
Los trámites asociados a la actualización de documentos vinculados con la propiedad de la vivienda, me hacen recordar el filme La muerte de un burócrata. Su director Tomás Gutiérrez Alea, logra contar con sagacidad los aprietos pasados por Juanchín, quien debió lidiar con la burocracia tras la muerte de su tío, que por ser un trabajador ejemplar fue sepultado con el carné laboral.
El drama se complica al comenzar las diligencias para la pensión que le correspondía a su tía viuda, al requerir para ello del imprescindible documento que fuera enterrado con el fallecido. El resto del relato, en el que se exalta el burocratismo a través de la comedia, es bien conocido.

Escenas parecidas, pero en otro contexto, retornan a nuestros días, cuando alguien decide poner en regla los papeles de su residencia, para lo cual debe solicitar un dictamen técnico, certifico de numeración, y otros documentos no menos importantes.
Para recibir estos servicios tiene que acudir a la Oficina de Trámites de su municipio, pero en este caso centraré el comentario en la de la calle Candelaria, en Santa Clara.
Al arribar a este lugar, desde horas tempranas, numerosas personas aguardan en espera de la apertura del local para ocupar uno de los turnos de la mañana. De no lograr inscribirse en la lista, el interesado deberá reincorporarse a otra cola y esperar para si el tiempo permite atender más usuarios antes de la hora de almuerzo, o regresar por la tarde u otro día.
Sobrepasar la barrera de la puerta que conduce a los técnicos responsabilizados con la prestación de ese servicio resulta una odisea, y quienes lo logran se sienten esperanzados porque, al fin, serán atendidos.
Del otro lado, el público espera impaciente, sentado o de pie, mientras continúa la avalancha de personas en busca de documentos solicitados que, en ocasiones, todavía no están o para indagar por el paso a seguir.
Mientras, otros regresan a esa dependencia porque creen obtener la necesaria documentación y dirigirse al Registro de la Propiedad, una de las partes que intervienen en la larga cadena de trámites se da cuenta de que se cometió un error a la hora de confeccionar un escrito, y esto lo obliga a empezar de nuevo.
« ¡Ay, papeles! », se le oye decir a una señora tras un largo suspiro.
« ¡Al fin, después de un año! », exclama un abuelo taciturno.
Y ante la libre entrada de personas que no piden el último en la cola, otros acalorados se incomodan y expresan: « ¡Vamos a ponernos pa ´ las cosas! »
Así sucede en muchas ocasiones, aunque alguien pudiera ponerse suerte el día elegido para la tramitación, y todo le puede transcurra sin contratiempos.
A pesar de nuevas resoluciones y disposiciones para minimizar la cantidad de trámites a realizar, no es menos cierto que el burocratismo, ese que acompañó a Juanchín en los años 60, sigue lacerando nuestra sociedad, unido a la falta de información y a comprensiones de ciertos funcionarios.
Muchos de los que acuden a estas oficinas en busca de orientación y ayuda son de la tercera edad, a quienes les resulta difícil entender los procedimientos a seguir; mientras otros, en su condición de trabajadores, tienen que dedicar una o media jornada laboral con este fin.
Para que todo fluya sin tropiezos, se impone informatizar el sistema actualmente en vías de hecho, y dotar a estos establecimientos de personas con una alta sensibilidad, como abogó recientemente el Ministro de Justicia en su visita a Villa Clara, pues actualmente presentan dificultades con el completamiento de las plantillas ante el éxodo de técnicos a otras plazas mejor remuneradas.
Se impone, además, evitar errores cometidos en documentos oficiales, que con razón conllevan a la irritación de los clientes, al tener estos que invertir más dinero en sellos y pagos por el mismo servicio.
Esperemos que con las renovadas legislaciones, tras la aprobación de la nueva carta magna y la actual política de la Vivienda, se dinamicen los servicios asociados a licencias de obra, dictamen de tasación, descripción y medidas de lindero, certifico de numeración, y se reduzcan los trámites en la misma medida que los plazos de entrega, como ha solicitado en reiteradas ocasiones la máxima dirección política del país.
Solo así se erradicará de una vez el burocratismo que todavía acompaña estas diligencias, y las tantas molestias que ello ocasiona.