Para los asiduos al teatro santaclareño, Estudio Teatral constituye una propuesta diferente y enriquecedora. A sus 31 años de fundado, defiende un arte que se centra en la experimentación y la búsqueda de un lenguaje poético, con puestas en escena elaboradas y complejas desde el punto de vista formal y conceptual.
Joel Sáez Carvajal, su director, le profesa tanto amor a su agrupación, al teatro y al arte en general, que puede pasar horas hablando y defendiendo su visión. Esta devoción y su sobrado talento lo han convertido en una de las figuras imprescindibles de las tablas villaclareñas y cubanas. Con motivo de la celebración del Día del Teatro Cubano, el pasado 22 de enero, Vanguardia conversó con él para conocer sus impresiones sobre esta vertiente artística en la actualidad.

¿Por qué enfocar su trabajo en el teatro experimental?
Tiene que ver con nuestra generación, con las búsquedas de nuestro tiempo. Nosotros nos formamos en la década de los 80 del siglo pasado, y lo que era un teatro de vanguardia en aquel tiempo, lo que era más inteligente, resultaba la búsqueda de una complejidad en las artes, para encontrar una mayor elaboración en las obras y una participación más profunda del espectador. «Otros vientos soplaron en el mundo y no siempre para avanzar. En esa espiral en que vivimos a veces se va hacia atrás. Ocurrió una gran simplificación de las artes. En aquella época se buscaba un teatro lo más intelectual posible, lo más rico para el público, y dejó de ser así ».
¿Y por qué mantenerse en esa línea?
El arte y el teatro no se hacen solo para complacer el gusto de un espectador de ocasión. El arte también tiene preguntas y trabajo propio. Las modas son peligrosas. El teatro no puede estar de espaldas a ellas; tampoco, dejarse arrastrar. Hay cosas que son permanentes y coyunturas donde, si te dejas llevar por la corriente, pierdes tu centro, tu norte.
«Nosotros tenemos una personalidad muy fuerte en ese sentido, los intereses bien definidos, y por eso hemos podido dejar nuestra huella en esta provincia. Estudio Teatral ha marcado una pauta a lo largo del tiempo. Quizás ahora no estamos en el mayor nivel de influencia, pero hemos marcado esta ciudad, a los alumnos, a personas que han venido hasta acá. Esto ha ayudado a crear un rostro distinto dentro de una parte del teatro villaclareño, aunque otra siga siendo muy seducida por los discursos de moda.
«En algún momento llegamos a ser un lugar diferente, y para mí la diferencia, la diversidad, resultan importantes dentro de la cultura ».
Si algo caracteriza a Estudio Teatral, para un espectador promedio o que no esté vinculado con las dinámicas internas de la agrupación, resulta el trabajo tan fuerte que realizan los actores en escena.
Sí, ellos tienen mucho rigor técnico y artístico, y eso nos diferencia de otras propuestas. La formación se basa en un entrenamiento físico, vocal e intelectual. Los actores participan en la búsqueda de los materiales para la construcción de los espectáculos. No es solo un teatro donde un director te da las indicaciones y ellos las acatan como usualmente ocurre, sino que es un trabajo de creación colectiva. Es complejo, pero puede dar resultados más enriquecedores, pues ayuda a articular una conciencia.
«El artista es una persona que produce un discurso, una manera de pensar, una especie de filosofía de la vida, y ese arte aporta algo. Hay que trascender esa mera necesidad de entretenimiento, que prima ahora ».
¿Cree que impera un teatro comercial?
Esto es relativo, porque en nuestro país no hay una tradición de teatro comercial, y sí de teatro facilista, de teatro que no quiere plantearse problemas muy complejos. En Cuba entendemos la complejidad como tratar temas duros a nivel político y social. Sin embargo, la complejidad del arte está dada en su estructura, en la manera de asumir los procesos artísticos, en sus imágenes.
«En este aspecto los debates son pobres. Se habla del aspecto contenidista, si la obra es confrontacional con las autoridades, si se trata algún tema tabú, si es polémica; y se habla poco de las características intrínsecas del discurso. También tenemos una crítica muy limitada, que sería la encargada de analizar en frío estas situaciones ».
¿Esta ausencia de crítica cuánto puede afectar la producción teatral?
El problema de la crítica en todas partes del mundo, con honrosas excepciones, resulta su incompetencia. Sí, hay un discurso, pero la capacidad de penetración es poca. Se necesita un diálogo continuo con los artistas y no ocurre. Esto repercute no tanto en el trabajo directo del artista, sino a nivel social, pues la crítica sí ayuda a validar propuestas. Y como ese proceso es endeble, los paradigmas que se establecen también a nivel social son endebles.
¿Cree que socialmente se ha perdido el amor al teatro en el país?
Desde mi experiencia, creo que en Cuba el teatro nunca ha sido muy popular ni masivo. Hemos tenido momentos de mayor gloria, de mayor popularidad; no obstante, nunca ha sido un fenómeno de masas. No creo que haya cambiado mucho, sino que se ha mantenido con sus altibajos. Sí existe curiosidad, personas jóvenes interesadas, aunque a veces fallan la divulgación y otros mecanismos.
Y en el caso de los festivales, ¿aportan todo lo que deberían?
Yo creo que los festivales en Cuba están muy mal diseñados, incluso los nacionales e internacionales. El encuentro entre los creadores nunca es lo importante. Y no ahora por la situación económica, sino desde hace 30 años. Los grupos van el día antes de la función, montan todo, se presentan y se van. No hay tiempo para ver otras propuestas ni compartir con otras agrupaciones.
«Debe revisarse para qué se hace un festival, cuáles son sus objetivos. Los que realizamos en la provincia sí mantienen una cierta línea que es la que interesa mantener. El Mejunje Teatral acoge a muchos grupos nuevos o que están lejos del mainstream nacional. Es un festival variopinto, lleno de proyectos raros, únicos, novedosos.
«El Magdalena sin Fronteras es internacional y convergen agrupaciones con una marcada tendencia experimental de diferentes países. Es un festival-encuentro con charlas, presentaciones, talleres, que ayudan a enriquecer el trabajo de actores y directores.
«En esto se diferencia de otros eventos, festivales vitrinas, que no posibilitan la socialización de las propuestas, no aportan nada desde el punto de vista cultural ».
Y los actores, ¿están el presente y el futuro seguros?
Lo bueno es que tenemos escuelas y una buena formación; el problema es el éxodo, que no nos permite madurar a los actores. Hemos graduados decenas y decenas de actores en las escuelas de la provincia, y muchos eran prospectos maravillosos, mas abandonan los proyectos y los teatros o emigran.
«Aun así, veo una gran potencialidad, pero no existen esos grandes actores descollantes, porque no han tenido tiempo para desarrollarse. Hay excepciones, aunque la media nacional es de muchos actores jóvenes que no maduran sobre nuestras tablas ».