«La otra cara de mi mundo »

El joven galeno villaclareño Javier Alejandro Oquendo ílvarez, con apenas 25 años, nunca imaginó que un dí­a se convertirí­a en paciente de la repulsiva COVID-19.

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Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
5594
06 Marzo 2021

La vida nos sitúa encrucijadas que nos hacen rebuscar entre los innumerables porqués, y el Dr. Javier Alejandro Oquendo ílvarez hubiese deseado que los recuerdos se detuvieran en el último dí­a de 2020, cuando compartí­a el término del año con sus seres queridos.

«En fracciones de segundos se paralizó el mundo para mí­ », señala el Dr. Javier Alejandro Oquendo ílvarez al recordar aquellos dí­as en que de médico se convirtió en paciente de la Covid-19. (Foto: Ricardo R. González)

Después, la pelí­cula léase realidad se tornó oscura, debido a que en la madrugada del primero de enero comenzó a experimentar un malestar general y el termómetro marcaba los 38 oC.

Luego vino la tos seca e intensa, fue perdiendo el gusto y el olfato, a la vez que no faltaron trastornos gastrointestinales. Nada más evidente para un médico que presentir la llegada de una clásica COVID-19 como aparece descrita en la literatura.

Por todo ello decidió aislarse de la familia. Debí­a entrar a trabajar el 4 de enero con la guardia correspondiente en el hospital universitario clí­nico-quirúrgico Arnaldo Milián Castro, pero asistió de inmediato a la consulta de afecciones respiratorias establecidas en los centros de Salud.
Comenzaron las investigaciones, los procederes necesarios, hasta el primer PCR realizado en casa. Lo que imaginaba el joven galeno se convirtió en hecho fehaciente. Fue diagnosticado con el SAR-CoV-2.

«No quiero recordar ese momento. En fracciones de segundos se me paralizó el mundo. Un torbellino de ideas en medio de preocupaciones por los demás, por mi familia, con la que compartí­ dí­as antes. Temí­a por mis abuelos, vulnerables por la edad; mis primos, mis padres queridos y por esa hermanita que ha sido uno de los mejores regalos que ha llegado a mi vida; en fin, caí­ en shock ».

La ambulancia, los vecinos, la sala

Las horas parecí­an interminables hasta el arribo de la ambulancia a fin de trasladarlo al hospital oncológico universitario Dr. Celestino Hernández Robau, habilitado también para el tratamiento de la enfermedad. Los vecinos, en sus puertas en gesto de apoyo, y la llegada a una sala de la institución hospitalaria completamente vací­a porque Javier resultaba el primer paciente en ocuparla en el actual rebrote.

Durante la etapa de trabajo en el Hospital Militar con todas las medidas de protección establecidas. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

«Era ver la otra cara de mi mundo en posición diferente: la de un médico devenido paciente », confiesa.

Allí­ lo recibió el personal de Salud bajo estrictas medidas de protección, tuvo excelente atención, pero las jornadas pasaban a cuentagotas, parecí­a que no avanzaban, hasta el 16 de enero, en que correspondió la segunda prueba, que decidí­a el alta o la permanencia en el centro asistencial.

«Ese dí­a se realizó el segundo PCR y dio el resultado que yo esperaba, en medio de una sensación como que te vuelve el alma al cuerpo, luego de un fuerte tratamiento que deriva diversas reacciones. Y la alegrí­a de retornar a la casa, asearte en tu baño, dormir en tu cama. ¿Quieres algo más gratificante? ».

Revisaba una y otra vez el documento de egreso. Ya no tení­a el virus. Sintió en ese momento acumular la mayor fortuna del universo. El ómnibus lo trasladó hasta el hogar, mientras su hermanita Carolina, de solo cinco años, sentí­a el deseo de expresarle todo su amor, lo que se vio obstaculizado hasta después del aseo total.

«Al llegar experimentas una sensación que te recorre el cuerpo, y no encuentras palabras para describir la emoción. Aquellos vecinos que nos despidieron me esperaban con esos aplausos que también me tributaron luego de trabajar en un perí­odo anterior en la zona roja del hospital militar Comandante Manuel Fajardo Rivero, por espacio de 15 dí­as y cumplimentar la etapa de aislamiento.

«Fui directo al baño y al salir empezamos a querernos mucho más, abrazaba a mi hermanita, veí­a a mi padre, Amaury, en tanto las lágrimas de mi mamá, Katia, se hací­an notar, y las mí­as también, ¿por qué no? Han sido los momentos más difí­ciles en mis 25 años, sin dormir durante esas noches de ingreso en espera de conocer la verdad. Aunque quieras olvidarlo o disimular resulta imposible, incluso no es comparable a cuando te enfrentas a un enfermo en la zona roja… Miro atrás y puedo decir que fue bastante duro ».

Luego del certificado por 14 dí­as emitido en el área de Salud y con la vigilancia epidemiológica establecida, a través del médico y la enfermera de la familia mediante sus visitas diarias, asistió a la consulta multidisciplinaria de su policlí­nico para valorar la reincorporación al trabajo en el servicio de Urologí­a del mayor complejo asistencial de la provincia.

«Al principio, prevalece el cansancio debido a la actividad fí­sica cotidiana, pero por suerte te vas recuperando, paulatinamente, incluso hasta de ciertas secuelas respiratorias ».

¿Cómo es posible que siendo un médico cumplidor de todos los protocolos te hayas contagiado con la epidemia?

Esa pregunta me la hago a diario. Pudiera ser a partir del factor de riesgo epidemiológico derivado de las guardias o por algún paciente asintomático que haya atendido en el transcurso de mi labor. Lo real es que ocurrió y ando todaví­a en la búsqueda de la causa.

El otro Javier

Tí­tulo de Oro en la graduación de la Universidad Médica de Villa Clara en julio de 2020. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

¿Quién es este joven ejemplar? Alguien que se graduó con Tí­tulo de Oro en la Universidad Médica villaclareña en julio de 2020, figuró entre los 13 alumnos integrales y ya en octubre formó parte de los primeros grupos de su hospital, Arnaldo Milián Castro, abanderados para reforzar la atención a pacientes de la COVID-19 en el «Comandante Manuel Fajardo Rivero ».

Integrante del movimiento de vanguardia Mario Muñoz Monroy para quienes se destacan de manera integral en las ciencias médicas y, en la actualidad, inmerso en un proyecto de tesis aspirando a un curso predoctoral.

Se declara el primer Oquendo que es médico en la familia, porque no existen antecedentes, y quien desde pequeño se inclinó por la rama, aunque estuvo a punto de desviar su curso por cierto embullo estudiantil.

«Casi al terminar mis estudios en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Ernesto Guevara, y antes de llenar la boleta para la selección de las carreras, tuve la idea de optar por las telecomunicaciones o la fí­sica nuclear. A pesar de la disyuntiva, al final primó la medicina, porque, sin duda, era mi vocación y no me veí­a en el desempeño de otra profesión ».

De la familia considera que ha sido su base de apoyo, la fuente de crecimiento personal y espiritual, la que siempre ha estado y estará por muchos años apoyándolo y aconsejándolo en las decisiones y ante algún traspié que pudiera aparecer en el camino. Una convivencia en extremo armoniosa, y quizás por ello, mamá Katia le siga diciendo «mi niño », pues para ella siempre lo será.

A pesar de su juventud, reconoce que la COVID-19 no es juego. Tiene la vivencia propia, por ello insiste en la autorresponsabilidad de cada persona y su conciencia. «Yo desearí­a que mi experiencia fuera interiorizada, que piensen en los suyos y su entorno, porque no resulta fácil una hospitalización en la que, prácticamente, el reloj no avanza.

Formó parte de los primeros grupos de profesionales del hospital universitario Arnaldo Milián Castro que resultaron abanderados para apoyar la asistencia en el homólogo «Manuel Fajardo Rivero. Javier es el quinto de izquierda a derecha, y aparece junto a parte de sus colegas y al Consejo de Dirección del mayor centro de asistencia en la provincia. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

«Basta solo con ver las estadí­sticas del mundo y en el paí­s para comprender lo que es una enfermedad que mata y merece respeto por el grado de contagio en su transmisión a través de las ví­as respiratorias; por eso debemos cumplir con el distanciamiento social, el uso del nasobuco y de las sustancias antisépticas, evitar las visitas innecesarias a las casas y las salidas indebidas a la calle. Vamos a mantener el precepto de cuidarnos y cuidar a los demás ».

Javier Oquendo ama la vida familiar, agradece mucho el apoyo que le dieron sus amigos para lograr la recuperación y por esa constancia de estar pendiente de cada detalle evolutivo. «Si pudiera dibujar ese dí­a en que toda esta epidemia finalice, lo imaginarí­a como una fiesta espiritual convertida en una jornada de vivos colores, ya no nos levantarí­amos a diario con la incertidumbre del reporte de casos, y serí­amos, como dice la canción: “Mucho más que dos”, para reunirnos con todos aquellos que hoy se encuentran alejados por cuenta de una pandemia abismal e inhumana. Ya llegará ese momento como regalo de toda esa existencia que tienes por delante ».

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