Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
2381
24 Septiembre 2015

No se aceptarán flores, el dinero de
ellas, dénmelo para comprar balas para
Fidel, dijo tajante la Madre.
(De «Quintí­n Pino Machado », del libro
Tiempos de Revolución)

Murió el sábado 30 de mayo a la edad de105 años. Habí­a nacido en Báez, el 24 de sep­tiembre de 1909. Tuvo cinco hijos: dos varones y tres hembras. Todos participaron en la lucha insurreccional contra Batista. Fue coordinado­ra del M-26-7 en la antigua provincia de Las Villas y madre del mártir Julio Pino Machado.

Se llamaba Margot de las Mercedes Ma­chado Padrón. Su estatura era mediana, peros su valor inmenso. Si José Martí­ calificó a la santaclareña Carolina Rodrí­guez el Alma de Cuba, a Margot bien pudiera denominarse la Mariana villaclareña.

Al cumplir 90 años, Raúl, en tono cariño­so y amigable, le pidió cuidarse para que lle­gara a los 100: « ¡General, cumpliré su orden! »y tomó su deseo como un decreto militar.1

Estirpe mambisa

Nació rodeada de patriotas, y escuchan­do hablar con devoción y fervor de la historia de Cuba. Las luchas de independencia con­tra España le llegaron de bien cerca.

Hija mayor del matrimonio de Rafael Ma­chado íguila y íngela Padrón López, tuvo siempre el ejemplo del padre, quien con 12años se incorporó a la manigua.

Margot Machado y Fidel Castro Ruz.Con Fidel en los preparativos de la Campaña de Alfabetización. (Foto: Cortesí­a de Zoraida Maura)

Margot nunca olvidarí­a las conversacio­nes de su progenitor con otros mambises participantes de aquellos sucesos gloriosos. Tampoco, las enseñanzas de sus profeso­res: «Tuve buenos maestros », se preció de mencionar siempre. Fue la maestra Horten­sia Otero quien le regaló siendo niña el libro Corazón. Diario de un niño, novela del italia­no Edmundo de Amicis, y que se convertirí­a en una de sus lecturas favoritas.2

Martiana, fervorosa, abrazó el magisterio y se graduó en la Escuela Normal de Santa Clara, en 1927. Comenzó a impartir clases a niños de primaria en la finca Manigua, del entonces barrio santaclareño de Báez.

En 1928, la familia pasó a vivir en Santa Clara, y el 14 de marzo de 1931 se casó con el doctor Adriano Pino Pino, con quien tuviera cinco hijos: dos varones, ya fallecidos: Quintí­n y Julio, y tres hembras: Verena, Margarita y Bertica, la hija menor.

A costa de grandes sacrificios Margot con­tinuó sus estudios en la Universidad de La Habana. En 1937, cumplió sus sueños y se graduó de doctora en Pedagogí­a. Por enton­ces, ya daba clases en Santa Clara y tení­a ví­nculos con los niños pobres de la ciudad, lo cual le resultarí­a provechoso para entenderla realidad de la Cuba republicana.

De inspectora de escuelas a conspiradora

Si la Revolución del 68 no hubiera cambia­do radicalmente la vida de la familia Maceo-Grajales, hoy no se conocerí­a a Mariana, la leona madre de Antonio, José y de tantos hé­roes. Algo similar hubiera sucedido con Margot, quien por décadas se desempeñó como ins­pectora de escuelas en la antigua provincia de Las Villas y directora del colegio Lincoln, en la ciudad de Santa Clara.

Sin embargo, la lucha insurreccional con­tra Fulgencio Batista despertó el espí­ritu re­belde de Margot, quien llegó a convertirse, nada más y nada menos, que en coordinadora delM-26-7 en la antigua provincia de Las Villas. Su casa, en la calle San Miguel no. 70, entre Colón y Maceo, devino centro conspirativo por donde pasarí­an revolucionarios de la talla de Frank Paí­s, Vilma Espí­n, Haydée Santamarí­a y Melba Hernández, las heroí­nas del Moncada; Armando Hart y Faustino Pérez, entre tantos otros jóvenes valiosos.

Por entonces Margot tení­a más de 40años y habí­a quedado viuda. Nada hací­a pre­sagiar un cambio radical en su vida hasta que supo de las labores conspirativas de su hijo mayor: Quintí­n, quien fuera fundador delM-26-7 en Las Villas y fungiera como respon­sable de las Brigadas Juveniles.

La propia Margot, en la investigación inédita sobre su vida, de las doctoras en Pedagogí­a Zoraida Maura Romero y Mirta Teresita Carrazana Báez, cuenta su incorporación a la lucha cuando Quintí­n le confesara sus actividades revolucio­narias, sentados ambos en uno de los bancos del parque Leoncio Vidal, de Santa Clara:

«Mamá, ¿tú te acuerdas del asalto al Mon­cada? Bueno, aquí­ se está gestando el Movi­miento y en la casa nos hemos estado reunien­do. Han estado Haydée Santamarí­a y otros compañeros más.

«No tienes que esconderte más de mí­, y de ahora en adelante cuenta conmigo para lo que yo pueda hacer ».3

Con Melba Hernández aprendió los pri­meros pasos en las labores conspirativas. Nadie podí­a imaginar que aquella respeta­ble mujer recorrí­a la provincia en actividades tan peligrosas.

A pedido de su hijo Quintí­n, a mediados de1956, se entrevista en La Habana con Antonio, í‘ico, López, quien luego fuera expedicionario del Granma y caerí­a en el combate de Alegrí­a de Pí­o: «un joven espléndido », confesarí­a Margot.4

Una tarde, antes del 10 de octubre del pro­pio 1956, recibe en su hogar la visita de una joven de belleza singular. Era Vilma Espí­n, quien iba camino hacia Oriente. A Margot la impresionaron la distinción y el refinamiento de sus modales.

Poco a poco fue ganando en experiencia conspirativa. Conocer a Frank Paí­s fue un de­tonante en su vida. El 31 de octubre de 1956, llegó el joven santiaguero a su casa para coor­dinar lo que serí­an las acciones del 30 de no­viembre, en apoyo al desembarco del Granma:

«Era una tarde lluviosa. Yo tení­a casi cin­cuenta años y él, solo vientipico, pero lo veí­a como mi jefe. Acababa de regresar de México, de entrevistarse con Fidel. Me dio tres leccio­nes en menos de cinco minutos: “Guarda mi pasaporte, porque si me cogen aquí­ tardarán más en identificarme. Nada de taxi, pues deja huellas, prefiero ir a pie”, y refiriéndose a mi hija Bertica, a quien le habí­a pedido le acom­pañase a casa de Hayde Leal, dijo: “Déjala vestida de alumna normalista de Kindergar­ten, pues así­ somos unos estudiantes”.

«Y como era de tez clara, muy blanco de piel, igual que Bertica, parecí­an dos hermani­tos cuando se fueron de mi casa, tapados ambos con un periódico ».5

La Mariana del 26 y 27 de mayo de 1957

El 26 de mayo de 1957 fue uno de los dí­as más tristes de la larga vida de Margot Macha­do. Ese dí­a estaba en Cabaiguán, en labores conspirativas propias del M-26-7, cuando al regresar a Santa Clara, casi llegada la noche, se enteró de la noticia de la muerte de su hijo de 24 años, Julito, a quien le habí­a explotado una bomba casera, en compañí­a de Agustí­n,Chiqui, Gómez-Lubián Urioste.

El dolor de madre fue inmenso. Desespe­rada marchó a la Casa de Socorros, ubicada en la calle Cuba, esquina a Nazareno, adonde habí­an llevado el cuerpo destrozado de Julio.
Como una leona herida, cuando supo que el cadáver estaba en el suelo, se acostó en el piso y retadora le dijo al policí­a: «Póngalo enci­ma de mí­, ese no es un perro, ¡es mi hijo! ».

Y al llegar el teniente coronel Cornelio Rojas, jefe de la Policí­a de Santa Clara, con valentí­a le espetó en su cara: «Esta es una madre que no llora y este es un cubano que cae y sabe por lo que lucha ».6

Al siguiente dí­a, en la funeraria, Margot volverí­a a revivir el espí­ritu de Mariana Gra­jales, la madre de los cubanos, cuando retó a los esbirros de Batista, negados a que el pueblo acompañara hasta el cementerio lo­cal los cuerpos sin vida de los dos revolucio­narios.

« ¿Qué hacemos, lo que ellos dicen o lo que tenemos que hacer nosotros? Aquello fue apoteósico. Enseguida la gente empezó a gritar: ¡Abajo Batista! ¡Viva Fidel Castro! [...]Yo no bajé las escaleras de la funeraria, los muchachos me cargaron. Abajo estaba Cornelio Rojas. Empecé a discutir con él: ¡Usted no puede impedir que entierre a mi hijo!

«Conmigo estaban los padres de los San­tamarí­a Cuadrado: Benigno y Joaquina. Al verla negativa de Cornelio, me dijo Joaquina: ‘‘ ¡Va­mos, chica!’’ Y empezamos a caminar, mien­tras los muchachos cantaban el himno nacio­nal y la marcha del 26 de Julio. Ella me dijo: “Yo no pude enterrar a mi hijo, pero quiero ayu­darte a enterrar el tuyo” ».7

En el cementerio, rodeados de policí­as, la situación volvió a tornarse dramática. La multi­tud estaba enardecida y una masacre de los esbirros del tirano era un posible desenlace, que Margot debí­a evitar a toda costa, y lo hizo.

Y si Mariana Grajales, al ver el cuerpo exá­nime de Antonio, herido de gravedad en Man­gos de Mejí­a, le habí­a pedido a su hijo menor, Marcos, empinarse, que ya era hora de lu­char por la libertad de Cuba, Margot se subió a una tumba, al lado del panteón donde se enterraba a su hijo, e hizo un llamado para impedir la tragedia inminente:

«El Movimiento 26 de Julio es un Movimien­to organizado y disciplinado, y ustedes no pue­den hacer ninguna actividad que no les haya sido ordenada, ustedes tienen que respetar y cuando llegue el momento, yo les aviso ».8

Años después, al recordar esos dramáti­cos momentos de su vida, en que se erigió en madre protectora de todos aquellos jóve­nes, Margot afirmó:

«No quiero que piensen que soy una per­sona insensible, que soy una madre que no siente, no es verdad, tengo mucho dolor en mi alma desde que mi hijo murió. Pero me tengo que sobreponer a eso, porque encima del amor de una madre a un hijo está el amor a la Patria y él murió por la Patria ».9

Exilio y labor revolucionaria después de 1959

Con posterioridad, Margot continuó sus labores conspirativas. Su hijo Quintí­n cayó pre­so y fue enviado al Presidio Modelo de la Isla de Pinos; Verena fue capturada por el asesino Orlando Piedra, mientras su hija menor, Bertica, lograba pasar al territorio rebelde liberado del Escambray. En tanto, Margarita, desde la clandestinidad, combatí­a al tirano.

Llegó un momento en que su vida peli­graba tanto, que la Dirección Nacional del M-26-7 en el llano decidió autorizarla a salir del paí­s. A mediados de 1958, partió hacia Guatemala y tras una corta estancia en ese paí­s centroamericano, y otra también bre­ve en Honduras, se radicó en Venezuela. Allí­ llegó a formar parte de la dirección del26 de Julio, hasta regresar a Cuba en los primeros dí­as de enero de 1959.

De su labor revolucionaria en el exilio venezolano son estos dos fragmentos de una alocución radial suya, leí­da el 12 de octubre de 1958:

«Cuba se ve hoy quebrantada por un gobierno anticubano, opuesto a la libertad y al decoro anhelado desde el momento mismo que tuvo conciencia de su derecho a constituirse en nación libre y soberana.

«Cubanas, hermanos que me escuchan en el suelo amado, sintámonos unidos en la fuerza de nuestra verdad, en el dolor del hijo muerto, del hijo encarcelado, del perse­guido. Nuestro dolor es el precio que paga­mos ante el reclamo de la patria, el derecho a vivir en una república democrática ».10

En 1959 se desempeñó como subse­cretaria técnica del Ministerio de Educación. Trabajó de manera activa en la Campaña de Alfabetización y, durante años, en el Mi­nisterio de Relaciones Internacionales. En la década de los 60 colaboró con la Direc­ción Nacional de la FMC. A partir de 1976 pasó a laborar en el Comité Central del Partido y luego en el Instituto Cubano del Libro.

Mientras pudo, y la salud se lo permitió, ese roble centenario de la Patria, la Mariana de los villaclareños, vino a Santa Clara cada26 de mayo a rendirle tributo a su hijo Julio y a Chiqui Gómez.

¡Madre!

Margot Machado sembró mucho amor y fue muy admirada por muchachos que la veí­an como una madre. Frank Paí­s, al abrazarla en Santiago de Cuba, en los primeros dí­as de julio de 1957, para darle el pésame por la muerte de Julito, la comparó con doña Rosa­rio y le dijo: «Mamá estuvo tan valiente con la muerte de Josué como usted con la muerte de Julio ».11

En aras de resaltar a esta admirable mu­jer, conviene poner en letras del propio Frank Paí­s la siguiente valoración de lo que repre­sentaba Margot para él, cuyo nombre de gue­rra era Mercedes, su segundo patroní­mico.

Escribió Frank: «Hoy he tenido uno de los dí­as más agradables de estas últimas sema­nas porque he podido compartir una hora con Mercedes y su hija. Cada vez que las veo crece mi admiración por ellas y un aliento nuevo, una fuerza nueva, me hace crecer las mí­as, pen­sando en el valor incalculable que representa para nosotros tener compañeras como ellas ».12

Ante la reciente pérdida fí­sica de la Mariana villaclareña, resulta igualmente necesario ci­tar a la propia Margot, cuando al resumir el sentido de su lucha escribió en 1999: «Creo que no he tenido divisas en mi vida, pero de existir serí­an: seriedad, receptividad, justicia y bondad en todo momento crucial de la exis­tencia ».13

Y como José Martí­ que pidió poner en la tumba de Mariana Maceo una sola palabra,el pueblo de Villa Clara, que la tendrá en los próximos meses entre los suyos, debiera poner sobre la suya ese mismo, único e in­sustituible sustantivo: ¡Madre!

REFERENCIAS

1 Mercedes Rodrí­guez Garcí­a. «El deseo de Raúl es una orden para Margot », Vanguardia, 25 sep­tiembre de1999, p. 8.
2 Zoraida Maura Romero y Mirta Teresita Carrazana Báez. «Margot: una mujer, un siglo y un entorno », p. 17. (Investigación inédita).
3 Ibí­dem, p. 70.
4 Ibí­dem, p. 72.
5 Ibí­dem, pp. 75-76.
6 Ibí­dem, p. 99.
7 Ibí­dem, p. 10.
8 Ibí­dem, p. 104.
9 Ibí­dem, p. 106.
10 Ibí­dem, p. 43.
11 Ibí­dem, p. 113.
12 Ibí­dem, p. 114.
13 Ibí­dem, p. 147.

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