Volver al aroma de las verduras

En los organopónicos Las Marianas y La Riviera, en Santa Clara, puntales antes en el movimiento de agricultura urbana, rehabilitan sistemas de riego y estructuras agrí­colas para ampliar las potencialidades productivas.  

Compartir

Foto de archivo del organopónico El Minero.
El organopónico El Minero, años atrás durante la campaña de frío, cuando fue dirigido por Orlando Caballero Martínez. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
1384
18 Septiembre 2020

Mirar hacia atrás implica  recordar el verde que cubrí­a la ciudad. En otros lugares también fue igual. Algunos cosecheros con mentalidad y acción «quijotescas » deambulaban apegados a los sembrados en tiempos difí­ciles, durante los cuales se carecí­a de recursos esenciales.

Organopónico en Santa Clara.
Labores manuales del hombre vinculado a los resultados productivos inciden en la atención a las plantaciones y el incremento de las cosechas. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Abundaron motivaciones y amor por lo propio para que trascendiera lo imposible. A Santa Clara, por diferentes lugares del paí­s, comenzaron a llamarla la «reina de las hortalizas », y 24 años atrás, el 30 de septiembre, Fidel, al contemplar la maravilla  existente en esos predios, reconoció la «proeza de poner los vegetales por la libre prácticamente en toda la ciudad, con las producciones que se hacen allí­, en todos esos espacios que estaban vací­os ». Pero… No todo marcó ascensos productivos siempre.

El deterioro tecnológico de las instalaciones, y hasta la ausencia de fuerza estable de trabajo, impusieron traspiés. También se desvirtuaron conceptos fundacionales de comercializar muchas veces lo ajeno y no lo propio cosechado. Muchas justificaciones surgieron ante la ineficiencia de fincas de semillas, el manejo agroecológico de plagas y enfermedades, así­ como la aplicación de materia orgánica en los canteros y el bajón sistemático de los rendimientos por área en explotación.

Aquella agricultura nacida en situaciones difí­ciles del paí­s, ante la demanda creciente de una población acostumbrada a consumir vegetales, resultó ineficiente, a pesar de constituir un soporte fundamental para el programa de autoabastecimiento alimentario de los municipios villaclareños.      

Cambiar el rostro

A partir de octubre, no lo dudo,los carretilleros que  venden hortalizas por las ví­as de la ciudad   tendrán un competidor, tal como ocurrió décadas atrás, cuando mujeres incorporadas al contingente Las Marianas circulaban por los barrios más insospechados y pregonaban desde un camión la cosecha del dí­a.

Así­ lo afirmó Juan Miguel Fonseca Alonso, director de la Unidad Básica de Producción (UEB) Las Marianas, perteneciente a la Empresa Agropecuaria Valle del Yabú, encargado, con personal de apoyo y soldados del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), de las transformaciones que acontecen en el gigante hortí­cola asentado en el centro-este de la ciudad y que permaneció semidormido por un tiempo prolongado.

El área, fundada el 8 de octubre de 1994, junto al hidropónico gigante de Camagí¼ey, figuró entre las más amplias y prósperas del paí­s. Desde entonces, el colectivo de Santa Clara, integrado por mujeres incorporadas de forma voluntaria a la producción, llevó al elogio reiterado de la población, que apostó por los vegetales como acompañamiento diario en la alimentación.

Labores del Ejército Juvenil del Trabajo en el organopónico Las Marianas, de Santa Clara, Cuba.
A un reto mayor van los soldados del EJT en la UEB Las Marianas: cambiar la imagen de años precedentes. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Dos años después, Fidel visitó la zona agrí­cola, dialogó con las protagonistas e insufló ánimos al colectivo de trabajo. Era el memorable 30 de septiembre de 1996,  e instó a incrementar las cosechas en suelos, antes yermos, a partir de tecnologí­as intensivas de cultivos, como los apreciados allí­.

En 2015, fuerzas del EJT comenzaron a acondicionar suelos, sistemas de riego, plantar vegetales y acopiar producciones de cultivos permanentes, entre los que abundan el coco, mango y guayaba, y a fomentar los vegetales.

Hací­a tiempo que las féminas, después de cumplir sus encomiendas frente al surco, habí­an partido. Lo que fue «fruto de esta época de sacrificios », como dijo el lí­der de la Revolución, marcó por muchas razones un franco deterioro en superficies que, abandonadas, se convirtieron en improductivas.

Entonces, las fuerzas militares restablecieron siembras en 424 cámaras ubicadas en 14 plataformas, donde abundaron unos 12 cultivos de ciclo corto. A pesar de las cosechas, jamás se lograron los acopios de antes, porque existí­an dificultades en sistemas de riego localizado por microjet, drenajes del suelo, tuberí­as conductoras y empleo de abonos orgánicos.

De las 8 hectáreas que tiene la UEB Las Marianas, solo el 43,7 % de la superficie en explotación está ocupada por cámaras para el fomento de vegetales frescos, precisó Juan Miguel Fonseca Alonso. Allí­ hay ahora 374 canteros habilitados, cifra de la cual recuperaron 175, y el 74,8 %   de ese monto ya dispone de siembras de cultivos de ciclo corto, entre los que proliferan remolacha, espinaca, tomate y pepino.

Unas 1200 toneladas métricas de materia orgánica, combinadas con otras 600 de capa vegetal, vertieron en las cámaras ya plantadas, de acuerdo con dosificaciones para el mejoramiento del sustrato que soporta el fomento de cultivos, añadió el directivo.

Casas rústicas en el organopónico Las Marianas, de Santa Clara.
Antes que concluya el actual mes unas 12 casas rústicas se incluyen en la rehabilitación integral de aquel organopónico que décadas atrás impresionó al lí­der histórico de la Revolución en su visita a Santa Clara. (Foto: Luis Machado Ordetx)

En la medida que incluyan en cantero esos componentes, previamente mezclados, se instalan los sistemas de riego y efectúan sembrados de otras variedades de hortalizas y vegetales. En las atenciones culturales, siempre manuales, disponen de suficiente suministro de agua para el riego localizado, así­ como de productos biológicos. También fomentan la lombricultura y el empleo de la tracción animal, aclaró.

Disponen, además, de apoyo de diferentes organismos y trabajadores que contribuyen a la rehabilitación agrí­cola de la instalación, mientras unos 77 efectivos del EJT permanecerán durante dos años en la atención a las plantaciones  en cámaras  y  otras permanentes, como el plátano en zonas realengas y el mango.

También por estos dí­as culminan 12 casas rústicas para cultivos semiprotegidos, no vistas antes en el lugar. Todo aquí­ tiene un rostro diferente, y la transformación estará obligada al incremento de los rendimientos, ritmos de acopio y mayores suministros de alimentos frescos.

Marcha forzada

Si en aquella ocasión de recorrido por sitios de Villa Clara, y en especial por centros cientí­fico-productivos de la capital, Fidel se impresionó por cosas que «no habí­amos visto nunca a lo largo de la historia de la Revolución », toca ahora un vuelco en la producción, decisivo para garantizar alimentos y sustituir importaciones.

Uso del abono orgánico a partir de la lombricultura en la agricultura urbana.
El abono orgánico con la explotación de la lombricultura, resulta un componente vital en la elevación de los rendimientos. (Foto: Luis Machado Ordetx)

El programa de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar no admite vaivenes, aunque falten recursos materiales. Habrá que colocar inteligencia y dedicación, como antes demostraron muchos cosecheros desde sus respectivas parcelas.

La provincia dispone de 203 instalaciones (94 organopónicos, 44 huertos y 65 semiprotegidos) en franca rehabilitación tecnológica, afirmó Zoila Niveisis Delgado Sánchez, al frente del programa de Agricultura Urbana en el Minag. Aseguró que existe un incremento de patios y parcelas, cifra que rebasa los 49 732 en explotación.

Soluciones ofrecidas por entidades villaclareñas para paliar el deterioro de los sistemas de riego, y la búsqueda de otras fuentes de abasto de agua ante el agotamiento de pozos, configuran el camino para restablecer la histórica imagen de «ciudad verde » que se tuvo a los ojos de visitantes. Necesario será, además, el completamiento de los 10 m2   de hortalizas por habitante.

Esa cuantí­a apenas toca el 6.4 % de las aspiraciones. Habrá que bregar fuerte y contar con fuerza de trabajo estable, así­ como de aseguramientos de insumos vitales a los cultivos para aprovechar las potencialidades de los suelos periféricos en ciudades y comunidades rurales, cercanas o alejadas de los ambientes urbanos.

Esa voluntad marca el cambio que por estos dí­as transcurre en «La Riviera », en Santa Clara, un organopónico que nació el 28 de enero de 1994 y hasta hace unos años fue ejemplo de voluntad e ingenio productivo. Variedades de cultivos exóticos, como el cominón oriental, se ensayaron allí­ con notoria promoción en la comunidad. Esa práctica esencial se perdió. Como en muchos sitios, lo importante ahora es vender, vender y vender…

Merced al deterioro de los sistemas de riego por microjet, la ausencia de mano de obra estable provoca sus estragos en el escenario agrí­cola del oeste de Santa Clara, así­ se constata a partir de las explicaciones ofrecidas por Rolando Gómez íguila, el actual administrador.

Movilizaciones en organopónico de Santa Clara.
Por ahora las movilizaciones de estudiantes y trabajadores resuelven déficits de fuerza de trabajo estable en «La Riviera », un tópico pendiente para atender las plantaciones y aumentar en las ofertas de vegetales de hojas. (Foto: Luis Machado Ordetx)

A finales de mes, con el concurso de movilizaciones, se restablecerán los componentes para la irrigación, así­ como la siembra de las cámaras con hortalizas y vegetales que comercializarán de manera directa en el área de expendio. La encomienda no representa un salto de inmediato en la oferta.

Muchos ejemplos alientan para poner freno a la inmovilidad que por años azotó a esa vertiente de la agricultura urbana. Ahí­ están, con historias todaví­a por contar, Anastasio Capote Garcí­a, quien desde «La Riviera » logró fomentos sistemáticos de 28 cultivos, con suministros y precios invariables que colocaban a raya a cualquier intermediario.

Igual hací­a Orlando Caballero Martí­nez, en «El Minero », en Unión y Caridad, en Santa Clara, con volúmenes astronómicos de 28 kg/m2 en explotación. También Vicente Quintana Arencibia, en la finca La Guayaba, en Cifuentes, aplicó ingeniosas innovaciones con el empleo de una balanza rústica para cuantificar el goteo en la multiplicación de   esquejes e injertos de frutales en fomento, y obtuvo sobresalientes derivaciones.

 En ese último municipio, Fermí­n (Mingo) Fernández Turró, asociado a la CCS (F) Filiberto González, plantó sagú y cúrcuma, y en ambiente familiar construyó una valiosa minindustria para producir maicena y condimento seco.   En el listado, corto pero necesario, no faltaron los esfuerzos de Emilio Chávez Estévez, en La Vallita, Placetas, así­ como las muestras de sapiencia guajira acumuladas en el consejo popular Sabino Hernández, en Santo Domingo, lugar donde contra viento y marea predominan acopios de verduras, condimentos, frutas…

Otros nombres no aparecen aquí­. Jamás constituirá un olvido voluntario, porque sus historias están guardadas en los anales del periodismo villaclareño.

¿Por qué unos sí­, mientras otros no? En definitiva, cuando esos agricultores fomentaron las labranzas del suelo, pasaron calamidades de recursos, tal vez más que ahora. No obstante, todos tení­an un voto a favor, mí­nimo y trascendente, muy urgente en nuestro tiempo: la dedicación y la constancia hacia el campo.  

Comentar