Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
1632
22 Diciembre 2016

¡Aquello no podí­a suceder! ¿Dónde se habí­a visto que un profesor «noviara » con una de sus alumnas?

Orlando tení­a que buscarle una solución al problema. Debí­a proteger a su novia Inés sin tirar por la borda su profesión.

Estaban en Topes de Collantes. Él llegó a las lomas el 6 de enero de 1962. Ya habí­a pasado un curso emergente de profesor de la Enseñanza Media. Al poco tiempo de estar ahí­ lo mandan para La Habana a integrar una comisión que se encargarí­a de repartir las becas que el Gobierno Revolucionario destinaba para convertir a Cuba en un pueblo culto, instruido.

Inés llegó como alumna en ese medio tiempo, y cuando Orlando regresó se la vuelve a encontrar.

No quedaba alternativa. Habí­a que pedir permiso. Las gestiones llegaron a los más altos niveles. Tanto es así­, que fue el entonces Ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, quien autorizó la unión.

El 6 de mayo de 1962 celebraron la boda en la calle 2da.del reparto Vigí­a, en Santa Clara. El novio llegó al altar con su traje de brigadista. Quedaba unida una pareja que también compartí­a el amor por el magisterio.

*

Inés íguila Garcí­a habí­a quedado huérfana desde pequeña. Un 8 de septiembre la fatalidad asaltó el hogar.

Su padre martillaba una tabla en la casa de San Fernando de Camarones, Cienfuegos. En ese momento cayó un rayo, le arrancó la vida y quemó las pertenencias de la familia.

Después de la tragedia vivió un tiempo en Matanzas y luego se establecieron en Santa Clara.

Cuando la Campaña de Alfabetización, en 1961, Inés estaba en 9no grado. A pesar de su corta edad partió para Varadero. Allí­ le dieron las orientaciones y la ubicaron en Las Villas, especí­ficamente en el caserí­o de Oliver.

Su madre se puso muy brava cuando decidió convertirse en brigadista. « ¿Qué tienes que hacer tú de alfabetizadora? », le dijo.

Por aquel tiempo en el poblado placeteño solo habí­a un puñado de casas y la Iglesia Los Pinos Nuevos.

«Me tocó quedarme al pasar el rí­o. Me acogió la familia de José Padrón y Marina. Gente buena, atenta, cariñosa. Estuve con ellos unos cuantos meses. Les enseñé a leer y escribir. Nos tomamos cariño. José me acompañaba a mi casa. Durante algún tiempo nos estuvimos visitando ».

Todo esto pasó antes de casarse con Orlando. Eran novios desde que ella tení­a 14 años.

Se conocieron en una serenata. En aquella época, antes del triunfo de la Revolución, no se podí­a andar mucho en la calle y los jóvenes se divertí­an en el barrio.

Orlando no recuerda muy bien los detalles del primer encuentro.

«Cuando la enamoré era muy joven. Yo tení­a como seis novias », confiesa riendo.

«Dime tú replica Inés y yo que lo creí­a un santo ».

 **

¿Cuándo se ha visto a un negro trabajar en un banco? Así­ lo persuadieron para que se decidiera por el magisterio. Orlando Valdés Jiménez habí­a matriculado la Escuela de Comercio, pero no tení­a muchas oportunidades en el ramo.

Entonces, se decidió por la pedagogí­a y se presentó a las pruebas en la Escuela Normal. Una buena parte de las plazas estaba destinada a la gente de posición, a los niños de papá; el resto, habí­a que disputárselas.

Pero logró obtener la carrera. Por eso, cuando la Campaña de Alfabetización ya era maestro y ganaba un salario. El dinero no le importó, y llegó a la preparación de Varadero como un brigadista más.

Cuando supieron de su formación le dieron tareas de más importancia.

Así­ tuvo que llevar a unos 6 000 alfabetizadores hasta Oriente. Muchos eran casi niños, pero iban llenos de ilusión. El paí­s viví­a momentos intensos. La Revolución contagiaba a todos.

Allá vio cosas a las que no estaba acostumbrado: un dueño de batey con tres mujeres y una miseria tremenda.

Después le asignaron trabajo en Las Villas, como asesor técnico. Atendí­a las zonas rurales de Santa Clara. Antes de terminar la Campaña le otorgan un curso emergente para hacerse profesor de la Enseñanza Media en el plan Minas del Frí­o-Topes de Collantes- Tarará.

***

La boda: él vestido de brigadista; ambos, enamorados del magisterio. (Foto: Ramón Barreras).

En su condición de maestro se reencontró con su novia Inés y después de los permisos oficiales se efectuó la boda de inmediato. Enseguida ella salió embarazada.

«Una alumna me dijo: "profe, usted se llama Orlando y ella Inés, si unimos los dos nombres nace Inerlando" » y así­ fue como nombramos a nuestro primer hijo ».

Al convertirse en madre, Inés tiene que dejar los estudios por un tiempo. A los pocos meses del primer alumbramiento volvió a concebir. Cuando los niños crecieron un poco decidió regresar a las aulas como estudiante.

De esa forma se hizo Licenciada en Español Literatura, pero dedicó su vida a los cí­rculos infantiles. Trabajó en Chicos Maravillosos, La Edad de Oro, Ismaelillo. También fue metodóloga por más de 20 años.

****

Se jubiló en el 2003, y disfrutó cada momento dedicado a la educación. No sabe cuál es la fórmula exacta para mantener un matrimonio por más de medio siglo, pero está segura que para lidiar con niños hace faltan dosis inmensas de amor.

Su esposo trabajó en las batallas por el 6to, el 7mo y el 9no grados. Además, laboró por más de 40 años en la Facultad Obrera Campesina. Impartió diferentes asignaturas, pero Matemática es su especialidad de titulación.

Ahora, se siente orgulloso de haber sido un maestro querido. Hace poco una estudiante de las de Topes de Collantes vino a verlo y le trajo un autógrafo hace casi medio siglo le firmó.

«Me hice maestra y todo lo que me aconsejó que hiciera, lo logré », le dijo.

En otra ocasión estaba en La Habana y tuvo una urgencia médica. Cuando llegó al hospital fue una alumna suya quien lo atendió.

Si se pone a contarlos, en todo este tiempo Orlando ha tenido miles de estudiantes. Su mayor placer es saber que lo recuerdan.

«Han sido tantos que todaví­a pasan por la calle y me dicen: “adiós profe”. En ese momento me siento orgulloso y trato de recordar cuando y en qué lugar fue mi alumno ».

Comentar