
Par de bofetadas en cada mejilla. Empujones y gritos de león delante de los niños. El dolor físico no se equipara a su vergí¼enza moral. Aun así no tiene el valor de dejarlo todo, todo y salir calle abajo con sus «trapos » y cada pequeño colgado del brazo.
Desde que su esposo está encerrado, en confinamiento social, su casa de puertas adentro se está convirtiendo en una pesadilla. La COVID-19 ha dejado a su familia de cabeza. Más tensiones económicas, incluso más. Menos seguridad. Más temores.

¿Cuántas mujeres habrá como ella? ¿Cuántas, conocidas y amigas, que se tragan el buche amargo, la intimidación y la tristeza en el silencio de este aislamiento global? ¿Cuántos padres acostumbran a sus hijos a estar en guerra?
El aumento de la violencia interpersonal en tiempos de crisis es un hecho comprobado. Ahora, con el avance de la pandemia, los expertos predicen un incremento en las cifras y un deterioro en el bienestar de las mujeres; su salud sexual, reproductiva y mental, así como su capacidad de reinsertarse en la sociedad.
«Para muchas mujeres y niñas, la amenaza es mayor allí donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares. [...] Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir la COVID-19, pero pueden hacer que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas », denunció el propio António Guterres, secretario general de la ONU.
La convivencia cotidiana obligada, sobre todo en los espacios donde coexisten varias generaciones, vulnera no solo a las mujeres; aunque estas se llevan gran parte de la carga. El trabajo físico en el hogar se multiplica. La escasez que enfrenta el país, donde resulta difícil poner un plato día tras día en la mesa, las atormenta.
En estos contextos es usual que los miembros del hogar no logren contener la ira. Y en aquella pareja, lastimada antes de la época pandémica, el torbellino de emociones puede concluir en un hecho lamentable. La COVID-19 prueba nuestra resiliencia como sociedad, también en el hogar.
La COVID-19 se ha convertido en la «situación perfecta » para ejercer comportamientos controladores por parte de los hombres, quienes en muchas ocasiones llevan también el control simbólico:
En Francia, el Ministro del Interior reveló que a finales de marzo la violencia de género había ascendido un 30 % desde el inicio del confinamiento en el país.
En Argentina, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades informó un aumento del 39 %.
En Singapur, durante el pasado marzo, la asociación Aware recibió 619 llamadas, la mayor cantidad registrada en un mes en los 29 años de historia de la entidad.
En el Reino Unido, las llamadas a la línea telefónica nacional de ayuda contra el abuso doméstico aumentaron en un 25 % a finales del mes de marzo, según Refuge, organización benéfica que gestiona el servicio.
Y en Somalia, las medidas de confinamiento han provocado un incremento de las mutilaciones genitales femeninas (MGF).
En Cuba, lamentablemente, no tenemos cifras que hagan despertar sobre la magnitud del problema. Sin embargo, no significa que no haya existido tal explosión. Habrá que esperar al análisis del asunto.
No hablamos de número, hablamos de remover conciencias. A pesar de la inactividad social del período de aislamiento, los servicios psicológicos y jurídicos para mujeres víctimas de violencia de género han sido esenciales.
En el caso específico de nuestra provincia, instituciones como el Departamento de Psicología, de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, buscaron alternativas para apoyar a las féminas vulnerables y ofrecerles recursos de autoayuda.
A escala nacional, el Centro Oscar Arnulfo Romero, ante la imposibilidad de atención presencial, lanzó un programa para amparar mujeres violentadas. Los especialistas hicieron presencia en las redes sociales y demás espacios para compartir recursos de enfrentamiento pasivo. Sobre todo, instaron a pedir ayuda en aquellos casos de emergencia.
«Quédate en casa no es igual que cállate en casa » es la frase que ha acompañado a cientos de latinoamericanas ante el alza de los feminicidios en la región. La máxima resume una realidad de miles de mujeres, el encierro y el silencio que sufren, realidades que deben ser cortadas de raíz por los nuevos tiempos y las nuevas mentes.