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Razones

Historias del alma

Los niños y adolescentes que, por disímiles causas, no permanecen con sus familias biológicas, reciben el cariño y la atención en las casas u hogares de niños sin cuidados parentales.

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Angélica, Rafael, Víctor Manuel y Anthony, menores acogidos en el Hogar N.o 3 de Niños sin Cuidados Parentales.
Angélica, Rafael, Víctor y Anthony, cuatro de los nueve infantes del Hogar N.o 3 de Niños sin Cuidados Parentales en Santa Clara. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
1012
20 Octubre 2025

Estos niños, niñas y adolescentes tejen con esperanza sus vidas. Crecen en el Hogar N.o 3 de Niños sin Cuidados Parentales, en las cercanías del Coppelia santaclareño. Cinco hembras y cuatro varones que solo recuerdan el día que llegaron cargando sus propias penas y temores. Poco a poco se familiarizaron y comenzaron a disfrutar los abrazos de quienes ahora constituyen su familia.

Memorándum

— Sin cuidado parental es la denominación que reciben los niños, niñas y adolescentes que por diversas razones no viven con los padres y tampoco permanecen bajo el cuidado de estos, independientemente de las circunstancias.
— Cada hogar comprende un grupo de edades. Están los que acogen desde 0 a 6 años, y otros a infantes y adolescentes desde los 6 hasta los 18 años.

Angélica González Rodríguez lleva muy bien su nombre, porque trasmite una dulzura especial. Tiene 8 años, está en tercer grado, en la escuela Juan Oscar Alvarado, y aspira a convertirse en una doctora.

«Me siento muy bien aquí», asegura, y con ella coincide Anthony Alejandro Bernal Chacón, el varón más grande del centro. Cursa el séptimo grado en la secundaria Capitán Roberto Rodríguez, y no abandona su sueño de vestir el uniforme de pelotero e impulsar cuantas carreras hagan vencer a su equipo.

«Estoy feliz», y sobre el colectivo que los cuidan afirma que son «amables, cariñosos y responsables. Me siento muy a gusto aquí. Son mi familia. Siempre me ayudan en los momentos buenos y en aquellos que no lo son tanto».

Dos hermanos y la opinión maternal

Rafael Arboláez Carreras y Víctor Manuel Olivera Arboláez son hermanos. El primero tiene 9 años, está en cuarto grado en la «Juan Oscar Alvarado». Es un apasionado del fútbol.

Yuneisy Arboláez y sus hijos Rafael y Víctor Manuel.
Una visita de Yuneisy Arboláez Carreras, la mamá de Rafael y Víctor Manuel. (Foto: Ricardo R. González)

Por su parte, Víctor Manuel vence tercer grado en la misma primaria y se inclina por la Medicina. Quedó maravillado con una visita al aeropuerto internacional Abel Santamaría, de la capital provincial, un sitio que le resultó «hermoso e interesante. Vimos el despegue de los aviones desde la torre de control y la plataforma, sin pasar la raya amarilla».

En una de las visitas reporteriles coincidí con Yuneisy Arboláez Carreras, la madre de ambos. La falta de una vivienda la llevó a tener sus hijos en el Hogar; sin embargo, «este colectivo me hace sentir tranquila, los educan muy bien, y siento orgullo al verlos. Estoy muy agradecida por lo que logran con estos niños, su desenvolvimiento, y los valores que demuestran. Eso es maravilloso».

Las esencias de un hogar

Rayda Marrero Sol es la directora de la institución. Han pasado por allí unos 50 niños desde que llegó a ejercer sus funciones. Allí su equipo de trabajo despliega grandes cualidades humanas.

Además de este hogar en el consejo popular Centro, Santa Clara dispone de otros dos, uno en el reparto Escambray, para pequeños de cero hasta los seis años, y otro en Virginia.

Inicialmente las dependencias fueron creadas para menores abandonados y huérfanos. Con el paso del tiempo han disminuido estas incidencias, y la mayor causa en la actualidad radica en padres que cumplen sanciones penitenciarias.

Cocinera, enfermera y la directora del hogar.
Parte del colectivo del centro que se encarga de la atención a los menores. De izquierda a derecha, Milagros Hernández Carrazana, en el arte de la cocina; María Elena Martínez Castro, experimentada enfermera, y Rayda Marrero Sol, la directora. (Foto: Ricardo R. González)

Llegan a la institución tras un proceso en el que intervienen Educación, el Consejo de Menores y la Fiscalía.

Además de este hogar en el consejo popular Centro, Santa Clara dispone de otros dos, uno en el reparto Escambray, para pequeños de cero hasta los seis años, y otro en Virginia.

Inicialmente las dependencias fueron creadas para menores abandonados y huérfanos. Con el paso del tiempo han disminuido estas incidencias, y la mayor causa en la actualidad radica en padres que cumplen sanciones penitenciarias.

Llegan a la institución tras un proceso en el que intervienen Educación, el Consejo de Menores y la Fiscalía.

Antes de entrar al centro, los menores deben pasar por el hospital pediátrico José Luis Miranda para dictaminar su estado de salud. Al día siguiente son llevados al consultorio médico donde está enclavada la Casita, a fin de dictaminar si resulta necesaria la remisión a determinada especialidad.

Una vez en «casa»

El Hogar dispone de una enfermera con vasta experiencia, María Elena Martínez Castro. Cada niño y adolescente está vinculado a los niveles de enseñanza correspondientes, con la particularidad de que quienes cursan la primaria asisten y regresan en compañía del personal del Hogar.

Para la directora Rayda Marrero, la disciplina es bastante buena y constituye un aspecto prioritario. Hay salidas los fines de semana, en dependencia de las posibilidades, y en la etapa de receso y vacaciones el Gobierno municipal, a través de los diferentes organismos, realiza su programación.

No faltan gestos solidarios como el de la panadería Pan Pa’ Ti, que tuvo la delicadeza de acercarse a la institución con el empeño de donar producciones para los niños e integrantes del colectivo de manera diaria y libre de costo.

Visita de los niños del hogar al aeropuerto internacional Abel Santamaría Cuadrado.
La visita al aeropuerto internacional Abel Santamaría despertó motivaciones en los niños y adolescentes. (Foto: Cortesía del aeropuerto internacional Abel Santamaría)

De igual forma lo hace la panadería-dulcería Renacer que, además del pan, adicionan sus dulces los sábados y domingos, y al llegar los cumpleaños contribuyen con un cake y un buffet.

Si de buenos recuerdos se trata, resultó estimulante la visita que realizaran al aeropuerto internacional Abel Santamaría de Santa Clara, en el curso pasado. Apreciar la llegada y salida de las aeronaves desde la torre de control o en el segmento permisible de la plataforma «sin pasar la línea amarilla», como dicen los infantes, se convirtió en una experiencia inolvidable.

Cuando llega el adiós

Pasan los años y la edad contemplada para permanecer en los hogares. Algunos retornan con su familia biológica, y aquellos a los que les resulte imposible, el Gobierno les ofrecerá la atención pertinente.

Recuerda Rayda Marrero que cada menor que entra aquí trae una historia de vida compleja, «solamente con vivir fuera de la familia biológica es suficiente».

Como graduada de Educación Especial, con servicios en varias instituciones dedicadas a la atención social y a quienes poseen discapacidades intelectuales, le satisface que algunas veces estos niños visiten el Hogar para reencontrarse con el colectivo y contarles sus experiencias. «Nos da mucho placer el reencuentro, y nos satisface conocer que encaminan sus vidas».

Contrastes 

Cualquier persona sensible se conmueve por los informes del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre el abandono infantil en el panorama internacional. Entre las principales causas aparecen la falta de conocimiento de cómo ser padres, las expectativas irreales para con los niños y las crisis familiares frecuentes, entre otras realidades.
Según investigaciones, existen 100 millones de infantes abandonados en el mundo, de los cuales 40 millones pertenecen a América Latina. Con edades que oscilan entre los 10 y 14 años, son condenados a intentar sobrevivir en el único «hogar» que tienen disponible: las avenidas del continente.
Esos «niños de la calle», como algunos llaman, lamentablemente persisten. ¿Cuando abogamos por un mundo mejor, tenemos o no nuestras Razones?

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