
Desde Santa Clara, el Doctor en Filosofía Rafael Plá León, el profesor de la Universidad Central Marta Abreu de las Villas, cronicó su última madrugada con Fidel; apostillas que junto a reflexiones actuales de una Cuba sin su líder histórico, precisó a Vanguardia.
En la cultura política de los ciudadanos
«Ahí estará él, despojado de la aureola de santo, con su estatura humana, con su obsesionado de Revolución ».
(Doctor en Filosofía Rafael Plá León)
«Ser fidelista es ser comunista. Él luchó por el comunismo, si tuvo que hacer concesiones o giros tácticos eso es otra cosa, pero hasta última hora su vocación fue socialista y comunista. Lo que tienen que comprender, quienes divagan al militarse bajo algún término (comunista, socialista, fidelista), es que su comunismo no es el mismo de Carlos Marx, ni el de Lenin, pues tiene un componente de ética religiosa y le vienen por Martí muchas directrices. Nos toca a todos leerlo y estudiarlo para poder hacer certeras conclusiones.
«Nos quedan sus principios éticos y formas de enfrentar y apreciar la vida. Su habilidad de poner un pueblo en función de sus ideas, que a la vez eran ideas que sacaba del pueblo. En un discurso en la escuela vocacional Federico Engels, de Pinar del Río, en el año 1979 llamó a una vida moderada, una vida que no estuviera imprimada en lujos y comodidades, una vida austera y de compromiso, con ese empuje de vencer obstáculos. Están en mí sus principios de logar las cosas sin formalismos ni muchas trabas, de resolver los problemas que son sensibles a la gente.
«Fue la gran personalidad del siglo XX cubano y manejó su voluntad como nadie; se trazó un camino de lucha y lo mantuvo en medio de huracanes políticos, que con su intuición extraordinaria supo manejar ».
Hablando de sucesión
«En el discurso del 17 de noviembre del 2005, dejó una especie de testamento político cuando dijo que la Revolución está clara que no la puede destruir nadie, solo la podremos destruir nosotros mismos; tuvo la experiencia soviética de un proceso quebrado desde dentro.
«Ahora le toca al a juventud. Hay muchos muchachos buenos y preocupados, pero lo que les falta es sentido político, muchos no saben cómo adelantar una idea revolucionaria. Son espontáneos, puedes contar con ellos para muchas cosas, pero pocas veces logran hilvanar un proyecto ideopolítico y llevarlo a cabo. Falta preparación y responsabilidad, compromiso.
«En la medida que se preparen, estará garantizada la continuidad histórica. Si se dejan tragar por la moda, tanto la tecnológica, del vestir o musical y el deterioro moral, si no habrá solución. Va a pasar lo que Fidel con su premonición advirtió.
«Hoy debemos mantener sus soluciones expeditas, sin maneras burocráticas ni endiosadas de corregir los problemas. Apostar por escuchar al pueblo y no dejar el peso de las decisiones solo a las grandes personalidades y al formalismo de las instituciones ».
Desdibujado entre hombre y dios
«Por la Revolución nacer en una época en que la Unión Soviética apostaba por una crítica al estalinismo y el culto a la personalidad, Fidel siempre tuvo mucho cuidado al respecto.
«El mundo entero se dividió entre los que lo quisieron y los que lo odiaron, pero no dejaba a nadie indiferente. Fue adorado, idealizado, querido por millones; apreciado por algunos como poco menos que un dios.
«Su personalidad se imponía naturalmente. Movió a un pueblo entero en pos de ideales que unos asumieron, y otros sencillamente quedaron subyugados por su brillo y lo seguían ciegamente ».
«Su voluntad póstuma evitó que lo santificáramos. Cuando se santifica a un hombre se mata, se le deja en el altar; en un lugar de adoración donde el pensamiento no queda con la viveza con que habitó ».
Y ahora…
«El legado del Comandante es amplio. El mejor homenaje es estudiar su pensamiento, enriquecer las políticas actuales con lo mejor de lo que Fidel tiene que decir al cubano contemporáneo ».
«Ahí estará él, despojado de la aureola de santo, con su estatura humana, con su obsesión de Revolución. Insustituible en sus métodos, pleno de conceptos para enderezar políticas. Con la capacidad de los grandes para aglutinar gente, para construir pueblos ».