
Les confieso que, apenas minutos antes de comenzar a escribir la columna de la semana, me descorazonaba bastante el hecho de que no tuviésemos respuestas que socializar. Este tipo de «silencio » se traduce casi de inmediato como irresponsabilidad estatal y dilaciones que, para el periódico, solo anulan la posibilidad de divulgar lo positivo pero que, en el caso de los demandantes, irrita, angustia y sabotea su confianza.
Sin embargo, la llamada de Guiorgui Morales Pérez cambió el guion que ya teníamos concebido para esta edición. El joven, residente en Cordovanal, una de las más intrincadas comunidades del Plan Turquino, relataba a mediados de diciembre que las seis luminarias de LED que alumbraban el pequeño asentamiento durante las noches estaban rotas y que, a pesar de los múltiples reclamos en las asambleas de rendición de cuentas y en cuanto espacio fuese propicio para ello, continuaban a oscuras y sin perspectivas de solución.
El pasado miércoles, Guiorgui se comunicó conmigo telefónicamente para que supiera que la Empresa Eléctrica había reemplazado cuatro de las seis luminarias, lo cual tenía felices a los residentes . «Faltaron dos por poner, lo cual deberá solucionarse en breve, pero solo nosotros podemos valorar lo que representan estas luces en un lugar rural y tan apartado ».
También a mediados de la semana llegó a mis manos una carta remitida por Ida María López Cabrera, vecina de la calle Sarmiento #13, entre La Cruz y Río, reparto Pastora. Los motivos de queja de esta santaclareña son dos, altamente sensibles y con efectos preocupantes para cientos de personas. De hecho, son muchos los lectores que han escrito antes y que coinciden con el siguiente criterio:
«La dieta de leche en polvo que están recibiendo las personas enfermas no tiene calidad alguna. La fluída sí era buena, pero esta, hablando en plata, como decimos los cubanos, ni alcanza ni sirve para nada. Parece echada a perder, no rinde, y yo me pregunto si la ECIL o quienes sean los encargados de aprobar un producto que reciben los enfermos, no se percatan de algo así.
«Mi otro planteamiento también está relacionado con el bienestar y seguridad de cientos de vecinos. En la zona donde vivo, muy cercana al río Bélico, decenas de personas crían cerdos en sus casas. Las ratas y ratones son enormes y se meten por todas partes, y la enfermera del consultorio médico 16/17 ha explicado que los que se quieran vacunar contra la leptospirosis tienen que esperar a que hayan cinco interesados para no malgastar el bulbo que se abre. Eso lo hacen solo unos pocos, pero en una zona de riesgo como la mía, debería convertirse en una obligación promovida por Salud Pública.
«Si en nuestro país se organizan tantas campañas, como la del dengue, ¿por qué no una contra la leptospirosis, que es también una enfermedad mortal y terrible? ¿Hasta cuándo estaremos expuestos? ¿No sería más seguro para todos que estuviésemos vacunados en un momento difícil con el tema de los medicamentos? ».
A los lectores que nos han enviado correos electrónicos les aseguramos que sus mensajes se publicarán en las próximas ediciones. Mientras tanto, «La columna de la calle » y los demandantes aguardaremos por las respuestas de quienes tienen y deben responsabilizarse por asuntos que afectan a tantísimos ciudadanos.