
A machete y guataca desapareció el longevo marabuzal. Amenazó, un tiempo atrás, con tragarse los límites de colindancia de la vivienda, en un espacio que permanecía ocioso sin la debida atención. Era necesario «bailar en una sola pata » con el propósito de cambiar el semblante de la antigua superficie agrícola.
Ahora, a la entrada de lo que antes fue el ingenio 26 de Julio, Tatico exhibe otro rostro. Ya el área contigua a la casa no constituye un abandonado lugar donde pulularon vegetales y hortalizas a precios módicos. Ahora es un patio familiar, de ambiente comunitario.
Emprendedor, se acogió al empleo de la tierra en usufructo a partir del amparo de la Resolución 300 del Minag, y se vinculó a la Unidad Básica de Producción Cooperativa (Ubpc) 8 de Octubre, perteneciente a la actual Empresa Agroindustrial Azucarera George Washington, en Santo Domingo.
Desde entonces el chofer del ómnibus Girón XVII, adscripto a esa entidad, combina tiempo de trabajo entre su distinción frente al volante del equipo rodante y los menesteres propios de la parcela mejor patio familiar, sitio que permite el autoabastecimiento de algunos alimentos y la entrega de acopios, bajo contrato, a la instalación cañera.
Néstor Rolando Díaz Pérez (Tatico), tiene una filosofía propia: «quien no siembra nada tiene, y si lo hace siempre recoge algo ». Criterio práctico que ajusta a la aplicación de ciencia y técnica en las 0.21 hectáreas en explotación.
Allí el uso de estiércol animal, preferiblemente de carnero y bovino, el riego de agua y de pequeñas cantidades de semillas certificadas que busca por sitios en los cuales recorre durante el trayecto de Washington a Jicotea, la ruta habitual, jamás faltan.

Tampoco desatiende consejos de otros agricultores. Piensa, incluso, en jamás dejar espacios vacíos en cultivos, pues el que a buen árbol se arriba, buena sombra le da encima en tiempos en los cuales escasea lo que a diario se lleva a la mesa hogareña.
Lo importante es «no detenerse ni escatimar esfuerzos físicos y horarios para atender el suelo » añadió, con hablar suelto en la conversación, al tiempo que exhibe las áreas en plantación. Unos son cultivos permanentes, como el aguacate y el mango, y los plátanos y frutales. Más allá el pequeño cafetal. En todos aparece el intercalado de la calabaza, el boniato y alguna ciruela campechana.
Hay que ganarse los frijoles expresó sin desatender los rigores permanentes del trabajo, y cuidar del ómnibus, con mantenimientos y adecuaciones mecánicas, tal como se cumplen los códigos de vialidad y el trasiego de pasajeros. En realidad, «allí devengo un salario que se completa con las entregas de acopios de viandas y frutales que salen del sitio », apuntó.
En el terreno cultivado la familia trabaja, y casi siempre en las tardes y los fines de semana tenemos algo que hacer. Ahí ve la yuca, lista para cosechar, y también el boniato acabado de plantar. Del pequeño cafetal se obtienen todos los años acopios que rinden bastante para, al menos, brindar una taza de café al recién llegado. Eso sí resaltó, hay que doblar el lomo.
La mentalidad de Tatico como lo apodan amigos, familiares y trabajadores de la industria azucarera dominicana, no estriba en caminar como los cangrejos, y sí en salir adelante en esa pequeña tierra que cultiva y de la cual solo queda la añeja estampa del elevado tanque metálico que en el antiguo organopónico servía para almacenar agua. Ahí también está el espíritu de los que producen sin mirar atrás para arrancar, aunque sea de ocasión y sistemática constancia, otras riquezas a la tierra.