Hace una década, quizás un poco más, noviembre era un mes temido por los vecinos del Sandino. «Horita empiezan los grupúsculos de peluses », se oía de boca en boca. «Caballero, que aquí hay niños chiquitos », se quejaban madres y abuelas preocupadas. «Eso no es música », opinaban otros más.
Es que Ciudad Metal llegaba cada año para romper la rutina de toda Santa Clara. Era una invasión extravagante que no dejaba sitio para esconderse. Roqueros de todas las provincias venían y ojos y lenguas curiosos no podían dejar de cuestionarlos. «Pero mira cómo se visten ». « ¿Qué gracia le ven a esos peinados raros y esas botas con pinchos? ». «Tienen que estar pasando calor con esas ropas negras a esta hora del día ». «A mí que me digan vieja, pero esa no es forma de vestir para una muchachita ».
El heavy metal tomaba Santa Clara y ella se rendía a sus pies a pesar de las reticencias.
Hace una década, quizás un poco más, el panorama ha cambiado para los adeptos al metal. El espíritu no es el mismo. Algunos detractores aplauden la buena suerte de su decadencia. Sus fans se lamentan por el desplome de unos de los principales eventos de heavy metal en el país.
Cada vez resultan menos los asaltantes. Ya los vecinos del 12 plantas pueden despertar confiados de que sus pasillos no se convirtieron en dormitorios gigantes. El ambiente de Santa Clara apenas varía excepto por las inmediaciones de la Plaza Sandino. ¿Por qué? es la pregunta que prevalece en medio del desencanto.
Smells like teen spirit
La Santa Clara de 1990 quizás no era el panorama más adecuado para el surgimiento de un evento tan polémico. Quizás por ello la idea quedó sepultada luego de esa primera incursión hasta que se retomó 8 años después.
«Casi nadie lo sabe, pero una de las personas que más trabajó para que volviera en el 98 fue Díaz-Canel, recuerda Vaniet Gil, fundador de Blinder y actual bajista de Combat Noise. «Cuando surgió el festival rompió con todo lo establecido hasta el momento y de cierta manera la sociedad cubana no estaba preparada para el cambio ».

Luego, con los 2000 llegó la época dorada del evento. La ciudad se convirtió en un hervidero y el parque de Tristá, sitio elegido para el encuentro, supuraba metal. Bandas como Zeuz, Mephisto, Tendencia, Eskoria, Rice and Beans, Cry out For, Blinder y muchas más, arrastraban público de todas las regiones del país. Era un festival joven, creado por gente con espíritu casi adolescente y ganas de hacer rock and roll.
También en el 2000 surgió la gustada Convención de Tatuajes, evento colateral que reúne a los tatuadores del patio para defender el tatuaje como forma de expresión artística y erradicar de una vez y por todas los prejuicios sembrados a su alrededor.

Fueron los años dorados del Ciudad Metal, cuando llegaban muy buenas agrupaciones tal vez las mejores del país y el mundillo friki se reprodujo en la ciudad. Eran jóvenes nacidos para ser salvajes, en medio de un movimiento que siempre resultó polémico.
(I can't get no) satisfaction
Por supuesto que no todo siempre fue perfecto. Los problemas abundaban desde la misma concepción del festival, pero esas mismas insatisfacciones fueron agravándose con el paso del tiempo y ahora abundan las opiniones negativas.
«Está cada vez más j….. », me dice una friki vieja ya en estas lides. «Está muy desorganizado », se lamenta otro. «Yo esperaba ver otra cosa », comenta un adolescente que llegaba por primera vez a la ciudad del metal.
Más allá de los conocidos esfuerzos comunes para mantener en pie el festival en medio de la difícil situación que vive el país, los asiduos no pueden negar una cierta decadencia en la producción del mismo. La mala calidad del audio pasa factura a las bandas sobre el escenario. La carencia de un hospedaje apropiado atenta contra la estancia de los invitados. La ausencia de bandas punteras mengua la asistencia del público.
Aun así, miles de personas llegan hasta Santa Clara en la fecha para compartir con viejos colegas. Entre ellos se encuentra Yiki, tatuador de Holguín asiduo al evento. «El festival siempre ha estado muy bien, sobre todo porque te reencuentras con la gente. Pero a veces vienes por una banda y al final falla y no se presenta o las que están son demasiado nuevas y no tienen suficiente calidad », comenta.
La selección de las bandas es una preocupación recurrente dentro del público que arremete contra la propia calidad del festival. «Tratan de traer grupos nuevos, pero si vinieran otros más conocidos sería mucho mejor », así lo considera Raúl Hernández Lafont, estudiante de quinto año de Ingeniería Automática.

Por otra parte, para Fernando Machado, aunque no deja de reconocer su gusto por el Ciudad Metal, opina que se debe abrir el diapasón a nuevos géneros y mejorar la producción escénica, pues está totalmente desactualizada si se compara a lo que se realiza actualmente en el mundo entero.
Karel Fleites es un miembro destacado de la Trovuntivistis y también fue durante años bajista de la desaparecida banda Eskoria. Entonces, la dinámica de los Ciudad Metal no le resulta ajena. Para él urge una actualización tecnológica para que el festival retome su antigua fuerza. Además, a su parecer no es tanta la decadencia del encuentro como el cambio en los intereses del público y los artistas.
«Las nuevas generaciones arrastran consigo sus propias ideas y a lo mejor la pasión no es la misma, a lo mejor el Internet nos está haciendo daño, no lo sé. Son otros tiempos. Lo que organizan el festival y las instituciones que se hacen cargo deben saber enfrentarse a esos nuevos retos para que no se pierda la esencia », agrega el trovador.
Otro tema que afecta la buena dinámica del evento es la situación del hospedaje. Con un presupuesto reducido resulta cada vez más difícil ubicar a los invitados y por tanto la estancia de los artistas se reduce prácticamente al día de su concierto.
«No nos podemos quejar. Este año nos hospedamos en el Santa Clara Libre, pero tal vez si hubiese un lugar más modesto estaríamos más días en el festival », dice KBZA, director de la agrupación espirituana Limalla.
El audio y la poca calidad de la ecualización, así como el conflicto intergeneracional entre los fanáticos, son factores que también han atentado contra la calidad de la cita.
November rain
Lisandra Vega, productora de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), lleva varios años vinculada a la realización del Ciudad Metal. Ella y los miembros del Comité Organizador del evento pierden la cabeza calculando para cubrir todas las necesidades y requerimientos con el poco dinero asignado. Pero a su entender los problemas no están dados solo por cuestiones de capital.
«Creo que se ha perdido interés por parte de la bandas del patio, aunque por suerte son muchas las instituciones que nos apoyan. El presupuesto que tenemos no es el más acorde para dar un gran festival pero sí para sacarlo a flote », comentaba Lisandra días antes de la más reciente edición.
Las limitaciones monetarias devienen agravantes de las ya mencionadas insatisfacciones del público. Sin dinero suficiente no se puede gestionar un hospedaje acorde, transportar el personal de un sitio a otro, alquilar un audio de calidad o garantizar la asistencia y estadía de los invitados.
Este año, por ejemplo, se coordinó la estancia de las bandas en el hotel Santa Clara Libre, en vez del ya habitual Rivierita. Esto se debió a la cercanía de la instalación con respecto al centro de actividades del evento, pero por tener un precio más elevado no se pudo asegurar la estadía por mayor tiempo.
Respecto a la calidad y cantidad de las bandas, Hamlet… Freire, presidente del Comité Organizador los últimos dos años, aseguró que estas se eligen teniendo en cuenta la variedad de géneros para complacer a la mayor parte del público.

Pero para Juan Carlos Torriente, director y vocalista de Combat Noise, «deberían estar las agrupaciones punteras del país para que gane en calidad y vengan más personas. Además, deben tocar solo bandas de metal y no de otros géneros pues esta es la esencia del festival ».
Del mismo modo, el músico aseguró que Ciudad Metal tal vez no sea el espacio ideal para que se presenten bandas primerizas ya que esto atenta contra la calidad de las propuestas. Estas son consideraciones que los organizadores deban valoran con vistas al próximo festival.
Otra de las cuestiones que más afecta la realización de la cita resulta lo relativo al audio y su ecualización. De hecho, las bandas se ven afectadas por no poder realizar su propio sonido y el público lo nota.
«Lo que ocurre es que los dueños de los equipos no quieren que otras personas lo manejen, pero ¿quién mejor que el sonidista de una banda para saber lo que esta requiere? Llevamos dos años trayendo, a petición de los propios músicos, equipamiento de Matanzas pues ellos son más flexibles », aclara Lisandra.
De todos modos, las hordas de rockeros no se rendirán ante la decadencia: de seguro el próximo año volverán a Santa Clara confiando en una mejoría. Es tarea de todos los involucradosartistas e instituciones rescatar el que por mucho tiempo fue el mejor festival de rock del país.