
La tradición de llevar la antorcha olímpica desde la ciudad griega de Olimpia hasta la sede de los Juegos comenzó en Berlín 1936. La idea fue de un profesor alemán llamado Carl Diem. Pero la llama ha tenido sus interioridades de versión en versión de los Juegos. El encendido del pebetero otro tanto; hablemos del fuego.
¿Sabía que para portar la antorcha olímpica solo es necesario tener más de 14 años y poder recorrer 400 metros?
El recorrido hasta ahora más extraño sucedió en Sydney 2000. En esa ocasión, gracias a un dispositivo especial, el fuego viajó sumergido por la Gran Barrera de Coral la mayor del mundo al noroeste de Australia. Debió ser un espectáculo para la vista, ¿verdad?
Tampoco esta ceremonia ha estado exenta de simbolismos políticos. En Tokio 64, el último relevo lo hizo un chico de 19 años. Él había nacido en Hiroshima, el mismo día que Estados Unidos lanzó la bomba atómica. Todo un recordatorio.
En Montreal 76 se realizó por primera vez un último relevo de la antorcha formado por una pareja: una francófona y una de habla inglesa. Ellas encendieron el pebetero en señal de la unión canadiense. La llama, además, solo había recorrido 230 kilómetros a pie, porque el encendido en Olimpia se produjo a cuatro días del inicio. En Grecia las partículas de fuego de la antorcha se convirtieron en electricidad y se enviaron vía satélite a Ottawa. Allí se recibieron y se reconvirtieron en fuego.
Aquí también el pebetero fue encendido por un desconocido: un empleado del estadio, que con su fosforera reavivó el fuego después de que una tempestad apagase la llama original. ¡Menos mal que el señor fumaba!
Y continuando con los símbolos, en los Juegos de Seúl 88 el último relevo lo hizo Sohn Kee-Chung, vencedor de la maratón en 1936. Este coreano había sido obligado en aquella época a representar a Japón, que por entonces invadía a Corea.
Y disculpe si le destruyo un mito. Cuando se hable del encendido de pebeteros espectaculares, usted de inmediato pensará en Barcelona 92. Un arquero dispara una flecha en llamas hacia el pebetero y este se enciende. Vaya, eso creímos millones de personas. Resulta que la flecha pasó por arriba y salió del estadio, al tiempo que alguien encendía el pebetero en forma directa. Según dicen, así estaba planificado.