Las señales de Cerralvo

¡Cuántas historias puede contar un ingeniero dedicado a las telecomunicaciones durante 48 años!

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Rolando Cerralvo Salgado ha dedicado 48 años de su vida a las telecomunicaciones y se trazó la meta de llegar al medio siglo. (Foto: Mónica Sardiña Molina)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
1604
24 Febrero 2021

Como presagio de una vida consagrada a la radiocomunicación, Rolando Cerralvo Salgado nació en una clí­nica médico-quirúrgica en Santa Clara perteneciente a la poderosa cadena de radio y televisión de la Cuba neocolonial CMQ.

Conoce todos los rincones del espacio radioeléctrico de Villa Clara, y domina la técnica para acercar señales de radio y televisión a cada hogar; pero no renuncia a las mañas e inventos que empujan la señal un poquito más allá, convencido de que las familias necesitan imagen y sonido más que parámetros.

Con 71 años cumplidos y muy cerca de medio siglo dedicado a las telecomunicaciones, Cerralvo diserta sobre economí­a, historia y arte como si se tratase de frecuencias y amplitudes moduladas. Conserva la vitalidad de sus tiempos juveniles, la valentí­a para decir lo que piensa en cualquier escenario, y el rechazo a la «burocracia » de oficinas y papeles.

¿Por qué le atrae tanto el mundo de las antenas, los transmisores, y las señales de radio y televisión?

Serí­a difí­cil saberlo, pero puedo mencionar tres momentos. En la década de los 50, cuando yo era un niño, mi mamá sacaba los televisores de la tienda a prueba, para verlos durante una semana sin pagar. Luego los devolví­a diciendo que no le gustaban, «cosas » del capitalismo. Finalmente compramos uno a plazos, pero se rompí­a a cada rato y para no depender más del mecánico, me propuse aprender a arreglarlo.

«También me viene a la mente el año 1958, cuando mi papá construyó una antena de cuadro para onda corta, con el objetivo de oí­r Radio Rebelde con tres vecinos que se reuní­an por la noche en la casa, mientras mi mamá corrí­a como una loca de ventana en ventana, con miedo de que los descubriera la Policí­a o un cabo del Ejército que viví­a muy cerca.

«La idea se concretó cuando cursaba el tercer año de la secundaria básica. Nos llevaron de visita a la Universidad, vi unos osciloscopios con formas de onda y me enamoré de eso ».

¿Qué pasó después?

Estudié Ingenierí­a Eléctrica y Telecomunicaciones, en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, y empecé a trabajar como técnico en febrero de 1973 en la cadena de Microondas de TV.

«Era un trabajo interesante. A través de la cadena de microondas que perteneció a los Mestre el sonido viajaba en dos sentidos, pero el video era unidireccional. Cuando habí­a un acto importante en Santa Clara y se hací­a un remoto hacia La Habana, tení­amos que invertir todas las antenas. Cada vez que virábamos los equipos se desajustaban, por eso hací­amos pruebas 15 dí­as antes e í­bamos caseta por caseta, para marcar dónde debí­a colocarse cada uno. En el momento del acto, se daba la orden desde el remoto y todos cambiábamos las antenas al mismo tiempo.

«Como hice mi tesis de grado sobre antenas, un año después me nombraron responsable de Planta Exterior de Radio y comencé a dirigir dos brigadas de torreros que operaban en toda la provincia de Las Villas.

«Me desempeñé como jefe de la Sección Técnica de Radio, de la antigua Empresa Integral de Comunicaciones, antes y después de la división polí­tico-administrativa de 1976. También dirigí­ el Grupo Técnico de Ondas Medias. Era especialista en Sistemas de Radiación cuando se fundó RadioCuba, en 1995, y llevo unos 20 años como jefe de Mantenimiento ».

Hasta hace poco subió a las torres. ¿Cómo se sentí­a a decenas de metros de altura?

Desde la primera vez hasta la última, siempre sentí­ algo de miedo, porque ser temerario resulta un peligro como torrero. El miedo es un mecanismo de conservación en que la adrenalina te prepara para el peligro. Al principio temí­a de la resistencia de la estructura,  después, de la faja de seguridad, y luego no hubo más de esos temores; solo la conciencia de que era una actividad muy peligrosa en la que habí­a que estar alerta.

Con 48 años dedicados a las telecomunicaciones, ¿qué trabajos considera especialmente desafiantes, riesgosos o significativos?

Creo que durante la misión internacionalista en Angola (1978-1979) hice los más peligrosos. Viajé al mando de cinco técnicos y dos torreros, para mantener el servicio de la radio nacional en todo el paí­s. En plena guerra, los cubanos estábamos ubicados en una parte y los centros transmisores quedaban a las afueras, donde éramos muy vulnerables, a veces, incluso, en territorio enemigo. Andaba permanentemente con un fusil AK en la puerta del jeep, aunque para mí­ las serpientes venenosas eran mucho peor que la Unita (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola).

«En el 2003, participé con trabajadores de RadioCuba y de Copextel en la instalación del primer transmisor del canal educativo de Venezuela (Vive TV). Un año después regresé a la tierra de Bolí­var, para montar 33 repetidores de la Radio Nacional.

«En el 2011 fui a Nicaragua a echar a andar el canal 13 de televisión y cuatro transmisores de FM en Managua, y a hacer estudios de posibles montajes para el desarrollo de la radio. Allá estuvimos hasta después de la toma de posesión del presidente Daniel Ortega, el 10 de enero de 2012, porque él nos pidió que atendiéramos la red de radiodifusión hasta esa fecha ».

Si no fuera por la prohibición legal de subir a las torres después de los 65 años, Cerralvo estuviera todaví­a a decenas de metros de altura. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

En Cuba no faltarí­an hazañas…

Lo más significativo fue aquí­, en Villa Clara. A principios de los 80 le donaron a la  CMHW  un sistema ITAME español para transmitir FM estéreo en la frecuencia de 93,5 MHz. Tení­amos muy buenas relaciones con José Machado Pons, jefe técnico de la emisora en aquel entonces. Él habló con unos amigos suyos en la Inpud (Industria Nacional Productora de Utensilios Domésticos) para que nos ayudaran a construir un  diplexer  de ranura modificado, el invento que permitió transmitir la señal de la  W  en FM 93,5 estéreo por la antena del canal 5 de Santa Clara.

«Fue una transmisión tan potente que se recibí­an llamadas de oyentes de La Habana y de Camagí¼ey. Con esa innovación obtuve una mención en el Fórum Nacional del ICRT, un logro que valoro mucho, porque no es fácil competir con ellos en su terreno.

«Muchos años antes, en la década de los 70, Fico, un ingeniero que trabajaba conmigo y que era un genio, y yo echamos a andar un Tx de FM en 90,5 MHz, de poco más de diez watts, para transmitir la emisora local instrumental Onda Musical, en Santa Clara, cuyo director era Franklin Reinoso. Fue la primera emisora en FM en la provincia y mi primer aporte como miembro de la ANIR (Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores).

«Luego que tuvimos éxito con la modificación del  diplexer  de ranura en el centro de TV, se me ocurrió combinar las dos emisoras, la CMHW por la 93,5 y la Onda Musical por la 90,5, para que ambas transmitieran por la misma boca del  diplexer  de ranura hacia la antena del canal 5. Este combinador de cavidades coaxiales sí­ fue un invento mí­o. Así­ funcionó hasta que se inauguró el tercer canal de televisión (Educativo), se desmontó la vieja antena supertorniquete y se montó una torreta para el canal 14, que ya no era compatible con el  diplexer  de ranura ».

Otra innovación de Cerralvo consistió en un combinador para transmitir los canales 7 y 9 de televisión analógica de Caibarién por una sola antena y duplicar la señal en el territorio. El combinador funcionó desde 1987 hasta 2005. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

Al ritmo de los destornilladores, las torres y las antenas construyó una familia…

He estado casado dos veces, primero, por 25 años y luego, durante una década. Tengo cuatro hijos: tres de mi primer matrimonio y una del segundo, que crie desde niña. Maikel, el mayor, es arquitecto, trabaja con los comunicadores sociales y dirige La Leña del Humor; Wendy es licenciada en Economí­a y directora económica de Cupet en Villa Clara; Pavel es ingeniero civil y canta profesionalmente en un coro de Cienfuegos; Jessica es técnica veterinaria, trabaja en un laboratorio de la Universidad y cursa el 2. ° año de Medicina Veterinaria. Tengo tres nietos: Lucas, Abraham y Carlos Ernesto. En estos momentos estoy divorciado y vivo solo, digamos que «disponible ».

No hace falta un diálogo muy extenso con usted para percatarse de su amplia cultura y su buena memoria…

A los 71 años se me olvida dónde puse las llaves; aunque la memoria a largo plazo todaví­a la tengo buena bromea. Siempre trato de profundizar todo lo que me llama la atención. Me gustan el cine, la música y la literatura, y creo que la cosa no está en escoger un género, sino en fijarlo.

«Prefiero las pelí­culas históricas, de suspenso, los policiacos y las comedias; pero detesto los filmes con mucha violencia y poco seso. Como cineastas, admiro a Charles Chaplin, Alfred Hitchcock y Steven Spielberg. Si tengo que hablar sobre estrellas femeninas, pongo en primera lí­nea a Ingrid Bergman, Meryl Streep, Jessica Lange y Kate Blanchett. En segunda quedarí­an Amy Adams, Jodie Foster e Hilary Swank. ¿Actores? Marlon Brando, Dustin Hoffman, Tom Hanks, Al Pacino y Leonardo Di Caprio. No tengo una segunda lí­nea de hombres, porque las que me gustan son las mujeres.

«Tengo gustos musicales muy diversos y me molestan las personas que hablan de la buena música, porque esa depende de la apreciación de cada cual. En los 60 escuchaba a Los Beatles a escondidas, por onda corta, y en el 2016 me monté en guagua Girón con un grupo de roqueros jóvenes de Santa Clara para ir al concierto de los Rolling Stones en La Habana. También oigo cumbia, vallenato, son y blues.

«De la literatura, mi preferido es Gabriel Garcí­a Márquez. Excepto La hojarasca, he leí­do todas sus novelas y muchos artí­culos periodí­sticos. Lamenté que Cien años de soledad no fueran 200. Además, disfruto los policiacos de Agatha Christie, y los cuentos de Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga.

«Me preocupa mucho la crisis de haraganerí­a y mediocridad que veo en el arte. Cualquier llamado poeta en la actualidad escribe cuatro sandeces que no dicen nada y lo llaman poema. Un garabato es un cuadro y cuatro crí­ticos más mediocres que el pintor lo convierten en una obra de arte. Igual ocurre con muchos engendros considerados esculturas.

«Sin necesidad de ser un experto, cualquiera se eriza al apreciar La Gioconda, La última Cena, el David o la Capilla Sixtina; pero para hacer una obra inmortal como esas habí­a que trabajar, habí­a que sacrificarse. Ahora no, ahora cualquiera es artista ».

Usted ha vivido o ha estudiado casi toda la historia de la radiocomunicación en Cuba, ¿cuánto hemos logrado y cuánto nos queda por mejorar?

El desarrollo es innegable. En los años 70 y 80 tení­amos más de diez averí­as en un mes. Ahora, con la nueva técnica y cuatro veces más equipos que antes, pasan meses sin ninguna interrupción. La televisión digital nos da un nuevo horizonte en que brindaremos un mejor servicio y ahorraremos energí­a eléctrica; pero ese futuro no puede separarse del futuro del paí­s. Por donde marche Cuba, marcharemos con nuestra radiodifusión.  

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