«Quédate en casa no es igual que cállate en casa »

«Quédate en casa no es igual que cállate en casa» resume la realidad de miles de mujeres, el encierro y el silencio que han sufrido durante la pandemia.

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Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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20 Septiembre 2020

Par de bofetadas en cada mejilla. Empujones y gritos de león delante de los niños. El dolor fí­sico no se equipara a su vergí¼enza moral. Aun así­ no tiene el valor de dejarlo todo, todo y salir calle abajo con sus «trapos » y cada pequeño colgado del brazo.

Desde que su esposo está encerrado, en confinamiento social, su casa de puertas adentro se está convirtiendo en una pesadilla. La COVID-19 ha dejado a su familia de cabeza. Más tensiones económicas, incluso más. Menos seguridad. Más temores.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

¿Cuántas mujeres habrá como ella? ¿Cuántas, conocidas y amigas, que se tragan el buche amargo, la intimidación y la tristeza en el silencio de este aislamiento global? ¿Cuántos padres acostumbran a sus hijos a estar en guerra?

El aumento de la violencia interpersonal en tiempos de crisis es un hecho comprobado. Ahora, con el avance de la pandemia, los expertos predicen un incremento en las cifras y un deterioro en el bienestar de las mujeres; su salud sexual, reproductiva y mental, así­ como su capacidad de reinsertarse en la sociedad.

«Para muchas mujeres y niñas, la amenaza es mayor allí­ donde deberí­an estar más seguras: en sus propios hogares. [...] Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir la COVID-19, pero pueden hacer que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas », denunció el propio António Guterres, secretario general de la ONU.

La convivencia cotidiana obligada, sobre todo en los espacios donde coexisten varias generaciones, vulnera no solo a las mujeres; aunque estas se llevan gran parte de la carga. El trabajo fí­sico en el hogar se multiplica. La escasez que enfrenta el paí­s, donde resulta difí­cil poner un plato dí­a tras dí­a en la mesa, las atormenta.

En estos contextos es usual que los miembros del hogar no logren contener la ira. Y en aquella pareja, lastimada antes de la época pandémica, el torbellino de emociones puede concluir en un hecho lamentable. La COVID-19 prueba nuestra resiliencia como sociedad, también en el hogar.

La COVID-19 se ha convertido en la «situación perfecta » para ejercer comportamientos controladores por parte de los hombres, quienes en muchas ocasiones llevan también el control simbólico:

En Francia, el Ministro del Interior reveló que a finales de marzo la violencia de género habí­a ascendido un 30 % desde el inicio del confinamiento en el paí­s.

En Argentina, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades informó un aumento del 39 %.

En Singapur, durante el pasado marzo, la asociación Aware recibió 619 llamadas, la mayor cantidad registrada en un mes en los 29 años de historia de la entidad.

En el Reino Unido, las llamadas a la lí­nea telefónica nacional de ayuda contra el abuso doméstico aumentaron en un 25 % a finales del mes de marzo, según Refuge, organización benéfica que gestiona el servicio.

Y en Somalia, las medidas de confinamiento han provocado un incremento de las mutilaciones genitales femeninas (MGF).

En Cuba, lamentablemente, no tenemos cifras que hagan despertar sobre la magnitud del problema. Sin embargo, no significa que no haya existido tal explosión. Habrá que esperar al análisis del asunto.

No hablamos de número, hablamos de remover conciencias. A pesar de la inactividad social del perí­odo de aislamiento, los servicios psicológicos y jurí­dicos para mujeres ví­ctimas de violencia de género han sido esenciales.

En el caso especí­fico de nuestra provincia, instituciones como el Departamento de Psicologí­a, de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, buscaron alternativas para apoyar a las féminas vulnerables y ofrecerles recursos de autoayuda.

A escala nacional, el Centro Oscar Arnulfo Romero, ante la imposibilidad de atención presencial, lanzó un programa para amparar mujeres violentadas. Los especialistas hicieron presencia en las redes sociales y demás espacios para compartir recursos de enfrentamiento pasivo. Sobre todo, instaron a pedir ayuda en aquellos casos de emergencia.

«Quédate en casa no es igual que cállate en casa » es la frase que ha acompañado a cientos de latinoamericanas ante el alza de los feminicidios en la región. La máxima resume una realidad de miles de mujeres, el encierro y el silencio que sufren, realidades que deben ser cortadas de raí­z por los nuevos tiempos y las nuevas mentes.

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