Ha transcurrido más de medio año desde que el centro cultural La Luna Naranja dejó de ser solo un sueño colectivo para convertirse en un hecho más tangible.
Entonces todo parecía más prometedor, y en una entrevista al trovador Yordan Romero me insinuó la posibilidad de inaugurarlo entre las propuestas por los 330 años de Santa Clara. Ahora, la apertura se mueve en el almanaque y entre susurros se habla de un posible estreno para el festival Longina.
Lo cierto es que aunque el tiempo ha transcurrido, poco o nada se ha avanzado en las cuestiones constructivas de la novedosa institución cultural.
Quizás parezca increíble que en una ciudad como esta no exista un recinto donde la trova resulte protagonista. El Mejunje ha venido a suplir ese reclamo de los trovadores y «troveros »; sin embargo, la nueva institución pretende convertir la canción de autor en su verdadero epicentro, lo que no constituye el principal objetivo para el proyecto de Silverio.
«Siempre estaremos agradecidos con El Mejunje, porque fue nuestra casa durante muchos años, pero lo que proponemos es enorme », me explicaba Romero cuando nos reunimos en marzo de este año.
La Luna Naranja de Roly Berrío, tema que da nombre al centro cultural.
Inmenso y muy atractivo podríamos decir, si tomamos en cuenta que el nuevo centro incluirá un espacio no solo para la trova, sino para otras manifestaciones culturales y distintos grupos etarios. Danza, teatro, música y espectáculos para niños se alternarán en un escenario capaz de adaptarse a los requerimientos del momento, al que se sumará una oferta gastronómica al alcance de la mayoría de la población.
Esta propuesta puede revitalizar las ofertas del Boulevard santaclareño, tan decaído en el horario nocturno, y fungir como contrapartida de los centros que promulgan un tipo de consumo cultural que privilegia los malos artistas, las malas canciones y las malas palabras.
Aun así, no mucho se ha avanzado en el acomodamiento del local una antigua tienda de productos industriales frente al parque de Las Arcadas. Lo poco logrado hasta la fecha ha dependido de las mismas manos que les sacan música a las guitarras en la noche de cada jueves.
Solo el esfuerzo colectivo de quienes algún día soñaron el espacio va convirtiendo, mínimamente, un antiguo almacén en un futuro salón para ensayos. Pero los deseos de hacer no pueden resolver los problemas apremiantes de la impermeabilización del techo y la insonorización del local principal.
Igualmente, el sitio necesita la reestructuración de sus áreas para incluir baños indispensables para que Salud Pública dé el visto bueno, así como la reparación del sistema hidrosanitario.
Queda mucho por hacer y los recursos no están disponibles en la actual coyuntura económica del país, pero deberían proyectarse opciones para que no se enfríe un proyecto que calentará a los amantes y cultivadores de la trova de Santa Clara y otras ciudades.
Aunque no se pueda contar con todos los medios disponibles, podrían facilitarse los mínimos indispensables para echar a andar la Luna Naranja; o sea, para solucionar los principales inconvenientes, y luego ir dándole un acabado arquitectónico y artístico a la institución.
Ya el público fiel y los miembros de La Trovuntivitis reconocen el espacio como suyo, por ello cada miércoles del mes de septiembre se estarán realizando, en el área exterior, una serie de conciertos para celebrar los 22 años de buena trova. Tal parece un reclamo de este pintoresco satélite para que las autoridades no se olviden de su presencia.
Esperemos que la Luna Naranja salga pronto para los santaclareños, sin las chapucerías de la premura, pues son muchos los corazones trovadorescos desbordados en este proyecto.