido muy difícil porque comienzan nuevos temas. Algunos niños habían dejado sus libros y cuadernos en el aula, y tuvieron que venir a verme para recogerlos. Los padres no imaginaban teleclases con tanto rigor », explica.
Vilma no es la única profesora de la comunidad que atiende las preocupaciones de las familias. También, lo hace Tania Gómez Cabrera, maestra de preescolar en el círculo infantil Los Sandinitos.

«Imagínate, mis niños iban a comenzar ahora con el análisis fónico y los trazos combinados, dos contenidos importantísimos para avanzar al primer grado », comenta. Añade que los docentes de las teleclases han suplido parte de la encomienda formadora.
«Yo venía preparando a los padres de mis alumnos sobre la importancia de acompañar la educación desde la casa, mucho antes de que suspendieran las clases », asegura Tania, e ilustra con buenos ejemplos del barrio, aunque no sean sus discípulos directamente.
Estos seres que aman, como el cerrajero Orlando Ruano, los padres de Nataly Paz o los de Elián Josué García, han sido claves. Gracias a ellos, los más pequeños de casa han recibido apoyo académico y emocional en los tiempos donde es difícil explicar porqués.
La presente crisis sanitaria, una experiencia educacional sin precedentes en Cuba y en muchos países, le ha reafirmado a la familia el valor del maestro. Esperemos que esta enseñanza regale empatía y renombre a su figura cuando volvamos a las aulas.