Imposible negarlo

Hoy, en las Naciones Unidas volverá a quedar al desnudo la cruel e inhumana polí­tica del bloqueo, y la humanidad progresista votará contra ese engendro jurí­dico que tanto perjudica a los cubanos y al mundo.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Ilustración: Martirena)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
1414
22 Junio 2021

Negar su existencia, imposible. Decir que no daña, menos. Sentirnos agobiados con solo mencionar esa palabra, cierto. Sobresaturados, en ocasiones, de tanto repetirla y con ganas de borrarla del diccionario, también.

Y es que, guste o no el término, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, sigue ahí­. Empecinadamente, durante más de 60 años, sigue ahí­. Sentado a horcajadas sobre nosotros, sigue ahí­. Fastidiándonos la vida y haciéndola más difí­cil, sigue ahí­.

Evián, Amanda, el hijo del profesor Yuri Leonardo, la nieta de mi amigo Reidel, son ahora mismo nombres reales de niños y personas de Villa Clara que sufren los efectos devastadores de tan monstruosa polí­tica contra nuestro paí­s.

Ellos padecen de enfermedades dolorosas y estancias hospitalarias prolongadas, algunos con seis años ingresados en el hospital pediátrico provincial José Luis Miranda, con patologí­as de difí­cil pronóstico que el pesado fardo del bloqueo hace aún mucho más difí­ciles de sanar, al carecer de los medicamentos y aditamentos necesarios para aliviar las dolencias que resisten.

Gabriel Garcí­a Márquez, el Gabo, amigo de Cuba y luego Premio Nobel de Literatura, escribió una impactante crónica que tituló La primera noche del bloqueo, donde con belleza literaria retrataba la isla después del 3 de febrero de 1962, dí­a en que el entonces presidente Kennedy firmó la orden ejecutiva 3437:

«[…] el bloqueo era entonces una realidad ineludible que habí­a de contaminar hasta las grietas más recónditas de la vida cotidiana y apresurar los nuevos rumbos irreversibles de la historia de Cuba. Nadie hubiera podido imaginar, en el incierto año nuevo de 1964, que aún faltaban los tiempos peores de aquel bloqueo férreo y desalmado, y que habí­a de llegarse a los extremos de que se acabara hasta el agua de beber en muchos hogares y en casi todos los establecimientos públicos ».

El propio Che Guevara caló hondo en esa realidad impuesta al afirmar: «Recientemente, el Gobierno norteamericano prohibió también la venta de medicinas a Cuba, quitándose definitivamente la máscara de humanitarismo con que pretendió ocultar el carácter agresivo que tiene el bloqueo contra el pueblo de Cuba ».

Sesenta años después, esa agresividad inhumana se ha recrudecido, y no existe realidad insular que no esté marcada por la huella indeleble del canallesco asedio. No se trata de retórica polí­tica, como algunos dicen. Menos aún de cantaleta oficial para enmascarar errores internos, que los hay, sino de un escenario tangible y doloroso que marca cada uno de nuestros dí­as.

Durante los cuatro años de la administración Trump fueron más de 243 las medidas que lo recrudecieron al máximo. Incluso, solo una la última que firmara, debido a la cual se nos incluyó arbitrariamente en la lista de supuestos paí­ses patrocinadores del terrorismo basta para que los obstáculos a vencer sean mayores, pues al paí­s se le cierran las puertas de bancos y transacciones económicas que, de no existir esa injusta decisión, harí­an menos férreas sus gruesas cadenas.

Las cifras no mienten, aunque muchos las quieran minimizar y convertirlas en mera propaganda polí­tica justificativa. Los daños acumulados durante dicho lapso ascienden a 147 853,3 millones de dólares. Solo entre los meses de abril a diciembre del pasado 2020, el año inicial de la pandemia, este flagelo causó pérdidas a Cuba en el orden de los 3586,9 millones de dólares.

No ha habido compasión alguna hacia nuestro pueblo. A pie juntillas se ha seguido su decálogo, tal como, descarnadamente, lo planteara el 6 de abril de 1960 el vicesecretario de Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos, Lester D. Mallory, en un memorando entonces secreto: «La mayorí­a de los cubanos apoyan a Castro […] el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales […] hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba […] para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno ».

Hoy, el daño a nuestras familias y vidas resulta inmensamente mayor, en un intento oportunista y falaz de aprovechar la propia pandemia de la COVID-19 para asfixiarnos más. Baste citar que nuestro paí­s no pudo acceder a un total de 32 equipos e insumos relacionados con la producción de candidatos vacunales o con la ejecución de etapas que permiten la culminación de los estudios clí­nicos de la vacuna.

Igualmente, nos hemos visto imposibilitados de comprar ventiladores pulmonares mecánicos, mascarillas, kits de diagnóstico, gafas protectoras, trajes, guantes, reactivos y otros productos necesarios para el manejo de la enfermedad.

Tampoco el presidente Joe Biden ha movido un solo dedo para aliviar una situación tan deplorable. Al contrario, como afirman sus voceros oficiales: «Un cambio en la polí­tica sobre La Habana está fuera de consideraciones actualmente ».

Pero como siempre ha sucedido, David ha enfrentado a Goliat, y lejos de amedrentarse y doblar la nuca, Cuba ha levantado altiva la cabeza y ya está muy cerca de convertirse en el primer paí­s de Latinoamérica en tener inmunizada a toda su población contra el SARS-CoV-2, gracias a cinco candidatos vacunales que prueban cada dí­a su efectividad.

Como reconoció el influyente diario norteamericano The Washington Post, la biotecnologí­a nacional ha probado su eficacia, aun bajo las más adversas condiciones, y los resultados que se obtienen son imposibles de negar: «En caso de tener éxito, las vacunas serí­an una proeza médica contra todo pronóstico, así­ como un golpe de relaciones públicas, para un paí­s aislado de 11 millones que se agregó nuevamente a la lista de Estados Unidos de patrocinadores estatales del terrorismo ».

Fidel, quien enfrentó con habilidad polí­tica y firmeza de principios la hostil polí­tica, la calificó de inhumana y genocida. Mientras Raúl, en el Informe Central al 8.o Congreso, la definió, y cito: «[…] la guerra económica más abarcadora, desigual y prolongada que se haya desatado jamás contra nación alguna ».

 En tanto, Miguel Dí­az-Canel Bermúdez, primer secretario del Partido y presidente de la República, lo conceptualiza como crimen de lesa humanidad, al cual hay que sobreponerse con firmeza patriótica y convicción de la justeza de la causa que defendemos.

El pasado 15 de junio se cumplieron 20 años del primer trasplante renal en Villa Clara, proeza médica destinada a paí­ses del Primer Mundo. Suman más de 500 operaciones, con un alto í­ndice de sobrevivencia, que enaltecen la calidad del personal de Salud villaclareño y son prueba fehaciente de la hazaña de un pueblo dispuesto a resistir el cerco económico, polí­tico, diplomático y financiero que se nos impone.

Este  dí­a 23, la humanidad volverá a condenar la injusta y abusiva polí­tica, cuando nuestro paí­s presente en las Naciones Unidas su informe anual sobre la «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba ».

Y para aquellos que dudan sea el principal obstáculo para nuestro desarrollo, les dejo con una frase del cantautor Israel Rojas: «[…] quiten el bloqueo y permitan que este paí­s se desarrolle [...] cuando nos den la oportunidad de concretar esos sueños, entonces hablamos ».

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